Y SE NOS FUE DE REPENTE
ALBERTO Y LA INSOPORTABLE ESENCIA KIRCHNERISTA
Por Fernando Paolella
Al final, luego de cuatro meses de poner la caripela y quedar como un gil, Alberto Fernández dio un portazo y se fue nomás. En una tarde gris de julio, le mandó una carta a Cristina Fernández y dijo que ya no se sentía parte del elenco estable. Luego de cinco años ininterrumpidos como jefe de Gabinete, el ex muchacho prodigio de Domingo Cavallo y luego de Eduardo Duhalde, se ha ido.
En el fondo, verle la cara de desazón cada vez que tenía que dar un asunto digitado por Néstor, que por ende recalentaba la cuestión del campo, daba un poquito de vergüenza ajena. Pues a veces, en esas bizantinas reuniones con la mesa de enlace, daba la sensación de que el tipo de veras quería llegar a un acuerdo sensato. Pero la paranoica psicopática de los Kirchner, atrincherados en Olivos como si se tratara del asedio de Stalingrado en versión "trucha", terminó venciendo la resistencia de alguien que posaba a veces de imperturbable.
"No tenía sentido permanecer en un lugar donde costaba sostener lo que pensaba", alegan que dijo a modo postrero. Es que debe ser jodido tratar de pararse como un virtual primer ministro frente a una pareja que se maneja como si este país fuese una monarquía autoritaria. Más de una vez se habrá sentido en la corte de un zar despótico, onda Iván el Terrible, un punto que si osaste contradecirlo o te mandaba de almuerzo a los lobos en Siberia o te sacaba de lugar la cabeza.
Quizá como hombre de confianza, depositario de todos los secretos y cultor acérrimo de la verdad oficial, habrá extrañado cuando estaba al servicio de Eduardo Duhalde, quien seguramente ahora esbozará una sonrisa de conmiseración ante su autoeyectación.
Un looser
Para nada amables fueron los piqueteros rentados K, quienes a través de la pluma de Humberto Tumini le dedicaron al renunciante un lapidario epitafio: "Condujo sistemáticamente estrategias de derrotas en el distrito de Capital Federal. La última de ellas, y la más grave, dividir confrontando entre si las fuerzas progresistas de la Ciudad, brindándole en bandeja el triunfo a Macri. Promovió en acuerdo con el shuberoffismo, al entonces decano de Derecho, Atilio Alterini, de pasado vinculado a la dictadura, como rector de la UBA. Sostuvo que el grupo Clarín era un aliado del proyecto nacional en curso, y favoreció todo tipo de concesiones al mismo.
Y finalmente creyó que la Sociedad Rural aceptaría también sin problemas las retenciones móviles, al tenerla caracterizada de amiga, desarmando así inicialmente al gobierno para el conflicto que inevitablemente se abriría al tocarles las súper rentas a la oligarquía. Es bueno entonces que haya abandonado el gobierno. Fiel a su historia, usó el canal Todo Noticias para hacerlo."
En rigor de verdad, no se lo puede calificar como un perdedor, es de muy mala leche hacerlo. Pero no se puede esperar otra cosa de sujetos como el nombrado, quien junto al inefable Luis D'Elía constituyen la avanzada payasesca de este cachivache.
Aquel presidente de la juventud del Movimiento Nacionalista Constitucional, liderada en 1983 por el legendario Turco Aseff, nunca posó de progresista como sus jefes, ni tuvo empacho en parecerlo siquiera. Supo jugar fuerte, apostar con todas las fichas pero le cambiaron los números los dueños del casino. Y vaya si así fue, pues según trascendió el fin de semana pasado en Olivos tuvo lugar una furibunda discusión entre los K y al citado ahora ex ministro: "En la intimidad de Olivos son comunes las interminables charlas políticas. Pero en los últimos días tomaron otro color, ya que estaba sobre la mesa de análisis la crisis política que atraviesa Cristina, luego de la derrota en el Congreso. Ya había pasado el enojo K y la amenaza de renuncia del matrimonio por el voto negativo de Julio Cobos. Entonces llegó el momento de ver los caminos a tomar. Allí Fernández expuso su profundo enojo con la línea de funcionarios que responden al ministro Julio De Vido, y en especial mostró su encono con el polémico Guillermo Moreno. Fue en ese momento que Fernández pidió abiertamente un cambio de estilo en la gestión y fustigó el manejo del INDEC y el proyecto del Tren Bala. Los dardos apuntaron al sector devidista -hoy claro ganador en la interna gubernamental- y propuso la salida de Moreno, y otros tres secretarios: Ricardo Jaime, Javier De Urquiza (ya renunció), Romina Picolotti y Enrique Albistur. Néstor y Cristina fueron tajantes y se negaron a los cambios. Un ladero del ex funcionario admitió que Fernández se fue de Olivos con la sensación de que los Kirchner permanecían cerrados en su postura, por lo que en ese escenario "se había terminado su ciclo". Con la decisión tomada y enfurecido por la exposición pública que exhibieron en los últimos días De Vido, Jaime y Moreno, Alberto redactó antes de ayer a la noche la renuncia y a primera hora de ayer circuló en los medios, desatando la ira K", según el sitio Total News.
Frente a la blindada estrechez mental del dúo, Alberto Fernández se dio cuenta que estaba de más. Es que a veces sucede, felizmente y que el ejemplo cunda, el que tiene que hacer siempre de gil se pudre y se saca el disfraz.
La cuestión es que pasará luego de esta decisión que provocó sin duda alguna iracundia en las filas oficialista. Pues el panorama está demasiado confuso, plagado de neblinas heladas luego de que la semana pasada naufragara la polémica 125.
Pues que por más que eviten, fieles a su estilo, mencionar el tema, tanto Néstor como Cristina deben percibir que afuera de los muros rosados la cosa aún sigue estando álgida.
Fernando Paolella
Buenos Aires - Argentina
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