lunes, 9 de abril de 2007

SOCIEDAD DE BARRAS BRAVAS (Jorge Asís)

A propósito del Crimen del Profesor Fuentealba.
guarda la edición reducida, en italiano, de su opus “Ladris, testas y canutos”. Ahí Picca intenta el abordaje interpretativo de la clase dirigente argentina. Además trabaja, sin mayor desesperación pero con firmeza, en los tramos finales de “Montoneros de escritorio”. Un vibrante opus que contiene un inquietante subtítulo: “Aproximaciones para una biografía política de Carlos Kunkel”.
Al margen de su caudalosa producción intelectual, para ser consumida sólo entre amigos, el cientista político Martiniano Picca Benedicttini alterna la administración de sus campos, en la provincia de Buenos Aires, con la distracción que le dispensan sus hoteles diseminados en esta capital.
Sin embargo, el ensayista, oralmente comprometido, no vacila en pronunciarse, en el circuito clausurado de sus amigos, acerca de la actualidad. Pero se resiste, con empecinamiento, a cualquier requisitoria. Así sea televisiva, radial o gráfica.
Por lo tanto Picca, el cientista oriundo de La Toscana, vaticina, con la licencia lícita de la precipitación, que la deplorable muerte, o mejor, para decirlo con estricta puerilidad, el crimen del profesor Fuentealba, en el Neuquén, puede derivar en una suerte alternativa de Cromagnon Serial.
Es decir, en una remake significativa de la catastrófica tragedia del recital de Callejeros. Que contuvo muchos más muertos pero una sola víctima, Aníbal Ibarra.
Con el asesinato del Profesor Fuentealba, Picca prevé una sucesión de afectados.


Cromagnones

Sin intención de debatir con el pensador, resulta forzado comparar la relevancia de una muerte fatídica, como la del Profesor Fuentealba, con el amontonamiento de las 195 víctimas juveniles de la Sala Cromagnon.
(Las cuales, según H. Alderete, otro divulgador positivista, podrían aumentar asombrosamente. Si es que se contabilizan algunos cadáveres que, según consigna su información, fueron sepultados como NN. Cuerpos calcinados que corresponderían, continúa Alderete, a ilegales e indocumentados).

Para Picca, en el horizonte inmediato asoma, en principio, el “Cromagnon de Sobisch”.
Trátase de un vaticinio relativamente discutible.
El gobernador Sobisch adoptó, sin saberlo, la frontal fórmula utilizada por Laurent Fabius, aquel ex primer ministro francés. Un lúcido socialista que, durante la presidencia de Francois Mitterrand, conducía el gobierno, en ocasión del escándalo de la sangre contaminada. Sangre que fue utilizada, en hospitales públicos, para transfusiones que contagiaron trágicamente de sida a decenas de franceses.
“Soy Responsable pero no soy Culpable”, sintetizó entonces Fabius.

Con idéntica evaluación, Sobisch se hace cargo del crimen. Afirma, frontalmente, que es políticamente responsable. Pero agrega que el presunto culpable está preso y que será juzgado.
En adelante, el destino político de Sobisch se encuentra signado por el alcance de la responsabilidad, que asume. Y por la absolución que, improbablemente, podría depararle el sector de la sociedad que, con repulsión, lo confronta y culpabiliza.
Lo cierto es que difícilmente, con su Cromagnon de un solo muerto, Sobisch pueda disponer del tiempo de defensa que se le concedió a Ibarra.
En su oportunidad, los medios de comunicación fueron infinitamente magnánimos. Merced a la predisposición instrumental de la señora Alejandra. Y a la generosidad de Ibarra.

Con el método de Picca, comparativamente deductivo, el crimen de Fuentealba amenaza, también, con llevárselo puesto, en materia de Cromagnon, a Daniel Filmus.
Sin embargo, para un pensador paraoficialista como Picca, es altamente improbable.
Porque, para Picca, la oposición se encuentra en estado larval.
A pesar de los resquebrajamientos, de la fragilidad del edificio kirchnerista, según el criterio de Picca, "durante varios años más, sólo se va a hacer, en la Argentina, lo que decida Tristán, la Bestia Política que le lleva un campo de ventaja al resto”.
Tristán es -para Picca-, Kirchner.


