jueves, 24 de julio de 2008
RESISTIRE !!!
"¡VOY A RENUNCIAR!" Por Carlos Manuel Acuña Uno de los síntomas más precisos acerca de la falta de poder político que se ha instalado en el país, es el suceso ocurrido la misma noche en que el gobierno fue derrotado en la votación por las retenciones móviles en el Senado de la Nación. Mientras la pareja presidencial miraba en su gran televisor de plasma el desarrollo de la sesión, cuando ya podía presumirse que el gobierno saldría derrotado por el desempate del vicepresidente de la República, surgió una severa discusión - no era la primera - entre Cristina y su marido por las causas y razones del desarrollo de los acontecimientos. El único testigo, Carlos Zannini, secretario Legal y Técnico de la Presidencia, se mantenía prudentemente al margen de las imprecaciones que centralizaban el temario del matrimonio, hasta que el cariz que adoptaba el intercambio de conceptos y palabras bordeaba el límite de lo tolerable. Ante la situación, Zannini comenzó a terciar hasta que Cristina, a los gritos, le anunció a Néstor, su marido y socio, que renunciaría al cargo de presidente de la República. El peso de esta afirmación aceleró la crisis que en secreto se desarrollaba en las intimidades de la residencia de Olivos, hasta que Néstor, furioso, debió soportar el desplante de su mujer que le pidió que se retirara. Con un portazo, el ex presidente lo hizo, anunció su viaje a Río Gallegos para asistir al entierro de un amigo que hacía años que no veía y a los gritos anunció que "ya me vas a llamar". En ese momento, votaba Cobos el desempate y ponía sobre el tapete la primera derrota de envergadura que debía soportar el gobierno. Esto mismo aceleró la crisis espiritual de Cristina que por un corto momento estuvo en condiciones de sopesar la dimensión de la derrota, una sensación cuyas consecuencias posibles rápidamente se esfumaron para dar paso a la certeza de lo que ocurría. Su primera reacción fue la de insistir en su alejamiento, no afrontar la nueva realidad político - institucional que se instalaba con fuerza en el escenario y comenzaba a crecer en medio de confusas contradicciones pero con un claro mensaje y un convencimiento central: el gobierno se había equivocado, el campo en su conjunto había triunfado y esa victoria iba más allá de lo simplemente sectorial y se convirtía en un hecho de dimensiones superiores. Tal vez, más allá de sus fuerzas, Cristina reiteró su decisión ante lo cual Zannini, con una serenidad y firmeza que ignoraba de donde provenían, vio cómo se derrumbaba el esquema de poder al que pertenecía y donde su influencia era casi determinante con la media docena de personas principales que lo acompañaban en el máximo nivel de gestión. Entonces comenzó a hablar. Lo hizo lentamente pero con convicción suficiente para trasladarla a su interlocutora de circunstancia y pronunció palabras y argumentos suficientes para ser entendido. Zannini sabía que la derrota tendría alcances importantes, tal vez definitivos, y que para enfrentarla era imprescindible mantener la unidad - al menos en apariencia - de la conducción del Estado. Con paciencia y mientras avanzaba la madrugada, logró convencer a la presidente de que no era el momento de reaccionar con tanta intensidad, a lo que Cristina, luego de escuchar largas frases de reclamo a la serenidad, respondió que mantendría las formas políticas pero que quería estar preparada para cuando llegara el momento de una despedida que a esas horas consideraba inevitable. "No quiero que me tome de sorpresa", dicen que dijo y agregó que ese momento llegaría de golpe. Su idea consistió en preparar el texto "para no demorararse cuando llegara ese momento", al que de alguna manera definió como cercano, aunque señaló que si bien modificaría su elenco de colaboradores "elegidos dentro de la misma línea que hemos seguido hasta ahora" de ninguna manera era su intención alterar el sentido del proyecto político, social y económica que todavía presidía, aunque fuera en las formas. Luego vino un paréntesis, se impuso el cansancio y el sueño reparador de un día trágico para el poder en cuya cima estaba instalada y ya entrada la mañana del día siguiente se despertó a la espera de una nueva jornada para la que carecía de explicaciones verbales y del ánimo necesario para soportar lo que comenzaba a comprender. Durante la mañana, después que los calmantes ayudaron para el descanso, llegaron las especulaciones acerca de cómo debía comportarse frente a la nueva realidad. La primera decisión y el correspondiente consejo que acató casi totalmente, fue alejarse de las consecuencias y las correspondientes reflexiones que la opinión pública esperaba. Sólo tuvo una frase tangencial contra Cobos cuando habló en Resistencia. El demorado viaje al Chaco para inaugurar una pista de aterrizaje vino de perillas para la actuación y el teatro y a su regreso a Buenos Aires y al fárrago de las versiones y las presiones, sólo necesitó esperarlo a Néstor que volvía desde el Sur, desde la también conflictiva Santa Cruz. Cuando llegó, puso en movimiento la historia, el proceso y las alternativas que ahora vivimos.
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