lunes, 11 de julio de 2011
REPÚBLICA PERDIDA ????
Por Pepe Eliaschev | @peliaschev
Fernando de la Rúa (1937) tenía 59 años cuando asumió como primer jefe de Gobierno de Buenos Aires, el 7 de agosto de 1996, tras ganar las primeras elecciones autonómicas porteñas el 30 de junio de ese año. Votó el 76% de los 2.556.489 electores registrados. La Unión Cívica Radical era poderosa en la Ciudad. Acompañado por Enrique Olivera, De la Rúa cosechó casi el 40%, con 753.335 votos, de los cuales 628 mil eran radicales (33,25%) y el resto de aliados menores. Segunda llegó la fórmula del Frente País Solidario (Frepaso), integrada por el socialista Norberto La Porta y Aníbal Ibarra. Sus 500 mil votos equivalieron al 26,50%. La Porta, que en esas elecciones tenía 58 años, murió en 2007.
Ese primer gobierno porteño reemplazó al último intendente designado por la Casa Rosada. Carlos Menem instaló a Jorge Domínguez, quien ocupó el cargo desde el 5 de septiembre de 1994 hasta el 6 de agosto de 1996. En esas primeras elecciones autonómicas, el peronismo obtuvo, con la fórmula Domínguez-Ana Kessler, casi 352 mil votos, un 18,62%, de los cuales 287 mil eran del Partido Justicialista. El resto lo aportaron la UCeDé y un partido de jubilados. En cuarto lugar, la fórmula de Gustavo Béliz y Guillermo Francos obtuvo el 13,10% (247 mil votos). La izquierda más radicalizada sumó entre sus seis fórmulas un total de 35.494 votos, que sumados arañaban el 1,89% del total. Hubo 52 mil votos en blanco y anulados (2,68%). El mandato de De la Rúa, electo presidente de la Nación el 24 de octubre de 1999, lo concluyó Olivera (1940), que tenía 59 años al asumir ese 10 de diciembre.
Tras ganar las elecciones del 7 de mayo de 2000, Aníbal Ibarra (1958) asumió ese 7 de agosto, acompañado de Cecilia Felgueras. Ibarra, que tenía 42 años, tuvo casi 885 mil votos (49,31%) aportados por la entonces gobernante Alianza (que tuvo 700 mil) y sus socios menores (UCeDé, Jubilados y otros). En estas segundas elecciones capitalinas, Béliz volvió a presentarse, pero ahora escoltando a Domingo Cavallo. Fueron segundos, con casi 596 mil votos (33,20%).
Ibarra fue reelecto el 14 de septiembre de 2003, ahora acompañado de Jorge Alberto Telerman. Ya con Néstor Kirchner presidente, asumieron el 10 de diciembre de 2003. Ibarra tenía 45 años. Pero en la primera vuelta, el 24 de agosto de ese año, con el voto del 70% de los electores registrados, la fórmula Ibarra-Telerman llegó en segundo lugar, con 590 mil votos, un 33,54%, superada por el 37,55% del binomio Mauricio Macri-Horacio Rodríguez Larreta. En ese debut electoral, Macri (1959) lograba casi 661 mil votos. En el ballottage, Ibarra remontó al 53,48% (más de 928 mil votos), contra 807 mil de Macri (46,52%). En estas terceras elecciones porteñas el resultado más asombroso lo protagonizaría Luis Zamora, que con su Autodeterminación y Libertad se alzó con más de 216 mil votos, un asombroso 12,29%. Ocho grupos de la extrema izquierda totalizaban algo menos de 50 mil votos, sumando el 2,83%. Cinco de esas ocho listas se definían con el adjetivo “socialista”. Telerman (1955) reemplazó a Ibarra cuando éste fue removido de la jefatura de Gobierno el 13 de marzo de 2006 por la Legislatura. Telerman tenía 50 años.
Hubo otra vez ballottage tras las cuartas y por ahora últimas elecciones, el 3 de junio de 2007. Ese día, la fórmula de Macri, ahora acompañado de Gabriela Michetti (1965), obtuvo casi 800 mil votos (45,76%), contra los casi 646 mil de Daniel Fernando Filmus (1955) en tándem con Carlos Heller, que fueron apoyados por el 23,75%. El 23 de octubre, Macri y Michetti fueron plebiscitados: 1.007.729 votos representaron casi el 61% de los votos, una mayoría nunca vista.
En la primera vuelta de 2003 hubo un tercero en disputa, la fórmula armada con dos ex jefes de Gobierno, Telerman y Olivera, que en esa elección ya tenían, respectivamente, 47 y 63 años. Este binomio recogería en 2007 casi 361 mil votos (20,68%). La izquierda más dura reiteraba su hábito: ahora presentaban nada menos que once fórmulas distintas, siete de las cuales llevaban el apodo de socialista, pero entre todas ellas sumaron algo más de 157 mil votos, equivalentes al 9,14%.
En las elecciones de ayer, el jefe de Gobierno, Macri, aspiraba a un segundo mandato. Tiene 51 años. Filmus intentaba por segunda vez llegar al cargo. Tiene 56. Fernando Ezequiel Solanas también aspiraba a ser elegido. Tiene 75.
Las cuatro experiencias electorales vividas por la Ciudad de Buenos Aires (1996, 2000, 2003 y 2007) revelan comportamientos imprevisibles y a menudo emocionales. Capital del país y megalópolis atravesada y a menudo estremecida por las duras pujas de todos los factores de poder, es un territorio proverbialmente reacio a las polarizaciones tradicionales. Si las intendencias de Julio César Saguier y Facundo Suárez Lastra entre 1983 y 1989 representaron en gran medida los aires nacionales (la presidencia de Raúl Alfonsín), las gestiones de Carlos Grosso, Saúl Bouer y el citado Domínguez, de 1989 a 1996, derivaban de una hegemonía peronista no vigente entre los porteños. En autonomía, los ciclos de De la Rúa, Olivera e Ibarra fueron relativamente armónicos con quienes ocupaban la Casa Rosada. Pero ya con Kirchner, para Telerman la gestión fue dificultosa y Macri es desde 2007 la bestia negra del “modelo” nac & pop oficial.
En un país cuyo escuálido federalismo revela paupérrimo vigor democrático, la sintonía entre Bolívar 1 y Balcarce 50 es decisiva, sobre todo si al país lo maneja el peronismo. El distrito capitalino exhibe y padece problemas que tendrían solución viable en un marco de cordialidad institucional que no impera hoy en el país. Casi todos los asuntos críticos y litigiosos son interjurisdiccionales. Resolverlos exige un nexo fértil entre Nación y Ciudad, o entre Ciudad y provincia de Buenos Aires.
La campaña electoral para esta primera vuelta ha ratificado la baja calidad del debate político-cultural argentino, un dato especialmente agravado por la sistémica y hostilidad beligerante de un gobierno nacional que trata con inquina especial a lo que no controla. Los Kirchner jamás se propusieron articular ninguna verdadera política de Estado con Macri, lo hicieron muy poco con Ibarra y casi nada con Telerman, percibidos como ajenos u hostiles.
La Ciudad de Buenos Aires, una joya en bastante mal estado por razones y responsabilidades diversas y que en algunos casos la exceden, confronta oportunidades formidables. Podrían, empero, abortar si la Argentina sigue empeñada en ser tan poco república y tan caótica e improvisada.
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