domingo, 13 de marzo de 2011

TOTALITARIOS


Ellos y su tentación totalitaria
Por JUAN SALINAS BOHIL

Al gobierno le atrasa el reloj. Y a buena parte de la oposición, también. Si es por unos minutos, vaya y pase, pero cuando se habla de décadas, es para lamentar. Los integrantes de la cada vez más numerosa movida oficial vociferan a más no poder ideas gastadas como gorila, militante, "nacional y popular", neoliberalismo, conservadorismo, oligarquía, y la que señala todo una trayectoria para el socialismo utópico: la distribución de la riqueza, esa exigencia económica previa del marxismo para excluir el poder, la explotación, la codicia y la regeneración del alma humana.

Es el "Mundo Feliz" de Huxley que aconsejó en Venezuela a padres y niños en boca de su hablador presidente el descarte de la muñeca Barbie por carecer de los atributos "nacionales y populares" que toda revolución necesita. Aquí, en el extremo austral del bolivarianismo militante, el Gobierno acaba de prohibir su importación mientras los "intelectuales" de Carta Abierta y Aldo Ferrer, que acaba de lanzar su libro "Jugar con lo nuestro", estarían pensando en reemplazarla por una nueva muñeca, la Chacha de Paturuzú que, por su condición de mujer originaria, estiman que bien podría ser un éxito de ventas en los principales shoppings y ferias comunitarias del país.

Es imposible que los simpatizantes del régimen puedan ocultar su faz totalitaria porque los hilos que sostienen sus caretas son tan visibles como la falsedad de los números que dibuja el INDEC. El último episodio de autoritarismo se suscitó cuando el director de la Biblioteca Nacional les propuso a los organizadores de la Feria del Libro, la posibilidad de cambiar al escritor designado para el acto de apertura de la muestra, el premio Nobel Mario Vargas Llosa, por otro, preferentemente argentino. De inmediato, en aras de ocultar cuestiones que son mucho más importantes para la salud republicana y los bolsillos de los contribuyentes, el inmenso aparato teledirigido de la publicidad gubernamental creó un debate ficticio acerca de la figura del escritor peruano, sus relaciones con el liberalismo, su capacidad como escritor y la razón que le asistiría a los izquierdistas locales de impedir la verba inaugural del literato. Así se los pudo leer y escuchar proviniendo de todas las ramas sociales conocidas: piqueteros, periodistas, políticos, actores, encuestadores, profesores universitarios, intelectuales (¿?), cineastas, escritores, luchadores sociales (¿?) y el clan más indigno de todos ellos, los lobos con piel de cordero: los progresistas.

Pero en realidad, la actitud del director de la Biblioteca Nacional no debería llamar la atención si la población estuviese en condiciones de recordar con los bueyes que se está arando Argentina. Falto de memoria, salvo cuando las monedas escasean en sus bolsillos y se dedica a cacerolear en las esquinas, cierta parte de la sociedad olvidó la reciente sanción a la consultora económica de Orlando Ferreres por difundir una cifra de inflación distinta a la oficial, y diversos ataques a ciudadanos por parte de matones oficialistas que en su anquilosamiento mental creen que la Plaza de Mayo aún es un objetivo politico-estratégico a defender de intenciones destituyentes que únicamente existen en sus cerebros.

Por si fuera poco, actores de esta misma banda absolutista impidieron el año pasado en la Feria del Libro la exposición de la médica disidente cubana Hilda Molina cuando pretendía presentar su biografía y en Rosario, tres años atrás, estos mismos déspotas apedrearon el transporte en que viajaba el mismo Vargas Llosa que había sido invitado especialmente por una fundación liberal para disertar en esa ciudad. Para no caer en lo mismo que se critica, resultaría deshonesto remontarse al pasado con ojos de este 2011. Así suelen hacerlo en la actualidad los historiadores izquierdistas que omiten recordar sucesos más deplorables que el atisbo de censura a Vargas Llosa. Por ejemplo, durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón fueron encarceladas Alicia Moreau de Justo y Victoria Ocampo por su claro "oligarquismo disidente", fueron prohibidos Atahualpa Yupanqui y Osvaldo Pugliese, y se produjo el pase obligado de un tal Jorge Luís Borges de su puesto de bibliotecario de la Biblioteca Nacional al de Inspector de Pollos, Gallinas y Conejos de las ferias municipales de esta ciudad. Esto quiere decir que las Fuerzas Armadas no fueron la únicas en prohibir y perseguir a personajes de la cultura. Por eso es necesario que, como dijo Bernardo Neustad: "Si vamos a abrir las tumbas, abrámoslas todas".

