lunes, 11 de julio de 2011

CRISIS

De borrasca a tormenta

por Miguel Ángel Rouco
Analista económico de DyN

La fuga de divisas se está transformando en un problema de proporciones para la administración Kirchner.

Se calcula que en el primer semestre se fueron unos 10.000 millones de dólares de ahorros de argentinos, que vislumbran un sombrío panorama económico pos-electoral.

Ello a pesar del monumental ingreso de dólares por la exportación que, a expensas de una demanda internacional de commodities agrícolas, le permite al gobierno peronista continuar con la fiesta de gasto y consumo.

Sin embargo, el segundo semestre se presenta cuanto menos un poco más complicado. El ingreso de dólares ya no será el mismo porque la cosecha estará embarcada y porque el deterioro de los términos de intercambio están marcando una caída del 13% en un primer semestre excepcional.

La salida de dólares se va a acelerar a medida que se acerquen las elecciones por el temor y la incertidumbre. En la proyección anual, algunos analistas están estimando una salida de capitales para todo el 2011 superior a los 20.000 millones de dólares.

Los vencimientos de la deuda pública obligarán al gobierno a echar mano nuevamente a las reservas del Banco Central. En la segunda mitad del año se estima que habrá que pagar unos 5.000 millones de dólares por obligaciones de la deuda.

Mientras tanto, lejos de abogar por una política de desendeudamiento, el gobierno aumenta los pasivos de una forma llamativa. El Tesoro continúa con las exacciones a los distintos organismos del Estado, donde ya lleva acumulado sólo en este semestre unos 6.000 millones de dólares de deuda.

Paralelamente, el Banco Central –la otra ventanilla de la administración Kirchner– amplió la emisión de Lebac y Nobac hasta llevar el pasivo total a unos 28.000 millones de dólares, que generan unos 3.500 millones de dólares de intereses anuales.

Los ingresos están mostrando que crecen de acuerdo con la dinámica inflacionaria y por la mejora de los precios de exportación –vía retenciones– a un ritmo del 30%. Esta cifra deflactada muestra un crecimiento de apenas 3 ó 4%, muy por debajo de la suba del PBI publicado por el gobierno que al primer semestre del año muestra una expansión de la economía del 9%.

¿Dónde está la diferencia? En el termómetro de los precios. Con estadísticas oficiales de precios manipuladas, el PBI oficial termina siendo tan ficticio como los índices oficiales.

El virtual congelamiento de tarifas y el aumento del consumo obligan a aumentar los subsidios y las importaciones de hidrocarburos para mantener satisfecha la demanda. Esto se traduce en un alza del gasto del Tesoro.

Por otro lado, se acumulan importantes pasivos contingentes con los proveedores del Estado que en algún momento pasarán a formar fila en las ventanillas del Palacio de Hacienda.

La situación no es menos complicada con las administraciones provinciales, donde los gobernadores siguen a pie juntillas la liturgia kirchnerista y se suman al festival de gastos y subsidios como buenos querubines.

El gasto público crece a un ritmo anual del 40% y se calcula que el gasto consolidado –Nación + provincias– orilla el 50% del PBI, unos 200.000 millones de dólares. Por caso y de un decretazo, el gobierno nacional decidió aumentar el gasto en casi unos 800 millones de pesos.

La burocracia, 24 provincias que no alcanzan a cubrir el 40% de sus gastos, 15 ministerios con un millón de empleados públicos más que en el 2003, –¡sí, 1.000.000 de ñoquis más!–, los subsidios, la importación de hidrocarburos cuando en el 2001 había autoabastecimiento y las prebendas –fútbol para todos, LCD para todos, chanchos para todos, etc.–, "se comen" la mitad de todo lo que produce el país.

Y los números no son pocos. Esa cifra es la que destina la mayoría de los países de la Unión Europea que gozan de un estándar de vida y de servicios suministrados por el Estado muy superiores a los de la Argentina. En otros términos, el país gasta como Holanda o Bélgica y provee servicios como el Congo o el Chad.

De vuelta con un aumento del gasto público nominal al 40% anual y una economía que crece en términos nominales al 35%, hay 5 puntos del PBI que deben ser financiados de alguna manera.

Hasta ahora el gobierno ha apelado al ahorro –público y privado– y se lo ha devorado, de la misma manera que destruyó la industria del ahorro, para crear la burbuja artificial del consumo, con la connivencia del sector financiero, a tasas exorbitantes.

La destrucción del ahorro conlleva la destrucción del crédito, porque el ahorro de hoy es el crédito de mañana.

Pero esta lógica económica poco importa a los minúsculos intelectos de la clase política que sólo miran un horizonte electoral. ¿Las futuras generaciones? Poco importa, en todo caso merecerán alguna novela de ciencia ficción, para la clase dirigente política. El infantilismo al poder.

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