¿Adónde vamos ahora?
Me han hecho tantas veces esta pregunta que decidí poner la contestación por escrito Roberto Roth
Los comentarios posteriores a la debacle de la 125 en el Congreso giran en torno del deterioro político ocasionado al gobierno. Sin duda teníamos un conjunto de funcionarios ocupando las dignidades de la República, pero para integrar un gobierno tenían que estar ejerciendo las funciones de su cargo, cosa que no ocurría. Donde más claramente se advierte el vaciamiento del contenido de las carteras de gobierno ha sido en Economía y en Agricultura, cuyos titulares ni siquiera pudieron opinar sobre el conflicto que era de su estricta competencia durante los cuatro meses que duró.
El conflicto mismo se armó porque la ahora célebre Resolución 125/08 fue dictada sin que el gobierno funcionara como tal. En un gobierno el Secretario de Agricultura hubiera señalado que la resolución proyectada destruía los mercados a término esenciales para financiar la siembra y sacaba de producción a las zonas marginales y a buena parte de los productores medianos y chicos. El Ministro de Justicia habría advertido que la decisión debía ser tomada por ley y que su monto era confiscatorio y por ende inconstitucional, el de Interior habría adelantado la oposición de las provincias más afectadas; el Secretario de Comercio Exterior habría expresado su desazón ante la medida que afectaría el volumen a exportar y el Canciller observado que contrariaba normas expresas de tratados vigentes del MERCOSUR. Nada de esto ocurrió porque no había gobierno. Agreguemos que ninguno de los funcionarios nombrados que teóricamente lo integran se le ocurriría aportar sensatez o prudencia frente a la terminante orden “de arriba”.
El gobierno ha sido reemplazado por funcionarios que entienden que su misión es cumplir las órdenes que reciben, aunque pertenezcan a otro poder del estado o aún a un estado provincial, aunque tengan conciencia que son contrarias al interés nacional, al derecho, al sentido común o aún a la Constitución y sienten que si su deber exige pasar por encima de las leyes, la Constitución y el decoro para cumplirlas deben hacerlo. Puede ser general, pero si le dan la orden de bajar un cuadro se para en la silla que mas a mano encuentra y lo baja..
El estado moderno es un mecanismo tremendamente complejo que precisa la toma de decisiones todos los días. Si los ministros no pueden tomar las de su cartera porque las toma la Presidenta o su marido, lo que sencillamente ocurre es que, como la capacidad de tomar decisiones de cualquiera de los K es limitada, hay cientas de decisiones diarias que son postergadas a veces durante años. Hace cinco años que debieran haberse tomado las decisiones para que no nos quedemos a oscuras este año o el año que viene, pero hace cinco años que no se toman. Hospitales, escuelas y colegios se caen a pedazos, pero hasta que alguien no corte la calle las decisiones no se toman, salvo cuando hay peaje o reembolso inmediato a la vista. La renovación del tren Roca debió haberse decidido hace diez años, sólo se pensó en hacerlo después que los pasajeros incendiaron Constitución. En cambio el tren bala que deja plata en mano con el pago del adelanto, se decidió en seis meses.
Mientras todo iba viento en popa esto no se notaba y cuando aparecía una dificultad se tapaba con un subsidio. El empresario de ferrocarril, colectivos, molinos de harina, panaderías o lo que fuere prefiere el subsidio, que no le obliga a mejorar el producto o el servicio que presta, le asegura que no tendrá nueva competencia y se cobra con seguridad y sencillez contra el correspondiente pago del peaje. El funcionario a su vez lo prefiere porque asegura con cada fecha de pago un vencimiento de peaje.
La posibilidad de seguir acordando subsidios ha llegado a su fin, porque no alcanzan los ingresos de las finanzas públicas para pagar los vencimientos y el estado está sin crédito. Es decir que los problemas que se presentan hay que resolverlos en vez de taparlos con subsidios. Si los funcionarios que los tienen que resolver no pueden actuar porque dependen de órdenes de arriba, cada problema se sigue agravando hasta que revienta como ocurrió con las retenciones o en Constitución. A su vez es improbable que los actuales funcionarios encuentren las agallas para hacerles frente y en algunos casos cuenten con los conocimientos y la capacidad intelectual requerida.
Substituirlos es casi imposible sin una revolución en el gallinero. ¿Qué Ministro de Economía se puede conseguir para seguir conduciendo el sector con estadísticas falsas? ¿Cómo hallar un Secretario de Agricultura que resuelva el problema de la leche sin convertirlo en una cuestión de estado? Son apenas dos ejemplos. Pero la administració n en este momento está atosigado de ellos que aguardan solución. No la van a encontrar con el actual estilo de gobierno y es difícil avizorar un cambio hacia una modalidad que permita funcionar a la administració n- Esto no tiene nada que ver con ideologías sino con el tema más modesto de la mecánica de la administració n.
Es decir que en el supuesto caso que podamos dar vuelta la hoja sobre el tema retenciones vamos a estrellarnos de lleno contra la telaraña invasiva de una administració n que no funciona. Si no la hace funcionar, el gobierno se irá deshilachando dejando en su estela una marea de decisiones intomadas.
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