Es cierto que el escritor peruano habló mal de los argentinos y del actual gobierno, y que debería ser más prudente en sus embestidas contra quienes no coinciden con su manera de ver la política, pero ¿quién no lo ha hecho? ¿No es acaso la clase media de la doble nacionalidad anarquista la que no se cansa de esgrimir el latiguillo "Este país de m.?", cuando en todo caso debería pronunciar un piadoso "Mi país es una m."? Por otra parte, ¿no fue un presidente uruguayo el que dijo que "los argentinos son una manga de ladrones desde el primero al último"? ¿Y qué sucedió cuando el españolito Banderas señaló en tierra argentina que primero nos gobernaron asesinos (por las Fuerzas Armadas) y luego ladrones (por Menem)?, nada, porque los argentinos aún debemos crecer para aprender a querernos más y unirnos contra estos carceleros de la historia.

Tratemos y sólo tratemos de parecer claros: el problema fundamental del "debate" que tan rápido iniciaron como abortaron los actuales dueños del Pensamiento Único radica en que el escritor no es marxista, lo demás es puro cuento. Porque a ver si cuando vino Fidel Castro a Buenos Aires, alguno de estos sumisos vividores del erario -porque el 99 % de ellos son empleados estatales- fue capaz de impedirle hablar, exigirle que realice elecciones libres en su feudo-isla-cárcel, decirle que abra las mazmorras donde se amontonan y mueren los disidentes o comience a devolver los cuatro mil millones de dólares que le prestó Argentina en 1973-74 y que a la fecha suman, más los intereses respectivos, cerca de los seis mil millones de la verde moneda. Por el contrario, se babeaban de placer escuchándolo y aplaudiendo hasta enrojecer sus manos. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que comparten sus ideas y metodologías de gobierno totalitarias, las que insisten en aplicar aquí desde la década del 60. Somos tan magnánimos con los marxistas que en un acto de piadosa misericordia hacia con ellos podríamos coincidir en que en Teoría sólo existe Un Demonio, eso sí, diferimos en cuanto a quién es.

Sin embargo, el deseo de silenciar a Vargas Llosa no fue un exabrupto. La medida es una más de la larga lista que el Gobierno tiene preparada para distraer a la opinión pública en cualquier momento y lugar. Además, en este caso, buscó potenciar una vez más a la Presidente como conciliadora y árbitro de diversos conflictos armados para la ocasión en los que pueda mostrarse ante la sociedad, en este caso, como paladín en la defensa de la libertad de expresar las ideas sin censura previa. Otro caso similar ocurrió cuando a otra militante armada de los setenta, se le ocurrió la idea de modificar la Constitución para posibilitar así un tercer mandato presidencial, lo que fue rechazado de plano por la titular de la Casa Rosada.

El censor bibliotecario argumentó para su grotesco pedido que "Considera inoportuno el lugar que se le ha concedido (a Vargas Llosa) para inaugurar una Feria que nunca dejó de ser un termómetro de la política". Curiosa comparación de quien cree que su ámbito de trabajo es una cápsula de vidrio con mercurio que puede medir la temperatura de la política argentina. Eso se llama precisamente vivir encapsulado. Creíamos que la gente iba a la Feria del Libro a comprar, a pasear y a escuchar a los escritores: ¡qué equivocados estábamos! Eso sucede porque uno no es un intelectual. De haberlo sabido antes hubiésemos leído con más detenimiento todos los tomos de "Lo sé todo", "Hombrecitos", "El corsario negro" y "Colmillo Blanco".

Los dueños de la cultura oficial están empeñados en que los argentinos lean y vean los diarios y canales de televisión que ellos quieren. También pretenden prohibir el uso de la palabra a quienes se oponen a su pensamiento. Bueno, no son tan crueles, Stalin, en sus famosas purgas, apenas asesinó a dos mil escritores opositores al régimen. Es evidente que han crecido. Hubiese sido interesante saber si de estar vivos, estos totalitarios se hubiesen atrevido a impedirles el uso de la palabra en la Feria del Libro a Neruda, Saramango, Alberti o Cortázar. Por el contrario, los hubiesen aplaudido a rabiar. Demás está decir el porqué.

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