miércoles, 30 de julio de 2008

LA DEMOCRACIA

La democracia republicana,

por Guillermo Lascano Quintana





Una Nación como la República Argentina, tiene normas que regulan no sólo el comportamiento de la ciudadanía. También y quizás primordialmente, el de sus gobernantes, que deben atenerse a lo que aquellas establecen.



Es en ese marco que debe analizarse la situación creada por el resultado de la votación en el Senado de la Nación. Estamos, aunque nos parezca sorprendente ante tanta arbitrariedad y despotismo, frente a algo que ocurre recurrentemente en muchos países del mundo, especialmente en los más desarrollados y civilizados. El juego de las instituciones – en este caso el Senado, representativo de las provincias que componen la Nación- puso fin a una disputa que comenzó siendo impositiva y culminó como una reacción en cadena que revitalizó la república.



Esto ocurre en EE.UU., en Gran Bretaña, en España y aunque parezca raro también sucedió, hace pocos meses, cuando los venezolanos votaron en contra de la pretensión del presidente Chávez, de perpetuarse en el poder. Muy recientemente, el Congreso de Brasil, tumbó una propuesta de Lula da Silva. Y la vida cotidiana continúa, sin mayores descalabros ni reacciones épicas, revolucionarias o refundacionales a las que somos tan propensos los argentinos.



Hay que distinguir, para no confundirse, ni caer en el juego del gobierno, lo institucional de lo político. En realidad son los dirigentes quienes tienen que ser cautos.



No debe interpretarse que esto es el fin del gobierno, en su faz institucional. Son los gobernantes, golpeados por la realidad, quienes deberán medir muy bien que actitud tomar, frente al revés sufrido por la decisión del Senado de la Nación.



La magnanimidad no ha sido la característica de Nestor Kirchner ni la de Cristina Fernández. Tampoco ha sido la conducta de gran parte de sus seguidores, que han atropellado y vulnerado el honor, la libertad y la hacienda de vastos sectores, administrando los intereses públicos como si fueran privados y promoviendo enfrenamientos estériles. Son herederos "putativos", además, de quienes en los años de plomo, despreciaron el orden y la voluntad popular, con la consigna de ser "vanguardias esclarecidas".



Lo mejor que puede suceder es que la ciudadanía esté alerta y satisfecha y los gobernantes y dirigentes políticos y sociales, transmitan la tranquilidad de lo que debería ser el cotidiano juego de las instituciones de una democracia republicana.



Ya llegará el día de elegir nuevos representantes, primero y otro presidente, después. Será entonces cuando los argentinos deberemos apostar por un futuro de libertad, justicia y progreso para todos. Mientras tanto dejemos que la república se consolide y que cada cual se haga cargo de sus conductas.

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