Parque Tres de Febrero: tierras públicas, negocios privados
Inaugurado un 11 de noviembre de 1875, su denominación coincide con la fecha en que por esa época se conmemoraba el aniversario de la batalla de Caseros y la consecuente caída de Juan Manuel de Rosas al que en 1852 el bando ganador le incautó todas sus propiedades ubicadas en la provincia de Buenos Aires. Esta confiscación incluyó los terrenos de Palermo en donde en la actualidad se encuentra emplazado el Parque y que eran usados por el gobernador Rosas como residencia y sede del gobierno de la Provincia.
Con una calificación de A. P. H. (Área de Protección Histórica), el Código de Planeamiento Urbano de la Ciudad de Buenos Aires define a esta área como un espacio que por valores históricos, arquitectónicos, simbólicos y ambientales poseen un alto significado patrimonial, siendo dignas de un tratamiento de protección de sus características diferenciales. Lo cierto es que nada de eso sucede en el Parque Tres de Febrero y que, por el contrario, la zona es un coto de caza para todo tipo de aventuras económicas al por mayor: extrañas concesiones vencidas, entregas de inmensos terrenos al Estado Nacional, un gran shopping japonés usurpador que factura como el mejor supermercado transnacional y negocios de toda índole que muestran a las claras la robustez de la iniciativa privada en esa extenso pulmón oxigenador de la Capital Federal.
Corridos hace unos años de la zona edilicia de Pacífico, los travestis recalaron a unas cinco cuadras de ahí, precisamente en el anillo de circunvalación del Rosedal, quizás, la mejor y única zona medianamente atendida del Parque Tres de Febrero. Hay quienes aseguran que en ese circuito poblado de adultos y niños durante las horas del día, desarrollan con frenesí su promesa de sexo callejero al caer las primeras oscuridades de la noche.
Masculinos-femeninos, algunos de la talla de Shaquille O Neal, en poco tiempo lograron convertir al Rosedal en un famoso y obligado circuito turístico. Incluso, rondan fábulas urbanas que hablan de un millar de escenas sexuales por noche llevadas a cabo entre las sombras que brindan una tupida arboleda, arbustos gigantes, el casi inexistente alumbrado público del lugar y cuatro mil teóricos potenciales clientes que al final de cada jornada y hasta la madrugada del día siguiente recorren la zona en sus automóviles.
Ahora el gobierno porteño, interesado como los anteriores en una actividad comercial que no registra monotributistas, ingresos brutos y libretas sanitarias, y en un todo de acuerdo con la Asociación que los agrupa, ha dispuesto mudar a los travestis a otra zona del Parque próxima al denominado Lago Regatas. Los funcionarios aseguran que la nueva comarca contará con efectivos policiales (algo que los trabajadores del sexo siempre han rechazado), baños químicos, cestos bacteriológicos y que, además, por el mismo precio se les brindarán charlas semanales de educación sexual aunque se estima que los profesionales de la salud encargados del tema podrían dirigirse a ese lugar más que a dar instrucción, a recibirla.
A banderas desplegadas se advierte como quimérico suponer que la actividad de escaparate que llevan a cabo unas tres docenas de travestis en el Parque ronda en base al ofrecimiento de sexo. Eso ni se podría asegurar en base a la cantidad de automovilistas que noche dan "la vuelta al perro" en busca de un simple esparcimiento voyeurístico. El negocio debe ser otro. Se daría en situaciones en que un automóvil detiene su marcha frente a uno de los trabajadores y sus ocupantes conversan face to face con el oferente que se ha acercado lo suficiente como para haber apoyado sus antebrazos en el marco de una de las puertas delanteras. Todo es entre conocidos. Nada de actividades ardientes. Sólo tratos privados que se realizan en terrenos públicos.
SALINAS BOHIL
CORREO DE BS AS
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