miércoles, 22 de agosto de 2007

DISKURSO ESTILO KRISTINA

El discurso estilo Cristina

Por Gabriela Azzoni Especialista en discurso político

El semiólogo Giovanni Sartori creó el concepto "video política" para dar cuenta de la especial relación de mayor o menor proximidad entre el ciudadano -teleespectador- y el político -teleemisor- , cuyo principal vehículo de comunicación es la imagen. En este marco, la TV -como medio masivo- tiende a focalizar la política desde una perspectiva dominada por la lógica del consumo y del espectáculo. Este fenómeno conocido como "espectacularizació n de la política" intenta hacer de la noticia política un producto atractivo para el øë, condicionando la propia naturaleza de la actividad proselitista.

Es así como los actos políticos son pensados para ser transmitidos por TV de forma tal que los verdaderos destinatarios de los mismos no son los que asisten a los mismos sino los telespectadores- votantes.

En este contexto todo comunica: no sólo las palabras con su carga semántica específica, sino además el tono de voz, los gestos, las miradas, la postura y la estética del orador. Como así también la puesta en escena en la cual el disertante es el centro. Todo coadyuva a la construcción de la imagen del candidato, que se multiplica en millones de pantallas.

El estilo discursivo de Cristina Fernández de Kirchner se presenta barroco, es decir, excesivamente cargado de gritos, admoniciones, crispaciones y ademanes. Estos excesos o barroquismo generan una imagen de una densidad tal que termina constituyéndose en una barrera, la cual impide lograr la empatía imprescindible para persuadir a los teleespectadores- votantes, que conforman un público bastante diferente de aquel integrado por los simpatizantes o adherentes que acompañan a la candidata en los recintos.

Su estilo premioso, frío, distante, autoritario y soberbio no hace permeables sus palabras en la ciudadanía, es decir, dificulta la penetración de su mensaje en la mente y en el corazón de los electores. No se puede intentar lograr la adhesión de la ciudadanía generando en ésta la sensación de estar siendo amonestada desde un atril de campaña.

Sus palabras cargadas de excesos no seducen, no envuelven, no fascinan, no resultan agradables al oído y mucho menos a la vista. Todo lo contrario, generan resistencia o hasta cierto rechazo.

¿Son necesarios estos desmadres para transmitir convicción, seguridad, solidez?

¿Por qué recurrir a ellos si obstaculizan cualquier intento de identificació n con el electorado -sobre todo con aquella porción que aún no tiene decidido su voto?

¿Es todo esto una estrategia de posicionamiento de la candidata -una manera de hacerla aparecer ante el electorado- o es simplemente la esencia de Cristina Fernández de Kirchner?

Aristóteles, en "El arte de la retórica", señala como uno de los atributos más importantes del orador la benevolencia (eunoia) que implica no confrontar, no agredir, intentar ser simpático y alcanzar una complicidad con el auditorio.

Esta cualidad debe manifestarse especialmente al comienzo del discurso porque es un momento de seducción, en el que se busca capturar la atención y lograr cierta afinidad con los destinatarios.

Sin embargo, Cristina Fernández de Kirchner -en el lanzamiento de la fórmula presidencial oficialista- optó por reprender a sus propios simpatizantes apostados en el Luna Park cuando coreaban: "Se siente, se siente, Cristina presidente", debían utilizar el femenino para ir acostumbrándose a la idea de las mujeres en la política.

Otro momento importante de los discursos es el epílogo, porque es cuando se brinda el impulso final para que el auditorio se vuelque a favor o en contra de lo que se le ha presentado.

Curiosamente todo el discurso de Cristina Fernández de Kirchner fue un intento por justificar el confuso y hasta tautológico concepto "concertación plural". Sin embargo, las negaciones que prácticamente cerraron la presentación tiraron por la borda el propósito inicial, ya que funcionaron como la constatación de las verdaderas intenciones del "proyecto" puesto que la negación, tal como sostiene Freud, es en realidad una afirmación y esa afirmación constituye una verdad que expresa el inconsciente. La negación es un recurso impuesto por la censura para poder hacer la afirmación: "Este no es un proyecto individual. No es el proyecto Cristina presidente". Parece, además, que la candidata todavía no tiene incorporado el femenino que -sin embargo- le reclamaba a sus adherentes.

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