miércoles, 30 de marzo de 2011
EMBLEMA DEL SAKEO
YPF: el emblema del saqueo kirchnerista
UNA DE LAS MÁS ATROCES ESTAFAS DE LA ARGENTINA
YPF: el emblema del saqueo kirchnerista
La historia del saqueo kirchnerista a YPF va a superar ampliamente al desastre que le causó a esta ex empresa estatal el menemismo en los años noventa al privatizarla (medida con la cuál Néstor Kirchner estuvo completamente de acuerdo y celebró con entusiasmo, además de embolsarse u$s 550.000.000).
El ex presidente hizo verdaderos malabares para extorsionar al grupo español encabezado por Antonio Brufau con el fin de lograr que Repsol le vendiera una parte de la "joya" energética argentina al grupo Petersen, capitaneado por Enrique Eskenazi, un viejo socio del patagónico que compró por migajas el fundido Banco de Santa Cruz, liquidadas alegremente Néstor y Lázaro Báez, su gerente, en un maniobra que les debió haber costado la cárcel, si se hubieran seguido los mismos parámetros del ex Banco Social de Córdoba, donde Jaime Pompas fue condenado a nueve años de prisión.
Kirchner logró su cometido y hoy Sebastián Eskenazi es el CEO de YPF sin haber puesto casi un peso, en una maniobra financiero-económica que no registra antecedentes en la historia de las transacciones petroleras.
Mientras en otras partes del mundo se mata y se declaran guerras por el crudo, aquí los ibéricos casi "regalan" el manejo de la empresa a un grupo insignificante, sin el más mínimo antecedente en este sangriento y despiadado negocio.
Concretamente, los Eskenazi compraron YPF con los propios dividendos de la empresa, que, a pesar de su debacle, va dejando enormes ganancias porque no re-invierte. La firma va hacia el abismo acelerando más y más su marcha, sin importar el trágico final que le espera.
A la hora de estrellarse, sus nuevos dueños ya se habrán hecho inmensamente ricos.
Ayer, se conoció que el horizonte petrolero de YPF no va más allá de un lustro, algo con lo que se venía especulando. A Brufau lo acusaron los accionistas de haber convertido una gema petrolera en una compañía meramente destiladora, ya que desde hace una década la producción de la empresa creada por el general Mosconi cae en el orden del 3 por ciento anual.
Como se recordará, ocho ex secretarios de Energía de la Nación (Emilio Apud, Julio César Aráoz, Enrique Devoto, Roberto Echarte, Alieto Guadagni, Jorge Lapeña, Daniel Montamat y Raúl Olocco) suscribieron un reciente documento en el que acusan al kirchnerismo de haber dilapidado en ocho años nada menos que 100 mil millones de dólares en reservas de "oro negro".
¿Cuáles son las cifras del fenomenal timo?
Las reservas probadas de petróleo de YPF representan hoy sólo el 35% de las que compró Repsol en 1999. En aquel momento tenían en los yacimientos 1517 millones de barriles y hoy subsisten apenas 531 millones de barriles de reservas probadas.
Lo más importante, para el final
¿Cuál fue el secreto para perpetrar tal desfalco de forma alevosa y sin pagar mayores consecuencias?
La respuestas es tan sencilla que mueve a una amarga risa.
Simplemente, a diferencia de cualquier país serio del mundo, el estado nacional no tiene caudalímetros en los oleoductos y los pozos, por lo cual las compañías (YPF, Cristóbal López, Lázaro Báez, Pan American o Total) se llevan todo lo que quieran firmando una simple declaración jurada, ya que la Argentina no tiene capacidad para inspeccionar nada de lo que la industria hace.
Las dos grandes fuentes de corrupción de la política patagónica son la pesca y el petróleo. Una está bajo el agua y, cuando desaparecen las especies depredadas, los técnicos marinos siempre encuentran explicaciones para estos "fenómenos" ictícolas.
La otra está bajo la tierra y los estados nacionales y provinciales no tienen mapas geológicos adecuados para probar el fraude sistemático a que fuimos conducidos.
Este es un tema de campaña. De esto deberían hablar día y noche los candidatos de la oposición.
Se ha materializado la más atroz estafa, malversación, pillaje, atraco o como usted quiera llamarlo sin que a la mayoría de los candidatos —con excepción de Pino Solanas y “Lilita” Carrió—, se les mueva un pelo.
Marcelo López Masia
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