sábado, 5 de marzo de 2011

COPIA


LOS MECANISMOS DE COPIA, PARECEN IDENTIFICARSE ÚNICAMENTE CON LA LOCURA, EL CRIMEN, Y EL VEJÁMEN .



De seguir proliferando éstas tentativas de homicidio u homicidios en los que el actor intenta o da muerte a su esposa, cónyuge, consorte, concubina, novia o amante, previo rociar su cuerpo con algún líquido combustible, para luego “prenderle fuego”, no quiero imaginar lo que pueda suceder cuando llegue el día en el que se recuerde a San Pedro y San Pablo.

Créame si le digo que la introducción surge espontáneamente de la escritura que acostumbra hacer “de corrido”, así se asemeje a una premeditada frase de humor negro.

Algún día se deberá dar un profundo debate que trate sobre la marcada inclinación del hombre, por llevar adelante mecanismos de copia, siempre emparentados con la locura, el crimen, el vejamen; nunca con la racionalidad, la vida, o el amor.

En éste caso, hablar de hombre implica hablar de hombre masculino. Cuando menos no tengo noticias de hechos de semejantes características, donde el actor sea la mujer, y la víctima el hombre.

De todos modos, sabido es que la historia de la Criminalística y de la Criminología, reconoce dos grandes diferencias, conforme al género de los protagonistas. El hombre masculino, habitualmente mata por impulso. El hombre femenino en cambio, lo hace con premeditación y alevosía. Ésta marcada diferencia, de ninguna manera concede virtuosismo a un género por sobre el otro.

Para no complicarle más la existencia de lo que ya la tiene, se lo resumo en dos simples citas.

El hombre masculino mata VIOLENTAMENTE, y en un solo acto, llámese balazo, hachazo, puñalada, estrangulamiento, ahora incendio.

La mujer homicida por el contrario, lo hace en capítulos, sistemáticamente pergeñados y repetidos, a través de una constancia “para el asombro”. Ocurre que la mujer, habitualmente ENVENENA al hombre, y ante el reclamo de éste, causado por ese pequeño dolor o malestar que “de repente le aqueja”, prontamente acude en su ayuda, agregando una nueva dosis de “raticida”, al tecito que le prepara para mitigar esa repentina “sensación de muerte” que tanto le angustia.

Lo cierto es que cualquiera sea el mecanismo o el medio utilizado, lo bueno y lógico sería que Dios, o cada uno bajo su entera e inimputable decisión, determine el momento de decir…”hasta aquí llegué”.

Ricardo Jorge Pareja, empedernidamente consustanciado con la teoría de aquellos que sostienen la “legitimidad” del SUICIDIO.

parejaricardo@hotmail.com

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