domingo, 4 de septiembre de 2011

RADIO COLONIA




El regreso de Radio Colonia



“Quienes son capaces de renunciar a la libertad esencial a cambio de una pequeña seguridad transitoria, no son merecedores ni de la libertad ni de la seguridad”.

Benjamin Franklin



Nueva y trágicamente, los temas urgentes de la Argentina nos impiden ocuparnos de los importantes, vinculados con la necesaria reconstrucción de un país derrumbado por la demagogia y el populismo. Otra vez, entonces, deberé postergar el desarrollo de las ideas que enunciara, hace tiempo, en notas tales como http://tinyurl.com/4jqupmm, http://tinyurl.com/3qph6nf o http://tinyurl.com/42sya6w.



La conferencia de prensa que brindó esta semana -escudado detrás de su siniestra y habitual sonrisa- el Ministro del Interior, augura tiempos graves para la democracia a partir de las elecciones de octubre, cuando ya no resulte necesaria la piel de cordero que está utilizando, por estos días, doña Cristina.



Los industriales, que concurrieron en masa a acompañarla en Tecnópolis, encabezado por un obsecuente De Mendiguren, los sindicalistas, que ya ven temblar el liderazgo de don Hugo Moyano y sus cajas sindicales, y los políticos que, hasta el 14 de agosto, revistaban en el PJ Federal y que ya están buscando garrochas para saltar al campo oficialista, no son más que expresiones de uno de los más arraigados lemas vernáculos: “No nos dejen afuera”. La suma de esos componentes a los que provienen del progresismo compartido por radicales, socialistas, “gen-istas” y demás versiones vernáculas auguran un Congreso que, aún antes de las verdaderas elecciones, ya está dando muestras de sumisión y acompañamiento.



Don Randazzo dio cátedra al periodismo acerca de qué se puede publicar, que sólo debe ser “la verdad”, entendida ésta como lo que el Gobierno define como tal. Para este funcionario, los cronistas falsean la realidad, contradiciendo de forma artera al “relato” oficial, hasta cuando se limitan a reproducir dichos ajenos.



Olvidó don Florencio que las quejas y cuestionamientos acerca del desarrollo de las P.A.S.O. no fueron formulados por los cronistas sino por los propios jueces electorales –mal que le pese al inefable don Lorenzetti, Presidente de la Corte, que intentó desmerecerlos- y por los candidatos perdidosos. Sin embargo, embistió contra la prensa “monopólica”, “antidemocrática” y “destituyente” una vez más, en esta santa cruzada iniciada por don Néstor (q.e.p.d.) cuando, en 2008 y a raíz de la crisis del campo, rompió con Héctor Magnetto, hasta entonces un socio privilegiado del poder.



Los ataques de don Randazzo mostraron dos curiosidades: la primera, la exclusión del diario Perfil del universo de los medios cuestionados; la segunda, la calificación a La Nación como “monopólica”, cuando sólo tiene un diario. Tal vez, Fontevecchia, dueño de la editorial redimida, haya pagado su viraje hacia el renovado sol “cristinista” con su editorial del domingo anterior.



En esa inusual pieza, “El Perro”, don Jorge hizo una verdadera apología de don Horacio Verbitsky, llegando al extremo de contar que, pese a que nunca había trabajado con él, siempre estaba vigente esa posibilidad. La constatación de esta nueva inclinación de Fontevecchia, y su descubierta debilidad por este verdadero “comisario político”, sólo puede tener dos explicaciones: el miedo a perder la libertad, o el miedo a perder sus empresas. En cualquier caso, el miedo.



Esa es la razón del título de esta nota. Quienes cuentan en sus espaldas con tantos años como quien esto escribe deben recordar la época en que, para conocer opiniones e historias distintas al “relato” de entonces, los argentinos no teníamos otro remedio que sintonizar Radio Colonia. Por otra parte, aún quienes son mucho más jóvenes tienen frescas en la memoria las crónicas triunfalistas que los medios argentinos emitían durante la Guerra de Malvinas, mientras nuestras heroicas tropas eran masacradas por el enemigo.



