lunes, 3 de mayo de 2010
DEGRADACIÓN
¿Por qué llegamos a este punto tan degradante?
Por Roberto Cachanosky (de Economía Para Todos)
En estos días no solo se ve una economía que está en serios problemas inflacionarios, sino que, además, se han acumulado una serie de problemas que tendrá un elevado de costo para la gente cuando haya que salir de ellos. No será fácil eliminar la montaña de subsidios al transporte y la energía, entre otros. Tampoco será sencillo bajar un gasto público que ha llegado a niveles récord o encarar una reforma tributaria que desestimule la informalidad y elimine los impuestos distorsivos. Volver a tener una moneda en el verdadero sentido de la palabra, inversiones eficientes y competitivas, bajar la pobreza y la indigencia son tareas posibles pero que requieren de una sociedad que esté dispuesta a aceptar nuevas reglas de juego.
Por el lado político vemos a un matrimonio que hoy se siente víctima de las críticas de la prensa, pero que no ha escatimado actitudes y discursos agresivos y descalificadores para quienes piensan diferente. Basta con recordar la famosa frase de la protesta de las cuatro por cuatro, las denuncias de Kirchner diciendo que había grupos de tarea, las acusaciones de incendiar los campos para que el humo viniera a la ciudad, etc.
Hoy vemos que la violencia verbal, particularmente desde el sector oficialista, crece hasta niveles que están orillando el riesgo de violencia física. Las parodias de juicio que hace Hebe de Bonafini con el beneplácito del gobierno. Los escraches y ataques físicos en la feria del libro de patotas adictas al gobierno y los escandalosos casos de corrupción que se desmienten sin que se les mueva un pelo, son algunos de los tantos ejemplos que podrían citarse para describir un país con crecientes problemas económicos, desborde de violencia e inmoralidad pública.
La pregunta es, ¿por qué llegamos hasta este punto tan denigrante para la Argentina? Obviamente que sería disparatado dar una explicación única a semejante bochorno. Explicar nuestra decadencia económica no es tan complicado. Es bastante obvio que desde la década del 30 y particularmente desde los 40, Argentina se abrazó a un modelo de aislamiento económico, la cultura de la dádiva derivó en constantes aumentos de gasto público porque el Estado tenía que cumplir con la justicia social y ello implicaba gastar más. Como los recursos genuinos nunca alcanzaron nos endeudamos y produjimos inflación para repartir la riqueza que no existía. Al destruirse la moneda se destruyó el crédito. Se rompieron todos los contratos y se destruyó el derecho de propiedad. En apretada síntesis, todos se sintieron con derecho a reclamarle al Estado que les diera algo que no les pertenecía. Los sindicatos beneficios especiales, los otros planes sociales y buena parte de la dirigencia empresaria argentina proteccionismo, subsidios y demás privilegios. Todos quieren apropiarse del ingreso o del patrimonio del otro. Muchos se sienten con derecho a consumir el ingreso que produjeron otros. La mayoría quiere usar al Estado como mecanismo de expoliación de los demás. Aunque nos duela aceptarlo, vivimos en una sociedad de saqueadores. En este contexto, el ahorro argentino se fugó al exterior, abajo del colchón o en las cajas de seguridad. El ahorro de la gente no se traduce en crédito, y sin crédito se vive al día. Por eso somos cada vez más pobres.
Ahora bien, para ser políticamente incorrecto, toda esta debacle económica no es otra cosa que el comportamiento perverso de una sociedad que, con cierto grado de hipocresía, aplaude los planes sociales pero no quiere pagar los impuestos que tiene que pagar para financiar esos planes sociales. Y la excusa es siempre la misma: “que paguen los que más tienen”. Todos son socialistas con la plata ajena. La mayoría protesta contra las empresas cuando les venden un producto de mala calidad y a precios siderales, pero esa misma mayoría despotrica contra la apertura de la economía con el falso argumento de la defensa de los puestos de trabajo. En definitiva, es una sociedad que quiere vivir como capitalista con las reglas del socialismo. Pretende tener bienes de excelencia y a precios bajos sin competencia empresarial.
Obviamente que lo dicho en los párrafos anteriores da para el debate, pero mi tesis central es que Argentina es un país decadente porque tiene una sociedad que se enamora de los gobiernos más inconsistentes y luego, cuando surgen los destrozos del populismo que la sociedad aceptó y festejó, tiene el mayor de los desprecios por esos mismos que adoraba al inicio.
