sábado, 16 de julio de 2011

LOS FACHOS


Autoritarismos
RESPETO, EL GRAN AUSENTE

La apabullante derrota sufrida por Daniel Filmus en las elecciones porteñas, demostró que la ciudadanía porteña no se sometió a la extorsión de la presidencia de la nación y respondió a ella con indignación. Más del 70% de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires decidió no venderse al mejor postor. Esta reacción me ha llenado de orgullo y me ha dado la esperanza de que el resto del país pueda reaccionar de similar manera cuando tenga la oportunidad de votar por sus gobernadores. El federalismo, manoseado y menoscabado por el kirchnerismo, lo necesita. Más allá de derechas o izquierdas, la democracia republicana lo necesita. El país lo necesita.

por Enrico Udenio

LA NEGACIÓN

Una de las particularidades del oficialismo ha sido crear su propia realidad y difundirla como verdad absoluta.

Gran parte de los integrantes del gabinete y el propio candidato, Daniel Filmus, han expresado que la ciudadanía se polarizó y que, por ello, el triunfador, Mauricio Macri, logró cosechar muchos más votos de los que genuinamente le pertenecen, opinión que creo acertada. Pero, al mismo tiempo, expresaron su “alegría” porque el kirchnerismo logró aumentar en un 10% su caudal electoral comparándolo con el resultado de la última elección (2007). Esta definición es toda una contradicción, ya que si el electorado se polarizó y muchos votaron a Macri cuando hubieran deseado votar a otro candidato – es mi caso, por ejemplo-, también sucedió lo mismo con Filmus: muchos optaron por votarlo a él en lugar de hacerlo por su candidato más deseado. Por ejemplo, varios de mis amigos iban a votar por Solanas o por otros candidatos de la izquierda, pero terminaron apoyando a Filmus en el afán de perjudicar a Macri. Por lo tanto, si el candidato del PRO obtuvo más votos de lo que, en verdad, le pertenecerían, el del kirchnerismo disfrutó de la misma prerrogativa: lo votó mucha más gente gracias a esa polarización. Estos votos, casi con seguridad, son votos con los que Cristina no podrá contar para la primera votación por la presidencia.

Así las cosas, hay que prepararse para sorpresas futuras.

EL FASCISMO K

Cuando el cantante Fito Paez declaró que le daba asco la mitad de la población porteña por haber votado a Macri, no solo mostró una actitud netamente fascista, sino que también dejó a la vista el carácter prepotente, faccioso y autoritario que aparece en la estructura ideológica de los adherentes al kirchnerismo.

Nos hizo recordar al mismo Filmus, cuando cuatro años atrás perdió las elecciones porteñas, también ante Macri, y dijo que lamentablemente a él sólo lo habían votado “aquellos que piensan”. Cuando quiso aclarar el tema, consiguió oscurecerlo aún más: “Nos sentimos orgullosos que los docentes, científicos e intelectuales, que son los que piensan, hayan estado de nuestro lado”.

De todos modos, lo de Fito Paez fue más allá. Insultó soezmente a la mitad de la ciudadanía porteña. Es importante precisar que no se trata de la solitaria expresión de un artista sino de un claro exponente de lo que piensan los integrantes y adherentes al oficialismo.

Desde el locuaz y agresivo jefe de gabinete del gobierno nacional, Aníbal Fernández, que expresó que “no me llama la atención que la ciudad se parezca a Macri”, hasta Horacio González, el ya degradado director de la Biblioteca Nacional y figura del grupo intelectual kirchnerista “Carta Abierta”, que también insultó con grosería a los porteños al decir que tienen “una ideología tacaña, particularista, defensiva y egoísta (…) es una sociedad que no ve a los otros, de espaldas a Latinoamérica, a los nuevos inmigrantes”.

Este nivel de agresividad no existía décadas atrás.

Es a partir de la administración Kirchner que el país se escindió en dos partes irreconciliables que representan extremos: lo positivo y lo negativo, el bien y el mal, Dios y el Diablo.

