lunes, 18 de julio de 2011

EL PORTÓN DE LA DEMOCRACIA


EL PORTON DE LA DEMOCRACIA NO TIENE CERRADURA

La política de los Kirchner quiere mantener cerrada las puertas de la democracia Argentina herméticamente, cerrarla para solo dejar que los imbéciles puedan moverse libremente dentro de esas murallas.

No es una puerta cerrada con llave o con cerrojo, pero su estructura es tal que, por más esfuerzos que hagan los ciudadanos argentinos que buscan el bien de la nación, no pueden abrirla, mientras que cede a la sola presencia de los “imbéciles”.

Nada hay más opuesto a la imbecilidad que la inocencia. La característica del imbécil es su aspiración sistemática de cierto orden de poder. El inocente, en cambio, se niega a ejercer el poder porque los tiene todos.

Por supuesto, que es el pueblo el poseedor potencial de la suprema actitud democrática. Y es el pueblo, aquellos que sienten la coerción del poder de la política “K”, como un dolor. El ciudadano, conscientemente o no, se mueve en un mundo de valores, el imbécil se mueve en un mundo en el cual el único valor está dado por el ejercicio del poder.

Los imbéciles “K” buscan el poder en cualquier forma de autoridad, el dinero en primer término, y toda la estructura del estado, desde el poder de los gobernantes hasta el dominio corrosivo y siniestro de los burócratas, desde el control de la iglesia hasta el absolutismo del periodismo, desde la preponderancia de los banqueros hasta la omnipotencia que dan las leyes. Toda esa suma de potestades está organizada en contra de la verdadera democracia.

La democracia significa “libertad”, constituye afirmación del hombre auténtico, del hombre que intenta realizarse, e indudablemente tiene cierto prestigio ante los imbéciles del gobierno actual.

Ellos; los “K”, viven en ese mundo falsificado y artificial que construyeron. Los imbéciles necesitan de jactancias, como así también, del apoyo de una masa controlada. Con ese mismo procedimiento que usan fingidamente, sus palabras y las imágenes se convierten en elementos decorativos, a modo que se va destruyendo paulatinamente el gobierno de incandescencia, de la llamada "política oficial", con estrategia de lentejuelas, y una permanente actitud que suena a superfluo.

Se oponen a la voluntad de una restauración económica y de valores, a no ser por las opiniones y guías de las multitudes domesticadas de Plaza de Mayo, e impugna a la voluntad de los que se manifiesta libremente, o de quienes intervenir dentro de lo legal.

Los imbéciles “K” viven en un mundo artificial y falso, basados en la subordinación que se puede ejercer sobre otros, se niegan a la rotunda realidad nacional, a la que sustituyen por esquemas petulantes. El mundo del poder “K” es un mundo vacío de coherencia y fuera de la autenticidad.

El leal argentino es consiente de la verdad del presente, sin olvidar el pasado y busca en la palabra no solo un modo de expresarse sino una conducta de participar en la unificación nacional. Recurre al discurso, pero busca con el su valor originario, la magia de ese entendimiento entre individuos, dejando de lado los rencores.

El portón de la democracia no tiene cerradura, se defiende por su calidad de fulgor. La “Democracia” pretende cumplir la tarea de que esta sociedad no sea sólo habitable para los “imbéciles y los necios”, sino también para todos los argentinos.

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