domingo, 4 de diciembre de 2011
¡QUÉ DE HISTORIAS CON LA HISTORIA!
Por Malú Kikuchi (4/12/11)
Definiciones del DREA: HISTORIA, 1) narración y exposición de los acontecimientos pasados y dignos de memoria, sean públicos o privados. 2) Disciplina que estudia estos sucesos. 7) Narración inventada. 8) Mentira o pretexto. 9) Cuento, chisme, enredo.
Enredar es uno de los verbos que los argentinos sabemos conjugar con excelencia. Somos expertos en enredos. Y ahora vamos por otro, ya que con los que tenemos, no nos alcanzan.
País entrañable, indescifrable y curioso. La ciudad de Buenos Aires se fundó dos veces (Mendoza el 3/2/1536 y Garay el 11/6/1580), una no bastaba. Argentina tiene dos fechas patrias, el 25 de mayo de 1810 y el 9 de julio de 1816. Más vale que sobren y no que falten. Y teníamos dos historias, la oficial y la otra. Ahora, hemos decidido tener tres.
Se argumenta que la historia oficial es liberal, extranjerizante y elitista. La escribió Mitre, porteño y unitario, que con la “Historia de Belgrano”, 1887, dio el puntapié inicial. Otros siguieron su huella. Pero, al decir de Lito Nebbia, “si la historia la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia, quien quiera oír, que oiga”.
Eso significa que la “otra” historia, es la historia de los que perdieron, y no queda claro por qué la historia de los vencidos es la verdadera y la de los vencedores no lo es. Un misterio argentino más, que algún día, alguien descifrará. Y para eso nació el revisionismo histórico, alrededor de 1930, con grandes, serios y prestigiosos historiadores que reivindicaron a los vencidos.
Saldías, Palacio, los Irazusta, Ibarguren, Rosa, Gálvez y la lista sigue. Unos más confiables que otros, pero todos con documentos indiscutibles. Estos historiadores “revisaron” la historia “oficial” (casi de Billiken, nuestros héroes no son humanos de tan perfectos) y expusieron “la otra”. Hasta aquí, razonablemente bien. De un lado los liberales que formaron la nación Argentina a mediados del siglo XIX, del otro lado los defensores de los caudillos del interior y del colonialismo español.
Cualquier persona considerada normal, tenía y tiene la opción de integrar las dos historias y con ellas intentar hacer una historia real, veraz, creíble. Una historia hecha por seres humanos, con aciertos y errores, todos ellos al servicio de lo que creían era lo mejor para la patria. Y por supuesto, situados en su tiempo, con las consignas y métodos que regían entonces, no los de hoy. No se habían inventado los DDHH, no los conocían, ni los unos, ni los otros. La violencia fue salvaje de los dos lados.
Para aportar algo más a la confusión generalizada en la que vivimos los argentinos, aparece una nueva historia, algo así como el revisionismo del revisionismo, el rescate de lo nac & pop, todo ello sostenido por el estado nacional (léase nuestros impuestos), bajo el nombre de Manuel Dorrego (incomprensiblemente fusilado por Lavalle, y no creo que la razón haya sido que Dorrego fue el autor del 1° default argentino, 1828) y presidido por Pacho O´Donell, ex secretario de cultura de la nación de Menem, después de haber sido secretario de cultura de la ciudad, en tiempos de Alfonsín.
Este nuevo Instituto Nacional de Revisionismo Histórico, ha despertado las iras de académicos e investigadores que cuestionan, desde la poca profesionalidad de los integrantes del instituto (salvo alguna honrosísima excepción), hasta la encubierta “intención de avanzar hacia la imposición del pensamiento único”. Esperemos que no sea así. Y de serlo, hay que recordar que todo lo que se impone hoy, puede dejar de ser impuesto mañana.
Los países que sufrieron años de comunismo, hoy no son comunistas. La revolución francesa tardó sólo 15 años en ser un imperio. Todo pasa y todo queda, decía Machado. ¿Y si empezamos a sumar? ¿Si por una vez usamos la Y, que aúna, en vez de la O que separa?
Adhiero fervientemente al pensamiento liberal. Y como soy auténticamente liberal, creo que todos tienen el derecho a expresar sus creencias, siempre que no atenten contra la libertad de los otros. Esperemos que consigan documentos para probar aquello que quieren probar, y si los obtienen, habrá que tomarlos en cuenta. Debemos exigir los documentos, nada de memorias parciales de un sólo lado, memorias documentadas para que entre todas las memorias podamos construir, finalmente, una historia.
Saavedra y Moreno; Rosas y Urquiza; Paz y Quiroga. Sarmiento y Peñaloza y Mitre y López Jordán y Avellaneda y Tejedor. Roca y Alem. Yrigoyen y Uriburu. Los militares del GOU y Aramburu y Onganía y los del proceso. Perón, el del 45 y el del 73. Y John William Cook y López Rega y Firmenich y Astiz. Y, y otra vez, Y.
Somos como somos, porque todos estos personajes dejaron su impronta, su huella en nuestra historia. Pueden gustar o no. Se los puede reverenciar o detestar, pero todos tienen un lugar en el entramado de nuestro pasado, todos nosotros, estemos a favor o en contra, les debemos parte de nuestra formación colectiva como sociedad.
No está mal que más personas se dediquen a estudiarlos y consigan exponer los documentos que avalen su pensamiento (en el caso de que existan tales documentos), todo ello con la mayor objetividad que puedan tener los seres humanos. Después, cada cual sacará sus conclusiones, es la mejor manera de crecer.
No quiero una historia oficial, para que del lado de enfrente me contesten que hay otra. Insisto, no es O, es Y. Sumemos, por una vez, ¡sumemos! Si nos dividimos desde el pasado, no hay forma de construir un futuro que sea para todos, y de todos.
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