viernes, 27 de marzo de 2009

LUSTRABOTAS


Segunda Opinión - 27-Mar-09 - Editorial http://hectorblastrillo.blogspot.com/
LAS INTERFERENCIAS A ARTEAR
por Héctor B. Trillo
Como hemos venido sosteniendo, los ataques a la libertad de expresión de los gobernantes se han venido multiplicando en estos tiempos. Tales no están solos, porque cuentan con una gran claque autoritaria regenteada por "intelectuales" y "artistas" varios que suelen adherir a esa difusa tendencia política entre nosotros denominada "progre". Estos sectores consideran que existe una prensa buena y una prensa mala y que ellos son los encargados de juzgarla. Del mismo modo que se juzgan a sí mismos como mejores personas, con mejores sentimientos y con un mayor sentido de la ética.
Muchas veces nos hemos referido al "observatorio de medios" y a los comunicados francamente panfletarios de la facultad de Ciencias Sociales y también del Sr. Mariotto, el hoy por hoy interventor del fascista COMFER concebido y puesto en marcha durante el gobierno militar de Lanusse. Mariotto también proviene de de la facultad de Ciencias Sociales, agregamos. Facyltad que no ha trepidado en su momento en emitir un "comunicado" pidiendo a las autoridades que intervengan en los "contenidos" a fin de evitar, por ejemplo, que se hable de "piqueteros" vs. "gente común".
La visión autoritaria de estos individuos es elocuente per se. Pero aún para los más distraídos conviene recordar que el derecho a la libertad de imprenta consagrado en la Constitución Nacional no ha sido concebido para que determinados personajes a la sazón funcionarios o lo que fuere vinieran a determinar de manera administrativa qué "contenidos" son válidos y cuáles no. Ello sin contar el hecho de que se han oído históricamente y mucho más en estos días acusaciones francamente levantiscas en materia de discriminación racial, sectarismo y clasismo. Personajes a nuestro entender funestos se han referido una y otra vez a cuestiones inclusive xenófobas, basados en apreciaciones sumamente complejas o largamente controversiales como aquellas vinculadas con los llamados "pueblos originarios", las mujeres que son "más putas que vedetes", los "sectores destituyentes" y otras lindezas por el estilo. En particular un integrante del COMFER ha hecho una penosa referencia racista sobre tales "pueblos originarios" al distinguirlos como necesitados de información más que el resto de los habitantes del país. Aún inclusive en el caso de no haber querido decir eso, es lo que dijo y puede leerse en todos los diarios. Diarios que no reflejan la realidad, como también ha señalado la señora presidenta y nosotros hemos leído, precisamente, en un diario.
Las interferencias a la señal satelital de la empresa ARTEAR son obra, casi con total seguridad, de segundones adulones que intentan congraciarse con los sectores más reaccionarios y antidemocráticos del país, integrados básicamente en este plano por los señalados grupos e individuos. Si bien clásicamente se ha vinculado el ataque a la libertad de prensa con los sectores de la derecha, e inclusive de la derecha militar, lo cierto es que desde la clausura del diario La Prensa en 1951, o las sanciones al diario La Opinión en los años 70 ocurrieron en gobiernos democráticos regenteados (al menos así cabe suponerlo) por sectores "progresistas". Lo mismo ocurrió cuando la Dra. Servini de Cubría censuró, por pedido de integrantes de la tropa del diario Página 12, un tramo del trabajo sin difundir de Tato Bores en los años 90. Y ni qué hablar de las prohibiciones de conocidos conductores populares como Mirtha Legrand o Roberto Galán, también en los 70, o la salida oprobiosa del país de Aldo Cammarota, por sus ideas políticas en la misma década. Todos ellos durante gobiernos democráticos.
No pretendemos decir, ni de lejos, que los sectores más reaccionarios de la derecha nazifascista argentina no hubieran hecho cosas parecidas e incluso peorescon miles de periodistas y escritores. Muy por el contrario. Eso es obvio de toda obviedad y merece el repudio de cualquier persona civilizada. Pero el caso es que ahora las cosas que están ocurriendo, transcurren dentro de un gobierno que se califica a sí mismo de "progresista" y cuenta con el apoyo, reiteramos, de los sectores más reaccionarios de la izquierda local, entre ellos ciertos funcionarios como los citados del COMFER o incluso profesores y decano de la facultad nombrada.
Quienes llegan al gobierno para guardar las urnas e impedir la libertad, llegan para eso y son eso. Pero quienes llegan al gobierno para buscar la igualdad democrática ante la ley y la difusión pública de todos los pensamientos no deberían ni de lejos intentar lo mismo. Y sin embargo no es así. El ataque a la libertad de prensa de parte del matrimonio presidencial y de los sectores involucrados es constante. La descalificación y la demonización puede encontrarse en infinidad de discursos y declaraciones. La discriminación de la publicidad de los actos de gobierno entre hijos y entenados es también un hito inconmensurablemente patológico que ataca a este peronismo cargado de populismo y mediocridad.
Bien, no habremos de hacerla más larga, todos sabemos que ciertas declaraciones recurrentes contribuyen con la aparición de los consabidos "más papistas que el Papa" que salen a intentar acallar a quienes no piensan como ellos. E incluso a quienes, como es el caso de las señales de ARTEAR, resultan atacados de manera bastarda y mañera por las autoridades del Poder Ejecutivo.
Los pormenores de la disputa entre el diario Clarín y el gobierno han dado lugar a montañas de chorros de tinta gastados en opiniones de lo más diversas. De resultas de ello, el ex presidente Kirchner ha salido muchas veces a atacar al diario de los Noble, incluso con calificaciones bastante estúpidas que sin embargo a las pocas horas se reflejaban en miles y miles de afiches pegados en todos los rincones de la Patria.
La verdad de toda esta historia es que los Kirchner no han demostrado creer en la libertad de prensa. Y ya sabemos que los amantes de las dictaduras, de izquierda o de derecha, tampoco la quieren. Y así estamos.
Ahora falta saber quiénes son los que vienen interfiriendo las señales de ARTEAR y por qué. Tal vez nunca lo sepamos, como nunca se terminarán de dilucidar casos como la valija de Antonini o Skanska.
Lo cierto es que, como ocurre en Venezuela, las diatribas de los gobernantes terminan mandando a los amanuenses a lustrar las botas de los jefes, en una carrera infernal hacia la nada. Torpe y seguro destino final del desasosiego que producen.
Lo que está ocurriendo con ARTEAR no es nuevo en la Argentina.

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