Joubert, un pensador francés, decía que como la dicha de un pueblo depende de ser bien gobernado, la elección de sus gobernantes pide una reflexión profunda. Y este pensamiento nos lleva a preguntarnos sobre si la sociedad argentina, en las últimas décadas, ha reflexionado debidamente a la hora de elegir y, en todo caso, si una parte importante de esta sociedad está capacitada para la reflexión profunda de la que hablaba el francés.
Por Alberto Fuentes
Los últimos sondeos indican que el oficialismo lleva una clara ventaja con miras a las próximas elecciones presidenciales y a cualquier analista de un país ordenado le costaría entender esto cuando en los últimos tiempos arrecian las denuncias sobre actos irregulares y de corrupción de manera permanente en el seno del gobierno. Y esto puede entenderse por dos razones: O una buena parte de la población no cree que estas denuncias sean ciertas (lo que equivaldría a sostener que son campañas pergeñadas para desacreditar a los hombres del gobierno) o bien directamente a esa parte de la población (mayoritaria) no le importa en absoluto que sucedan estos hechos. Si es este último caso, podría decirse que la mayoría argentina prefiere este tipo de modelo gubernamental.
Lo cierto es que la mayoría argentina es bastante particular en algunas cuestiones. Por ejemplo: Salió a festejar la recuperación de Malvinas, apoyó la osada cruzada de los generales de entonces, pero después cuestionó severamente al régimen y de la noche a la mañana se hizo social demócrata de la mano de Alfonsín. Pero no conforme con el caudillo de Chascomús, un excelente parlanchín, también le dio la espalda y se pasó al neoliberalismo de Menem, a quien eligió en dos ocasiones sucesivas. Durante los años de la compra fácil de productos importados, a muy pocos se les ocurrió criticar el modelo, y hasta algunos de los que hoy lo critican se habían anotado como importadores de baratijas, vestimenta, herramientas, bicicletas, autos y todo lo que al lector se le ocurra. Hoy Menem es un verdadero demonio y no puede ganar, siquiera, en su propia provincia.
Pasemos el caso de la Rúa, pero pongamos el ojo, estimado lector, sobre el artífice de la parcial recuperación económica argentina: el doctor Eduardo Duhalde. De haber sacado al país de la postración en que se encontraba (sin que ello signifique que lo haya salvado) ha sido condenado hoy a ser un cadáver político.
Pero hay más: Quien fue el hacedor del programa económico que hoy persiste y que paró la infección económica argentina (un hombre talentoso y honesto) parece que será condenado a que pierda las elecciones en la próxima contienda electoral.
La ganará la señora Cristina, quien durante muchos años, todos los años de su vida, vivió en Santa Cruz, fue senadora de ese distrito, pero por obra y arte de la magia criolla terminó siendo senadora por la provincia de Buenos Aires. No importará, a la mayoría argentina, los casos Micelli, Skanska, la valija con efectivo pasada por el aeropuerto, los radares que no funcionan, el caso de las armas, el Ministerio de Defensa y el juez Tiscornia, los miles de argentinos que mueren al año víctimas de la delincuencia que el Estado no resuelve, ni ninguna de las cuestiones que la prensa nacional e internacional han denunciado.
En realidad, y según algunos catedráticos de la calle, “lo que le importa a gran parte del pueblo argentino es la panza”¿Y cómo debe ser comprendido el concepto de “panza”? ¿Qué se quiere significar con la panza? Parece que la “panza argentina” es el litrito de vino y el asadito para el pobre (que se conforma con ello garantizado con un plan jefas y jefes); el sueldo del burgués que le permite tener el auto, la tarjeta de crédito y las zapas Nike; la cuenta bancaria del que está algo por encima del burgués vulgar y las grandes posesiones de aquellos que gracias a una injusta distribución de las riquezas acumulan cada vez más. Es decir, estimado lector, cada cual se conforma con su “panza” y mientras esa pancita esté cómoda en su mansión, en su departamentito o en su ranchito, que “arriba hagan lo que se les cante”. El problema es que la panza es un tanto miope, porque el cantar de arriba tarde o temprano llega abajo y entonces, tarde, suelen aparecer las cacerolas. En fin...,
Hace mucho tiempo Poncela, el escritor español, dijo que los políticos eran como los cines de barrio: Primero te hacen entrar luego te cambian el programa, el problema con algunas pancitas argentinas es que parece que cualquier película les viene bien. Y entonces queda flotando en el espacio la gran pregunta: ¿Las consecuencias de una sociedad degradada en muchos aspectos, es sólo responsabilidad de los líderes?
Para Pensar
*El miedo es el principio de la derrota y la madre de los fracasos
*Sólo deberíamos temernos a nosotros mismos
*No seas esclavo de tu vida, nacisteis para ser soberano de ella
*El éxito de la vida no es vencer siempre sino no desanimarnos nunca
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1 comentario:
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Gracias!
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