Es evidente que Fito Paez no es más que un representante del fundamentalismo de lo nacional y popular (Nac & Pop) que los Kirchner promovieron. Por ello, en lugar de criticar abiertamente las expresiones del cantante, fueron muchos los que lo apoyaron directa o indirectamente.

Citemos algunos.

El director de cine pro-K, Juan José Campanella, dijo que “Fito tiene derecho a expresarse” confundiendo la libertad de expresión con la de insultar de manera agraviante. Si esto fuera así, más de uno podría declarar públicamente que Cristina es una h…de p… y que le da repugnancia cada vez que emite un discurso por el elevado grado de mentiras que dice. Total… según Campanella y otros que se expresaron de la misma manera, todos tendríamos derecho a insultar puerilmente al que piensa distinto.

El escritor Andrés Rivera, otro de los tantos anti-macristas que hay en la cultura argentina, se animó a más: “Fito dijo las palabras adecuadas y estuvo moderado. Buenos Aires está atravesada por el fascismo”. Rivera confunde ideológicamente el fascismo con la derecha democrática. Habría que hacerle llegar un diccionario o algunos de los tantos libros académicos que explican con certeza lo que es el fascismo. En este caso, su descubrimiento del verdadero fascismo puede llevarlo a encontrarse con el espejo.

En el caso del ministro de trabajo, Carlos Tomada, el tema se torna un poco caricaturesco. Declaró que esas palabras de Fito Paez eran “expresiones de tono personal, realizadas desde la sensibilidad de un artista”. Es decir, que ahora nos enteramos que faltarle gravemente el respeto a los otros forma parte de “la sensibilidad de los artistas”. En verdad, cuesta explicar esta expresión. Todo muy ridículo.

Quizás un párrafo del periodista Luis Gregorich, identificado con la socialdemocracia, pueda sintetizarlo muy bien: “Hay que aceptar a los que piensan distinto, a los que votan distinto. Ellos quizás sean nuestro infierno, pero también es posible que no sean más que réplicas de nosotros mismos. Lo sabemos bien, la intolerancia, la violencia verbal, la demonización del otro suelen ser el paso previo a la violencia física y al apoderamiento despótico de cuerpos y almas. Después de la agresión de las palabras, vienen las piedras y los cuchillos. El fascismo, el nazismo y el estalinismo lo han documentado largamente.”

UNA AUTOCRACIA EN ESTADO DE ALARMA

En poco tiempo más, con las próximas elecciones de las provincias de Santa Fe y Córdoba, sabremos si las de la Ciudad de Buenos Aires fueron un anticipo del cansancio del habitante argentino ante la prepotencia que emana de las huestes del kirchnerismo o se trató de una excepcionalidad propia del porteño.

Si esta tendencia se verifica electoralmente, la actual autocracia oficialista caerá en un estado de alarma. Es que para sus seguidores, el sentido del voto no es para que el pueblo elija administradores, los que, dentro de las normas y límites que establece un estado de derecho, gobernarán hasta que otra administración los remplace. Pareciera ser que el sentido de gobernar sería el de usar el poder político, obtenido gracias a una mayoría circunstancial, como si se tratara de una autocracia: una vez en el poder, hay que intentar perpetuarse. El economista Roberto Cachanosky lo expuso con claridad en una reciente nota: “Una vez que el autoritario tiene el monopolio de la fuerza, difícilmente pueda ser desalojado del poder porque usará todos los resortes del Estado para neutralizar las voces opositoras.”

Cuanto más kirchneristas expresen que les produce una sensación de “asco” el voto a otras fuerzas políticas, más promueven la esperanza de que en las elecciones presidenciales de octubre próximo, el ciudadano argentino decida poner punto final a estos ochos años de gobierno autoritario, descalificador y generador de odios mediante la instalación de la falta de respeto hacia los otros ideológicamente diferentes.

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