Argentina es un país que, por obra y gracia de casi todos sus gobiernos, carece de instituciones fuertes. La enorme concentración de poder que traerán aparejadas las próximas elecciones hará que desaparezca el escaso –casi nulo- control que el Congreso y los Tribunales pudieron ejercer hasta ahora. De allí al monólogo oficialista hay sólo un paso.



Don Florencio, que hoy integra un gobierno que conduce el mayor multimedios de la Argentina y que ha confundido canales públicos con oficialistas a ultranza, debería recordar, con más frecuencia, esa frase atribuida al Gral. Perón en el exilio: “Ganamos con toda la prensa en contra, y nos echaron con toda la prensa a favor”. O mejor otra, dicha por Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todos poco tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todos todo el tiempo”.



Porque mucha agua ha corrido bajo el puente desde aquellos tiempos en que era necesario sintonizar la radio uruguaya o recurrir a la onda corta para escuchar voces provenientes del extranjero. No le resultará fácil a don Randazzo –ni siquiera China lo está logrando, y Egipto y Libia son una prueba de ello- controlar Internet, Facebook y Twitter, y la pluralidad de expresiones seguirá siendo un bien adquirido en forma permanente por los argentinos.



El otro tema tremendo de la semana fue el asesinato de Candela. Con el desarrollo de los hechos y de las investigaciones se han llenado columnas y minutos de televisión en el mundo entero; no debo ser yo, entonces, quien se ocupe de esos aspectos de esta tragedia.



Todos la oposición guardó un prudente y respetuoso silencio, y prácticamente no hubo voces que hicieran un uso político del crimen y de sus causas. La única excepción fue el propio Gobierno, tanto nacional como provincial.



En su afán por despegarse de la conmoción provocada por el secuestro de la niña, doña Garré, Ministro de Seguridad de la Nación, hizo mutis por el foro y desapareció por completo de la escena. Con la aparición del cadáver, la señora de Kirchner –que había recibido con gran pompa a la madre de Candela- se llamó al silencio con el que siempre acompaña los sucesos realmente graves y conmocionantes, y su entorno se dedicó, con fervor, a endosar la responsabilidad exclusiva a don Danielito.



Éste, por su parte, hizo lo propio, descargando la culpa en el delincuente entorno familiar de la niña y olvidando que la seguridad de Candela debía ser garantizada por el Estado, para intentar hacer olvidar su inoperancia, o su complicidad.



La realidad es bien distinta: la responsabilidad es de ambos gobiernos. La Argentina, mal que le pese a don Anímal Fernández, ya ha sido pasto de los mercados de la droga, de los cuales se sospecha participación de algunos funcionarios relevantes, con todas sus expresiones y consecuencias. Operan aquí mafias mexicanas, peruanas, colombianas y bolivianas; se importa, se refina y se exporta cocaína; se producen drogas sintéticas; sus subproductos –sobre todo, el paco- se venden y están haciendo estragos entre los estratos más humildes y desamparados que, además, delinquen para financiar su consumo; se lava dinero de todas las procedencias.



Parece mentira que el don Scioli, que tanto se enorgullece por la mayor cantidad de droga secuestrada, no perciba que está reconociendo, a la vez, que cada vez hay más droga circulando. Parece mentira que don Anímal sostenga que la radarización y la sanción de la “ley de derribo”, no resultan necesarias. Parece mentira que, con fines meramente electoralistas, doña Nilda desguarnezca nuestras fronteras para trasladar gendarmes al Conurbano. Parece mentira que los argentinos toleremos la corrupción rampante, y que los enriquecidos funcionarios que nos gobiernan ni siquiera la oculten. Parece mentira que, en pleno siglo XXI, la Argentina no encuentre remedio para combatir estos males, comenzando por purificar la Justicia federal.

Básicamente, parece mentira que nuestra sociedad se haya convertido en un consorcio en que lo único que importa sea “salvarse” individualmente; sea privilegiar el hoy aunque el precio sea el mañana; que contempla impávido como, cada vez, se hunde más en el fango.



Que no seamos capaces de reeditar las grandes gestas que los argentinos protagonizamos en el pasado; esas causas –muchas a favor del prójimo- que hicieran que, con mérito, “los libres del mundo responden: al gran pueblo argentino, ¡salud!” .



Bs.As., 4 Sep 11
Enrique Guillermo Avogadro

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