Una peligrosa amnistía
Por Jorge Oviedo
Lo que se anunció como una generosa moratoria parece ser una peligrosa amnistía. Tal como está, permitiría terminar con las acciones penales en resonantes casos de corrupción que alcanzaron al actual gobierno. Cualquier causa penal que no tenga sentencia firme vinculada con fraudes tributarios se extingue por el simple pago de tributos, con facilidades. No aparecen exclusiones que impidan que por esta vía desaparezcan casos como el de Infinity Group, que derivó en Skanska, y hasta la acción contra el "valijero" Antonini Wilson. Las simples moratorias son siempre grandes oportunidades para que se blanquee dinero proveniente del delito. Quienes combaten el lavado de dinero no ven con buenos ojos esta clase de operaciones en las que puede entrar en el circuito legal el dinero proveniente del narcotráfico o para financiar actividades terroristas.
No está claro cómo hará el Gobierno para que el proyecto, tal como está, no sea una fantástica oportunidad, ad emás de poco costosa, para esta clase de movimientos cuando en el país comienzan a aparecer sospechas serias de actividades industriales y comerciales de poderosos carteles mexicanos de la droga.
La norma es, como mínimo, un gigantesco desaliento para las personas honestas y cumplidoras de las obligaciones tributarias. El texto permite escapar con pocos costos hasta a quienes, por ejemplo, tengan una sentencia adversa en segunda instancia, hayan apelado a la Corte y tengan el caso pendiente.
Parece difícil no sospechar de segundas o primeras intenciones políticas en esta operación lanzada con la excusa de la crisis financiera internacional. Una cosa es perdonarle buena parte de las deudas a quien ocultó una parte de sus ganancias sin cometer delitos y otra muy diferente facilitar a los acusados de cometer delitos regularizar su situación con apenas acogerse a un plan de facilidades.
La norma dice que las causas penales se suspenderán para quienes elijan pagar en cuotas y se reanudarán si dejan de pagar. Habría que ver qué dirían los tribunales en esos casos, porque en la Argentina está prohibida la prisión por deudas.
El accionar del Gobierno no puede ser más espasmódico y contradictorio. Un día se confiscan los ahorros en el sistema previsional de capitalización y al otro se ofrecen ventajas tributarias a quienes traigan dinero no declarado a la Argentina. ¿Cómo puede recrearse así la confianza?
La misma contradicción se advierte en un gobierno que hace poco eliminó por ley el régimen de pago de parte de los salarios en tickets o vales alimentarios alegando que generaban daño en los ingresos del sistema previsional y de obras sociales. Ahora se anuncia con bombos y platillos una rebaja de los aportes patronales a quienes tomen nuevos trabajadores. El mismo gobierno que no hizo más que incrementar todo lo que pudo el costo laboral.
El régimen también extingue acciones por empleo en negro, por ejemplo. Pero ¿qué pasa si hay un juicio planteado por el empleado a quien le correspondería una indemnización? No está claro, porque el Estado no puede condonar lo que no le pertenece.
Y cuando el Gobierno dice que no se permitirá incluir en el blanqueo a quienes hayan sido o sean funcionarios públicos, no está claro cómo hará cumplir tal limitación. Podrá ser que no extinga la acción penal, pero habrá que ver cómo se considera tal cosa en la Justicia. ¿Podrían quedar libres de culpa y cargo los empresarios implicados en una causa y no los funcionarios? ¿Dirán los tribunales que no se afecta el principio de igualdad ante la ley?
La lógica de un blanqueo de capitales es incentivar el retorno o exteriorización de ganancias no declaradas para hacer inversiones en un país que se ha vuelto muy atractivo, rentable y ofrece muchas seguridades. La Argentina, según la lectura de los mercados, no está en esa situación y no vale la pena tomar riesgos aunque las ganancias sean altísimas, como lo demuestra la baja cotización de los títulos públicos.
En un contexto de generalizada desconfianza, el proyecto oficial parece apuntar en direcciones equivocadas, como en el caso de la increíblemente amplia amnistía tributaria. Y en otros, como en las cuestiones laborales, llega tarde.
viernes, 28 de noviembre de 2008
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