lunes, 30 de marzo de 2009

LA COMPLICIDAD DE LA SOCIEDAD


Economía para todos - 30-Mar-09 - Política Nacional

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La complicidad de la sociedad

¿De qué sirve discutir los exabruptos institucionales del matrimonio presidencial si los argentinos,
en su mayoría, los permiten y consienten sin siquiera esbozar la mínima protesta?

por Gabriela Pousa
"Lo único que vence al miedo y a la incertidumbre es la acción.
Siempre será más peligroso sentir miedo, incapacidad y no actuar,
porque ello es manantial de mayor temor y mayor incapacidad."
Miguel de Unamuno

Por donde se mire, el escenario nacional presenta una imagen de decadencia generalizada. Todo huele mal. Y a tanto retroceso en los últimos tiempos cuesta explicarlo.

Escapan a esta premisa algunos avances científicos que se dan en un ambiente blindado a la desidia, pero ni siquiera ello despierta el orgullo que debiera. Observemos un detalle, que no por "pequeño" deja de obrar como una radiografía de la clase dirigente que tenemos: la presidente Cristina Fernández de Kirchner no se ha privado de recibir en su despacho a cuanto artista "farandulero" pisó este suelo. Desde Antonio Banderas hasta Madonna han posado para la foto del álbum tan preciado por la titular del Ejecutivo.

No lo ha hecho, sin embargo, con los médicos argentinos que trasladaron un corazón artificial para salvar la vida a un niño chileno, menos todavía con el equipo que trasplantó, y luego rehabilitó milagrosamente al doctor Jorge Kissner, un obstetra que mantuvo en vilo a la sociedad entera y generó conciencia sobre la trascendencia del trasplante de órganos en una geografía repleta de Narcisos que creen que esas cosas, le suceden sólo al resto.

Sin duda son detalles nimios pero que, como otros tantos, hacen las grandes diferencias y ponen de manifiesto qué clase de prioridades tiene el matrimonio presidencial a la hora de armar su agenda y la de los demás.

Pero abrimos la nota sosteniendo que estamos montados en una escenografía casi obsoleta; aquello que hoy asombra, mañana será olvido o acostumbramiento.

La mayoría de los políticos cuentan porotos como votos, se anticipan para armar listas pero en ningún momento tienen premura en ofrecer coherencia a la ciudadanía. Porque ya ni siquiera se demandan ideas, tampoco plataformas, menos aún promesas. "Kirchner lo hizo" y hoy urge, para muchos, poner freno a un avance descontrolado y desmedido. Es legítimo.

Por otra parte, mucho se ha mentido y la credibilidad, en consecuencia, ha disminuido hasta el escepticismo. Esto posiblemente, puede ser visto como un buen síntoma. Seguir creyendo ciegamente es como tropezar varias, demasiadas veces con la misma piedra; un signo malsano capaz de justificar que se nos traicione hasta el hartazgo sin que eso genere reacción o despierte conciencias.

Paul Valery solía decir que el mayor problema de esta era, radica en que "el futuro ya no es lo que solía ser" En ese caso, la solución nos ofrece trabajo: el trabajo de construir un nuevo escenario, no para el día después de los comicios sino para el mediano y largo plazo.

La duda que sobreviene inmediatamente, apunta a desentrañar si hay voluntad y capacidad para ver y mirar más allá. Muchas construcciones que hoy son monumentos inexpugnables han sido terminados cuando su ideólogo ya no estaba entre nosotros. Cruzarse de brazos porque la Argentina no tiene salida, es fácil y muchas veces, ante los hechos que son de conocimiento público, esa actitud es atrayente en demasía.

Sin embargo, hay y habrá vida cuando esta generación sumida en el fracaso y el falso confort de la costumbre y la apatía, deje de caminar por las callecitas donde se rifa la vida a causa de la inseguridad y la ignominia.

Un consuelo: declaró la Presidente sentir lo mismo que la gente, cuando debe tomar el helicóptero de noche porque puede haber una bala perdida. Lo cierto es que, así las cosas, cabe preguntarse si estamos dispuestos a trabajar por un futuro, más allá de si el mismo nos encuentre vivos o muertos. Porque la Argentina no termina en simultáneo con nuestra vida, evitemos por una vez siquiera el individualismo, y ese mirarnos el ombligo constantemente.

En los últimos 6 años de "gestión" kirchnerista no ha habido respuestas concretas al 99% de los problemas que acosan a la ciudadanía, lo más probable - si se tiene en cuenta aquella fábula con moraleja cierta que habla del escorpión y su naturaleza - es que tampoco haya soluciones palpables en el tiempo que deseen quedarse.

Establecer el 2011 como esa fecha sería lo lógico en cualquier país donde la política estuviera sujeta a leyes, normas y reglas. Es decir, donde una Carta Magna sirviera y se respetara sin excepciones maniqueas.

En estos días, sin ir más lejos, se volvió a ratificar que tal respeto es una anatema. El Gobierno hace y deshace según su conveniencia, avasalla derechos, desvirtúa la letra preclara de la Constitución Nacional, y rescribe la historia artificial y caprichosamente. Hacen del autoboicot una conducta.

Poco útil resulta, en este contexto, detenerse a analizar las alianzas, planes, intenciones falaces o eventuales listas que aparezcan luego en boletas donde, además, ni se establece el tiempo por el cuál los allí enumerados permanecerán -o deberían permanecer- en los cargos. Esto encuentra jurisprudencia, y en ese sentido, la ciudadanía no es inocente.

La preocupación u ocupación por respetar la base de una Nación no ha sido prioridad para el grueso de la gente, y la coyuntura siempre nos paralizó en un cortoplacismo decadente.

Siguiendo ese lineamiento, es harto conocido el modus operandi del oficialismo. ¿De qué sirve discutir si Néstor Kichner puede o no ser candidato a diputado en la provincia de Buenos Aires? Aunque su postulación viole la mismísima Constitución o el Código Electoral vigente, polemizar acerca de esta posibilidad (consumada) es fútil porque la sociedad, en su conjunto, le ha permitido violarla y vaciar su contenido tantas veces como lo ha querido.

Tampoco habrá que rasgarse las vestiduras si regresan las cuasi-monedas o si, en una mañana de mal humor, desde Olivos decretan una suerte de estado de sitio o toque de queda por esa autoproclamada "cantinela destituyente" que es funcional, justamente, al mentor de la idea. El panorama se erige así como una caja de sorpresas donde todo puede suceder mientras, el pueblo, lo avale con su silencio. Asumamos que hemos permitido por resignación, ignorancia, o inacción la metodología transgresora del matrimonio que gobierna.

¿Puede modificarse este vivir en ascuas y en un clima de gratuita violencia? ¿Es tarde para repararlo? Sin duda no lo es, pero esa reparación implica un cambio esencial en cada uno de los argentinos que también, como sus dirigentes, desprecia los deberes ciudadanos y hace de la Constitución un compendio de hojas en blanco. No en vano, resulta tragicómico observar cómo cierto microclima social avala los cortes de ruta del campo, y desdeña simultáneamente, los cortes de calles de piqueteros en el centro urbano.

Las contradicciones están distribuidas con equidad en la Argentina. Y mientras prime la conveniencia propia sobre las reglas, solucionar este desorden de cosas surge, apenas, como un sueño desvelado o un deseo a medias, esbozado de la boca para afuera.

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