lunes, 27 de agosto de 2007

DERRIBAR LA REPÚBLICA FICTICIA

DERRIBAR LA REPÚBLICA FICTICIA

Por Gretel Ledo (*)

“…no tengan miedo ni se desanimen por los rumores que se escuchan; todos los años hay nuevos rumores…y todos los gobernantes se pelean. ¡Salgan ya de Babilonia…! Aunque Babilonia tenga murallas tan altas como los cielos, yo voy a enviar un ejército que derribará esas altas murallas...Yo dejaré Babilonia en ruinas y pondré fin a sus fiestas”

Jeremías 51

Podemos trazar un paralelo entre la Babilonia corrupta y la actual fingida República.

La República (del latín res publica) es una forma de gobierno representativa en que el poder reside en el pueblo personificado en un jefe supremo llamado presidente. Hasta aquí la definición formal pero ¿qué sucede en la práctica? Las concentraciones exacerbadas de poder dibujan nuevas acepciones para la teoría política. Ya no reside el poder en el pueblo sino más bien en una clase política viciada de mañas.

La figura platónica del filósofo gobernante guiado por el principio más elevado de la idea del bien resulta ajena a nuestro gobierno. Un verdadero dirigente es quien desciende a la caverna, donde se ubica la sociedad civil, para contar con una visión más clara del bien común. No ha de buscar el gobierno con miras al provecho propio sino que es preciso, por amor a la comunidad, que abandone aquella visión de morador en tierra foránea.

La profunda vocación de gobierno coloca en segundo plano las aspiraciones políticas personales y en primer plano la ética del servicio ciudadano. Para dar paso a la solidez republicana se debe renunciar al posicionamiento individual. Los argentinos como espectadores inertes observamos la recta final hacia las elecciones presidenciales. El avasallamiento constante a la división de los poderes, el saqueo descarado hacia el Estado, que en definitiva somos nosotros mismos, a partir de los sucesivos escándalos de corrupción provocan la búsqueda denodada de una alternativa política. Ahora bien, ¿qué sucede en las filas de la oposición? ¿Será posible una fórmula superadora a la mezquindad política de turno? ¿Habrá lugar para grandes coaliciones?

Durante el gobierno de Augusto (27 aC al 14 dC) se inaugura una hábil política que restaña las heridas de la guerra civil y asegura el buen funcionamiento administrativo del Imperio. La clave: una reforma moral de la sociedad romana. Se procura fortalecer los vínculos familiares y restaurar las tradiciones culturales.

Los superpoderes, las intervenciones a organismos públicos, las estrategias para la sucesión indefinida en el poder, la realidad paralela trazada por el oficialismo hablan de una dirigencia que gobierna para el beneficio propio. La búsqueda de laureles deshonrosos aniquila al verdadero espíritu de una República.

La República ficticia perturba el alma de una Nación. Un pueblo que está despertando de un sueño sempiterno reclutado bajo las filas muertas que enrolan habitantes y no ciudadanos.

Bajo esta óptica en que se han tergiversado los roles, los gobernantes han borrado de sus juramentos el compromiso con el alter (el otro), el prójimo que es el próximo: el pueblo.

Platón no concebía la felicidad y la moralidad del hombre en una ególatra relación hacia sí mismo, sino en un necesario comportamiento honorable hacia los demás. En esta búsqueda definimos una República con instituciones sólidas a aquélla cuyos gobernantes sean hacedores de ejemplos para el imaginario colectivo y no hacedores de mentiras.

En estos tiempos en que ya no se habla de ideologías, la protagonista debería ser la moral juntamente con la honestidad y la ética. Bajo esta óptica no estaríamos retrocediendo, al contrario, seríamos partícipes de una verdadera República. Claro, la oposición también debería dejar de lado las apetencias personales. ¿Será la coalición Carrió-López Murphy la unidad necesaria para derribar las fronteras de esta República ficticia que supo levantar el gobierno?

La fiesta de unos pocos culminará cuando el pueblo retome sus vestiduras de soberano. Recién ahí habremos inaugurado la República Argentina porque los muros de Babilonia habrán caído por completo.

(*) Gretel Ledo es Abogada en Derecho Administrativo, Politóloga en Estado, Administración y Políticas Públicas y Asesora Parlamentaria.

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