sábado, 4 de agosto de 2007

CUESTA CREER

Cuesta creer que se esté gastando tanta tinta y micrófonos para seguir viajes y “parrafadas” de la esposa de nuestro Presidente discurriendo sobre su pretensión de profundizar ese misterioso “cambio” (¿) pregonado por nuestra lunática pareja “diárquica” (Grondona dixit).

Cuesta imaginar hasta qué extremos puede llegar el coro de alabanzas que le prodigan a su paso los obsecuentes que la rodean: que su inteligencia; su energía; su militancia; su decisión; sus convicciones. Todo ello con el único y evidente propósito de tratar de conservar el espacio donde empollan su buena vida.

Mientras tanto, a nosotros se nos ocurre dar lugar a otras reflexiones más concretas y a tono con las señales que tenemos a la vista: que su mal carácter y arrogancia sin par; su negativa a debatir en circunstancia alguna; su desprecio por las instituciones; sus frases construidas de manera tan complicada que habría que tener un diccionario especial para entenderlas (más aún cuando nos regala su “pastiche” favorito sobre ideología, filosofía y acción política); su extravagancia en el vestir; sus dedos agresivos señalando a unos supuestos réprobos; sus impúdicas alabanzas públicas a su marido; su evidente amor por el lujo y el buen vivir; su verificable camuflaje de las causas populares con clichés que intentan seducir a algún “vago y mal entretenido”, como hubiera dicho Borges.

Habernos concentrado en esta nueva “reina” política, nos distrae mientras tanto la atención de cuestiones mucho más urgentes, y le hace el juego a Kirchner, que sigue moviéndose hacia la concentración del poder absoluto. Nadie sabe bien para qué (¿lo sabrá él en realidad?).

La personalidad de Cristina es, para quien sepa verlo, un cabal exponente de las vidas de algunas jóvenes ambiciosas de extramuros, que sueñan con las luces y los oropeles de la gran ciudad.

Hasta ahora no se ha visto de su parte nada más que una frenética exhibición de botas, carteras, muecas y preferencias adolescentes por los fogonazos del glamour. Cada movimiento, cada viaje, cada discurso, revelan en la integrante de nuestra pareja real, un interés por “ser” más que por “hacer”. Desgraciadamente para ella, sus alocuciones parecen salir casi siempre del manual de un alumno confundido.

Cuesta creer que haya afirmado a CNN, que ahora comienza una “reinstalación de las instituciones”, “un ajuste fino” (¿) de las mismas. Nada menos que ella, consorte privilegiada de quien ha manipulado dichas instituciones ad nauseam, para ponerlas al servicio de sus intereses. Ella, que apoyó sin retaceos el mantenimiento de los decretos de necesidad y urgencia, la modificación arbitraria del Consejo de la Magistratura y la reasignación de partidas del presupuesto nacional por parte del Jefe de Gabinete, convirtiendo la ley fundamental en una verdadera parodia.
¡Habráse visto tupé semejante!

Creemos por otra parte, que a pesar de su repugnancia por la “portación de apellido”, su designación como candidata presidencial “a dedo” es, mal que le pese, una muestra palmaria del encubierto machismo que siempre encarnaron los líderes del partido peronista que, a pesar del cacareado cupo para una rama femenina en la actividad política, siempre han utilizado a sus esposas como “barriletes de cola” de sus planes políticos.

Los que tenemos algunos años, recordamos la manipulación ejercida hasta su fallecimiento sobre Eva Duarte (una mujer singular), por parte del General Perón. Y con posterioridad, el legado fatal que nos dejó a su muerte el mentado, con el consiguiente “rebote” público de la pobre Isabel Martínez.
Y hoy día, De la Sota y Alperovich; y tantos otros.

Parece increíble que en un momento en el que debemos atender urgencias acuciantes, tengamos que soportar esta nueva catarata de obviedades y presentaciones de mal gusto.

No debemos perder tiempo en dilucidar lo que está clarísimo: a Cristina lo único que se le puede señalar como rasgo distintivo es su amor desenfrenado por la declamación. Parecida a aquella con que en nuestra adolescencia recitábamos las odas a nuestros próceres.

Lo que comienza a evidenciarse mientras tanto, es que el cambio tan mentado va provocando pequeñas chispas muy sutiles en la intimidad de este binomio que pretende regentear la Argentina por mucho tiempo. Ello ocurre mientras nos susurran tonterías sobre mantener un rumbo inalterable, como cara visible de su apetito desmedido por seguir gozando de los privilegios del poder.

Esas chispas comenzarán a volverse más claras cuando comiencen las recriminaciones mutuas ante las dificultades que suelen ocurrirles siempre a las personas que, como ellos, viven de la fantasía en el calor de la más absoluta intimidad.

Y a Kirchner, le diríamos como los paisanos de nuestro campo: “tenga cuidado señor Presidente, no vaya a ser cosa que comiencen a robarle la noche.”

CARLOS BERRO MADERO

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