El caso de los Kirchner es igual al de otros gobiernos que han pasado por la gloria y luego el rechazo popular. La diferencia con los Kirchner es que han superado todos los límites de la intolerancia y la prepotencia. Pero, nuevamente, ¿por qué hemos llegado hoy al punto en que los escraches, los juicios populares en la plaza, los aprietes, el miedo de la gente a ser escuchada y demás barbaridades son moneda corriente? Porque así como en hoy el matrimonio tiene una imagen negativa que no baja del 60% en el mejor escenario, cometiendo el mismo tipo de atropellos llegó a tener igual porcentaje de imagen positiva. Dicho crudamente, mientras la economía funcionaba más o menos bien en forma artificial, la mayoría miraba para el costado. Cuando el famoso modelo “diferente” que Cristina dice que inventaron ella y su marido comenzó a hacer agua como era previsible, tuvieron un aluvión de votos en contra. Pero lamentablemente la reacción fue tarde, porque hoy el matrimonio sabe que no tiene escasas chances de ser reelectos en el 2011 y, en consecuencia, parece dispuesto a destruir todo lo que pueda antes de irse del gobierno. Si hoy tenemos escraches en la feria del libro, juicios populares, empresarios con miedo a hablar en público y funcionarios públicos que se ríen en la cara de la gente ante los escándalos de corrupción es porque, nos guste o no, esta sociedad le toleró lo que nunca debería haberle tolerado al matrimonio, esto es: usar el monopolio de la fuerza del Estado para distribuir riquezas y patrimonios a su antojo. Usar ese monopolio de la fuerza para violentar los derechos individuales. Esta sociedad le toleró al matrimonio que le quitara el fruto de su trabajo vía una presión impositiva salvaje para financiar a gente como Bonafini, D’Elía, Moreno, etc. que no hacen otra cosa que actuar como fuerza de choque del oficialismo. La sociedad toleró que con el fruto de su trabajo se financiara las fuerzas de choque que iban a avasallar los derechos de ella misma. Y, encima, si uno dijera que se niega a seguir pagando impuestos para financiar a Bonafini o D’Elía es acusado de instigar la rebelión fiscal. Es decir, hemos llegado al absurdo de tener que trabajar para quienes nos esquilman, nos atropellan y, además, pretenden silenciar las voces que no quieren someterse a semejante atropello.
Lo que han hecho los Kirchner fue aprovechar al máximo ese enamoramiento inicial de una sociedad tilinga que, como decía antes, quiere vivir con los beneficios del capitalismo aplicando las reglas del socialismo. Y cuando esa sociedad tilinga se da cuenta que el sistema no funciona, ya es tarde. Los daños están hechos. Las oportunidades se perdieron y la decadencia asoma en todo su esplendor.
En vez de lamentarse por los pobres, hay que usar el cerebro y entender que la pobreza se la combate con inversiones que tengan que competir. Y esas inversiones solo se producen en países que tienen reglas de juego claras, estables, disciplina monetaria y fiscal, pero, sobre todo, un gobierno limitado. ¿Acaso nadie veía que el famoso modelo “diferente” iba a terminar en inflación y más pobreza? ¡Qué tanto escándalo ahora por la pobreza si fue la misma sociedad la que toleró políticas que conducían a más pobreza e indigencia! Ni siquiera puede argumentarse que nadie sabía en qué iba a terminar este modelo porque ya lo aplicamos infinidad de veces en el pasado con el mismo e inevitable resultado desastroso. ¿Qué tiene de nuevo o diferente emitir, aumentar el gasto público, controlar los precios, atrasar las tarifas de los servicios públicos, aumentar los impuestos y cerrar la economía? Nada. Es la historia de la Argentina decadente. Por lo tanto no vale la excusa de decir, yo no creí que iba a pasar esto. Ni siquiera había que ser economista para conocer el final de la película. Solo tener un poco de memoria.
En definitiva, a la pregunta que lleva por título esta nota, la respuesta que se me ocurre ensayar es que los Kirchner solamente aprovecharon, sin ningún tipo de escrúpulos, el comportamiento de una sociedad tilinga que hace rato dejó de lado la moral de una sociedad libre, con iniciativa propia y capacidad de innovación, y permanentemente está buscando al iluminado salvador que le prometa el paraíso económico sin ningún tipo de esfuerzo, sin competencia y sin la cultura del trabajo y el riesgo del emprendedor.
Dejemos de echarle la culpa a la dirigencia política, porque ella, en definitiva, es el reflejo del voto de la gente, y empecemos a cuestionarnos seriamente si no hemos llegado a este punto tan denigrante para un país por querer, una y otra vez, que populistas con aspiraciones de tiranos nos salven del la cultura del trabajo, de crear riqueza en libertad y de vivir de nuestro propio esfuerzo en vez de vivir a costa del vecino usando al Estado para que lo saquee.
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