Caucho quemado

La interpretación predominante indica que Filmus, avalado en la ligera irresponsabilidad presidencial, con el anuncio electoral del aumento de salarios para los docentes desató, en determinadas provincias, una catástrofe sensiblemente financiera. De imposible solución presupuestaria.
La certeza de la impunidad, en Filmus y Kirchner, derivó en otra trampa. Buscaron quedarse con la aprobación meritoria del progresismo de los docentes metropolitanos. Los que debieran votarlos.
Para Filmus y Kirchner, los méritos.
Para los gobernadores y ministros de las provincias, caucho quemado.

El olor del caucho quemado es producido por el incendio de los neumáticos desinflados. Elementos básicamente ideales para las movilizaciones.
Los neumáticos generan un humo negrísimo. Admite la persistencia de extraordinarias imágenes televisivas, para el dramático escenario de fondo de cualquier movilero vocacional.
El electoralismo del Cromagnon, de Filmus y Kirchner, se dirige, invariablemente, en Buenos Aires, hacia el entierro de una ciénaga.
Pretenden, obstinadamente, distanciarse de las ceremonias que generan.
Movilizaciones con cortes y quebradas. Porque quiebran juntos el derecho de circular. De los hastiados ciudadanos que deben habituarse a esta extraña idea de la docencia en lucha. Una docencia ubicada en el contexto de la sociedad que el gobierno construye. Con su interminable serie de crispaciones. Una sociedad en estado de barra brava.


La Protesta Espectáculo

La barrabravificación de la sociedad argentina marca un desarrollado nivel de la Protesta-Espectáculo.
Golpes de palmas que distan de ser aplausos.
Cánticos inspirados en las pasiones deportivas de la hinchada.
Saltos hacia las cámaras televisivas que deben completar la escenografía de la protesta espectacular.
Para registrar, sin atisbos de pudores ni vergüenzas, la actitud desafiante de los luchadores. Los que debieran responsabilizarse por la ejemplaridad de la enseñanza.
Suerte que nadie se atreva a plantear, por una cuestión de temeroso buen gusto, que el colectivo docente no se encuentra, infortunadamente, en condiciones profesionales para encargarse, por ejemplo, de la educación de las próximas generaciones.
Las generaciones que deben formarse para corregir, en un plazo mediato, el desarticulado berenjenal que les dejan, académicamente, los formadores.

Sin remitirnos a la jactancia de un Nicolás Avellaneda, en identificados ámbitos de la otredad, los ministros de educación pudieron llegar a la presidencia de la república.
En Chile fue Ricardo Lagos. En México fue Zedillo Ponce de León. En Francia, Lionel Jospin alcanzó a competir, incluso, por la presidencia.
Entonces debería celebrarse que en Buenos Aires, un ministro de Educación, como Filmus, se encuentre en situación de postularse como alcalde.
Sin embargo, en su caso, representa una afrenta el intentarlo. Sobre todo cuando la docencia, durante su gestión, se encuentra, como otros sectores de la sociedad, en estado de barra brava.


Un jefe debe bancar

Con su moderación elaborada, Picca insinúa que Macri, por su pasión desmedida por tomar distancia de Sobisch, también resulta afectado por el crimen de Fuentealba.
Porque Macri debería evaluar que su espacio natural, aunque le pese, es el centro derecha.
En determinados costados de aquel imaginario ideológico, predomina un culto simultáneo hacia el coraje. También hacia otros valores prescindibles, que tienen que ver con la hombría. Con algún código parecido al rescate del honor.
En definitiva, Macri, aunque después aclare y acuse malentendidos, debería autopersuadirse que, si tiene aspiraciones de ser jefe político, debe, ante todo, bancar.
Sobre todo a aquellos que mantienen, con un aspirante a Jefe, como él, pactos implícitos de cierta intransferible caballerosidad que no estimulan los consultores de imagen.
Resulta extraño el comportamiento confuso de Macri. Sobre todo por la ascendencia cultural italiana, que conecta con los códigos de cierto neorrenacentismo, maravillosamente descripto por Francis Ford Cóppola.
Para decírtelo, Mauricio, en latín:
Ningún Padrino, aunque sea caricatural, debe abandonar, nunca, a nadie de los suyos. Menos en un mal momento, así cunda el riesgo de la soledad. O del desprestigio.
“A los muchachos, Mauricio, les gusta, convencete, que un Jefe, si quiere ser Jefe, banque”.
Caso contrario, sobran las actividades.

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