jueves, 27 de noviembre de 2008

AZAR Y CONFIANZA

El azar y la confianza

por Carlos Berro Madero

“El azar puede destruir o potenciar los recursos con que contamos. Pero también desempeña un
importante papel la decisión personal. La que hacemos en relación a cómo emplear nuestros
ingresos: trabajar mucho o tomarlo con calma, aceptar un empleo u otro, iniciar un negocio o no,
ahorrar o gastar. Todo esto puede significar la pérdida de los mismos o que los mejoremos y aumentemos.”

Milton Friedman

De nada sirve la pretensión de imponer que las cosas marchen contra la corriente natural de nuestras percepciones y nuestros íntimos deseos de progreso personal. Es sobre esta realidad que deberían asentarse todas las políticas económicas, que pueden encumbrar o arrojar al vacío a regímenes de gobierno en el mundo entero.
Es el hombre del común quien toma decisiones constantemente acerca de las conveniencias de aceptar las propuestas que él juzga más aptas para su bienestar. Es él pues, quien en definitiva desencadena los círculos virtuosos de la prosperidad y tiende a defenderse al mismo tiempo con las armas de su mayor o menor confianza prestada, respecto de los vicios en que puede incurrir una sociedad democrática e institucionalmente mal organizada.

Las crisis se desencadenan porque en algún momento alguien se pregunta por cuestiones que no aparecen en la superficie de las cosas. Basta esa sola pregunta, que generalmente arrastra otra y otras más, para poner en jaque verdades relativas que han sido atadas solamente a procesos emergentes de la voluntad ó del engaño.

Pueden pasar años, pero tarde o temprano la realidad se ve como una consecuencia de las decisiones personales antedichas, provenientes de quienes confirman o desechan las propuestas que se les formulen, basados en apreciaciones subjetivas que no entienden de fórmulas matemáticas, sino de un juicio ético y moral sobre las mismas.

La reciente crisis mundial que, por consecuencia inevitable, ha agudizado la que ya atravesaba nuestro país, jugará su suerte de la mano de la mayor o menor percepción de confianza de los ciudadanos.

El azar, que ha manifestado su presencia una vez más, nos indica que no hay fórmulas ni complicadas ecuaciones que puedan poner bajo seguridad absoluta emprendimientos “vendidos” como una panacea por parte de quienes representan, en un momento dado, la avidez y el atropello del poder temporal. La política predicada como “oportuna” puede convertirse así en la más “inoportuna”. Y el fracaso puede sobrevenir bruscamente y sin previo aviso.

Eso es lo que ha ocurrido.

Durante un tiempo, los “montajes” y las “apariencias” de dichos emprendimientos parecen poder esquivar la mirada inquisidora de aquellos que, finalmente, -a veces por casualidad, seamos francos-, terminan formulando sus reservas respecto de la solidez de algunas propuestas y le dan finalmente la espalda a las mismas.

Dada la diferencia abismal que media entre nuestra cultura y la de los países desarrollados, es casi seguro que recibiremos gran parte del actual coletazo financiero con mayor virulencia en algunos aspectos puntuales, por causas que tienen que ver con las características de nuestra sociedad.

En efecto, hemos ido quedando huérfanos a través del tiempo de los resguardos que, de alguna manera, van creando los sistemas en dichos países para desatar los “amortiguadores espontáneos” que entran a funcionar casi automáticamente en tiempos de crisis.

Ello se debe a la instalación de una actitud respecto de valores que “la sociedad y sus convenciones sociales promueven mediante el intercambio voluntario de información, cooperación espontánea y evolución de una compleja estructura a través del ensayo y del error, la aceptación y el rechazo. Esta cultura totalmente distinta, ha evolucionado sin que nadie la planificase, a través de un tipo de progreso social simultáneo con la evolución biológica. Las estructuras resultantes son capaces así de tomar distintas formas de acuerdo a diversas circunstancias y poner cualquier sistema a salvo” dice Friedman.

A ello deberíamos añadir que el sustento de la “amortiguación” antedicha está asentado en una capacidad de concebir el azar, la creatividad y la confianza como elementos fundamentales de cualquier cuestión.

Con sus aciertos y sus errores, existe en estas sociedades más evolucionadas la capacidad de crear un sistema automático de cooperación voluntaria y de solidaridad.

En nuestro país y de la mano del actual gobierno de los Kirchner, fabulador, mentiroso y enfermo de autoritarismo, el golpe que se avecina, de una u otra manera, será muy duro.

No es cuestión de entablar apuestas para verificar la calidad del tropiezo. Deberíamos preocuparnos por establecer desde ahora redes espontáneas que recreen, de una buena vez y para siempre, el espíritu de una ciudadanía dormida, ejercitando la renovación colectiva de una confianza y creatividad que nos permitan superar cuestiones que hoy parecen figurar en nuestro horizonte de “probabilidades trágicas muy posibles”.

Un manual que tendremos que rescribir, contemplando primordialmente la renovación de nuestra conducta personal como ciudadanos.

carlosberro@ arnet.com. ar

Gentileza en exclusiva para NOTIAR

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