Nada que esperar de Cristina
Más allá de la escasa formación intelectual de Néstor Kirchner, que permite que con muy poco sea superado por su esposa, llama poderosamente la atención ver cómo, en nuestro país, se ha desvirtuado el espíritu de nuestra Constitución.
Me refiero a que la senadora Fernández (que es como prefiere que se la nombre) no puede desconocer que nuestra Carta Magna define, en su comienzo mismo, la filosofía de vida que nuestro pueblo ha adoptado para vivir, que es la forma representativa, republicana y federal.
Hoy, vemos cómo Hugo Chávez mantiene un autoritarismo vergonzante en la República Bolivariana de Venezuela, donde la democracia que la senadora Fernández reconoce en esa Nación ha barrido con el derecho de propiedad, la libertad de expresión y el principio de división de los poderes, todo ello apoyado por un bochornoso congreso que responde a los burdos intereses del presidente.
Esto pone en evidencia que, para la rejuvenecida dama, la idea de democracia se reduce a sumar las voluntades de un montón de personas que, en un determinado momento, cada 4 años, ponen su boleta en la urna, ignorando nuestra Constitución, que no hace referencia a la democracia,
sino a la representación del pueblo, de todos los argentinos, no solamente de algunos, así sean la mayoría.
Para nosotros, son fundamentales la división y el control mutuo de los poderes y el respeto de los derechos individuales y de las minorías, entre otras muchas cosas que, al no cumplirse (como en el país caribeño), ponen en riesgo los valores republicanos que ella promete defender.
Algo no le reprocho a la primera dama: ella cree firmemente en la postura de Chávez, no la apoya por oportunismo ni por conveniencia, sino que está convencida de que esa es la verdadera democracia. Lo que sucede es que ella ha olvidado el verdadero sentido del estado de derecho y del gobierno de la ley y, hoy, su preocupación estriba en conseguir, de cualquier forma, los votos que le permitan acceder a la primera magistratura, superar de la mejor manera ese simple acto burocrático para conservar las formas.
Lo que venga después no importa; siempre habrá tiempo para acomodar todo comprando voluntades y así continuar con el avasallamiento de los principios fundados en nuestra Carta Magna. Me preocupa sobremanera que, en general, no se advierta la gravedad de que la candidata Fernández defienda y comparta las violaciones sufridas por gran parte de los venezolanos. ¿Será que los argentinos hemos olvidado lo que nuestra Constitución esperanzadamente definió como nuestra filosofía de vida?
Estoy convencido de que muchos ya se han dado cuenta y el hecho de que hayan reemplazado al candidato dentro de la pingüinera marca la caída en la imagen de una de las administraciones más corruptas de nuestra historia. Ya no son sólo la derecha y la Iglesia los que critican; la gente, en general, ha advertido la mentira oficial y sólo resta que la oposición se organice y ofrezca una alternativa viable para que, afortunadamente, ya no tengamos nada que esperar de Cristina.
Gabriel Rayes
Ushuaia
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