jueves, 24 de marzo de 2011
TODO CAMBIA, PARA QUE NADA CAMBIE
Por Mario Baudry
Desde las entrañas mismas del Gobierno nacional se vislumbra un nuevo grupo con muchas ambiciones de poder, que juega en serio por los caminos intrincados que tiene la política argentina, que no está para perder el tiempo y sabe que cada minuto que pasan sin generar política es un puñado de votos que se pierde.
El círculo íntimo de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner entiende como pocos que la política es el arte de lo posible; supieron ver que el nivel de confrontación del ex presidente los llevaba a la derrota, pero nadie de su entorno se atrevía a decirle que había que frenar un poco, que había que poner un poco de cordura en las decisiones, que no todo era redoblar la apuesta.
Lo cierto es que desde el fallecimiento de Néstor Kirchner tenemos una nueva presidenta, con otra impronta de gestión, más aplomada, sin ningún tipo de confrontación y sin ser la señorita maestra que tanto molestaba a los argentinos.
En el fondo nada cambió: los negocios siguen estando y las estructuras de poder siguen siendo las mismas, pero lo que más resalta, y que les juega muy a favor, es que no han perdido las ansias de poder. Están dispuestos a hacer cualquier cosa para continuar en el Gobierno, no importan los medios, sino el fin. Los que gobiernan este país han entendido como pocos cómo funcionan los resortes internos del movimiento peronista.
Las elecciones en Catamarca y Chubut son un reflejo de estos hechos. En la primera, la coalición radical no entendió qué es lo que cambió con la muerte de Néstor Kirchner, y la realidad los pasó por arriba. En la última semana llevaban cinco puntos de ventaja en las encuestas, en un padrón de 200.000 electores, diferencia insignificante; para el peronismo había que dar vuelta 5.000 votos para lograr un empate técnico, y otros 3.000 para ganar cómodo; era tarea fácil, sobre todo para el peronismo del Conurbano, que está acostumbrado a lidiar con realidades políticas peores.
De buenas a primeras los catamarqueños se vieron rodeados en la última semana de muchas caras nuevas en la provincia, grupos del Conurbano, que esta vez no fueron a generar disturbios, como esperaban los radicales, sino a cambiar voluntades; sabían que cambiando la intención de 8.000 voluntades tenían ganada la elección.
¿Cuánto costaron esas voluntades? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Lo que sí se sabe es que cualquier precio que se haya pagado resultó barato; éstos son los momentos en que el dinero no tiene valor. Los radicales se dieron cuenta de que los habían pasado por arriba, nunca se dieron cuenta de que el torbellino del peronismo había mutado y, en lugar de romper urnas, esta vez compraba voluntades.
En Chubut, la situación fue diferente: la Casa Rosada se enfrentó con un “par”, el gobernador Mario Das Neves era un hombre de su riñón. Sabía que estaba abajo en las encuestas por 7%, que su candidato no era mejor que el del Frente para la Victoria, y en la última semana salió a comprar voluntades, tiró la gobernación por la ventana; sumado a la utilización de todas las artimañas que le permitió la Junta Electoral Provincial. Los hechos están a la vista: logró un triunfo con muy escaso margen y teñido de un manto de duda.
La oposición todavía está despertando del golpe de realidad que recibió en dos fines de semana. Se dio cuenta de que con la estrategia de la interna de las internas, en la que los radicales son los reyes, no tiene posibilidad de triunfo, que el enemigo político cambió, que ya no es el mismo de hace seis meses. Si hoy quiere ser una op ción, la oposición tiene que tener sed de poder. Si no logra generar esperanza en la gente, no hay posibilidad de triunfo. Sin ansias de poder, tampoco.
CNA Agencia de Noticias
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