lunes, 24 de noviembre de 2008

EL MALEVO

Ramos Generales -
23-Nov-08http://horaciopalma .blogspot. com/2008/ 11/todava- los-70ahora- el-malevo. html TODAVÍA LOS 70...ahora el Malevo.
por Horacio R. Palma
¡¡Mirá que hay que ser cobarde para suicidarse!! ... Qué fácil se dicen algunas cosas.
Desde siempre he pensado en la figura triste y cruel del suicidio. Y este año, ante el suicidio de un querido amigo, ese tema me ha rondado más que nunca en la cabeza.
Imagino al suicida parado sobre la ventana, a 20 metros del piso.
Debe haber una fracción de segundo donde se pregunta: ¿Lo hago?
Yo estoy convencido que es en ese preciso momento donde termina la supuesta “cobardía” de los que se suicidan. Como verán, no me gusta utilizar la palabra cobardía cuando hablo de suicidio. Es decir, creo que la idea de quitarse la vida nace, más que en alguna cobardía, en algún miedo profundo de afrontar lo que vendrá. Pero el instante mismo de la decisión, es un instante de valentía. Estoy convencido de eso.
Ningún cobarde se tira debajo de un tren. Se lanza al vacío… se traga una pastilla de cianuro, o se pega un tiro en la cabeza. Para eso hay que tener unas pelotas enormes.
No hace mucho, publiqué algo de lo que estoy convencido: La guerra en Argentina, sigue.
Todavía los setenta.
Me refiero, claro, a la guerra que desde los 60 instaló el terrorismo internacional en nuestro país. Primero lo intentó con el Ché…pero las inmensas limitaciones del guerrillero ícono, hicieron que solo pudiera llegar a un mísero rincón de Bolivia, donde el pueblo lo ignoró, y su único logro sobre nuestro territorio, fue poder internar un lugarteniente en Salta, que fue abatido rápidamente por la Gendarmería Nacional.
El Ché mostró el camino de la guerra de guerrillas por estos lares, y Cuba financió ese terrorismo demencial hasta sus últimas y nefastas consecuencias. No le importó nada.
De tres cosas no pudieron sobreponerse nunca los terroristas de Argentina: De la indiferencia y el descrédito popular (el pueblo al que venían a “salvar”, los delató). De la estrepitosa derrota militar (encontraron una resistencia heroica y estoica). Y de haber sobrevivido, a costa de delatar compañeros.
Y son estas tres cosas, las que impulsan hoy la venganza en los terroristas sobrevivientes.

Hoy leí la hermosa columna de Sandra Russo en Página 12 sobre el suicidio del Malevo Ferreyra. “Putos y Malevos”, tituló Sandra su columna, donde rinde, a su manera, un homenaje al ex comisario tucumano que, salido de entre “el pueblo esclavizado por la burguesía”, combatió desde los 18 años al terrorismo que intentó quedarse con su Argentina y con su Tucumán querida.
El Malevo lo vivió así y actuó en consecuencia. Ante la encrucijada, optó por defender a la Patria. Podría haber optado por el terrorismo…pero el Malevo era pueblo.
Pocos saben que Ferreyra se presentó como voluntario a la guerra contra el terrorismo. Que fue él quien en un enfrentamiento mano a mano…tiro a tiro, abatió en combate a Juan Carlos Alsogaray, hijo del Teniente General Alsogaray, que militaba en la organización terrorista Montoneros. La propaganda de la distorsión, luego, intentó miles de historias mentirosas sobre ese enfrentamiento. Ferreyra se guardó durante mucho tiempo su historia, hasta que las mentiras tornaron en un inmenso disparate. Recién entonces dijo: “Murió como un valiente…”, aludiendo a su “ilustre” enemigo de combate, el “teniente Manolo”.
Si como sugiere Sandra Russo, el ex comisario Tucumano murió como un Malevo, debemos decir también que miles y miles de terroristas en la guerra que Argentina vivió en los 70, se salvaron como Putos.
Recuerdo que en una entrevista a Jorge Rulli, un histórico militante del Peronismo, le pregunté qué pensaba de aquellos militantes como Miriam Lewin, que habían colaborado en la Esma… “es un tema complicado, debemos comprender que estaban detenidos…”
Gary Prado, el militar que apresó al Ché Guevara en la selva Boliviana, cuenta que cuando lo capturó, el guerrillero no sólo se rindió rápidamente, sino que le insistió en que era más útil vivo que muerto. "No disparen, soy el Che", dijo cuando la patrulla que comandaba el entonces capitán Prado se acercaba a un objetivo guerrillero en la selva boliviana. Los militares no dispararon, y el Che salió entonces de entre la maleza. "Yo valgo más vivo que muerto", le dijo Guevara a Prado cuando este lo conducía hacia La Higuera.
Luego el Ché se sobrepuso a ese miedo inicial y humano, y se puso firme ante quien lo fusiló. Y nadie lloriqueó por los rincones. Eran las reglas de aquella guerra que había impuesto el mismísimo Ché Guevara, fusilando a propios y a extraños.
La guerra estaba desatada, y los terroristas tenían ya un mártir.
En Argentina, tras varias escaramuzas guerrilleras sin mucha trascendencia, el terrorismo hizo su presentación oficial de muerte y conmoción con el secuestro y fusilamiento del ex presidente Pedro Eugenio Aramburu. Lo hizo el grupo terrorista Montoneros en 1.970.
También Aramburu eligió morir como héroe. Les pidió a los terroristas que lo dejaran afeitarse, y poder atarse los cordones de sus zapatos para enfrentar el fusilamiento.
La guerra en Argentina estaba declarada.

Y todo lo que vino después estuvo signado por un solo denominador común: La violencia.

Sinceramente, me causa gracia leer los libros de historia con los que estudian mis hijos. Sonrío al escuchar con qué liviandad los argentinos utilizamos ciertos términos. Genocidio, dictador, torturador, militante, compañero de lucha, jóvenes idealistas.
Tanta liviandad en los términos, termina por vaciarlos de contenido.
Decir que Videla, que Viola, que Galtieri, que Bignone…o que ¡Onganía! Fueron dictadores, es una manera infantil de mentir la historia. Y una falta grave de respeto hacia esos “señores dictadores” como Fidel Castro o Saddam Hussein.
Franco, Fidel Castro, Hussein, Khadafi; Pinochet y Stroessner (aunque los últimos dos en menor medida), por nombrar algunos conocidos, son una cosa. 60, 50, 40 años en el poder.
Pero ¿Videla? ¿Dónde se ha visto un “dictador” que luego de un par de años en el poder, deje su cargo para pasar a retiro? ¿Y Bignone?...¡¡un “dictador” efímero que maneja la transición hacia la democracia más estable y duradera de toda la historia Argentina!! ¿Onganía, un “dictador”?... por favor. Fidel Castro debe morirse de rabia al escuchar que ahora, a cualquiera con uniforme lo llaman dictador.
Aquella guerra declarada en los 70, con miles y miles de muertos de todos los colores, terroristas, militares, policías, gendarmes, civiles, grandes y chicos, sigue aún en nuestros días. Tampoco tengo dudas de eso.
Presos políticos, causas armadas, testigos truchos, un negocio multimillonario en indemnizaciones sin control, muertos sin tumbas y soldados perseguidos por la injusticia de la venganza que deciden quitarse la vida, antes que entregarse al circo del enemigo.
No tengo dudas, la guerra sigue. Distinta, pero sigue.
El Cels, desde su oficina en Marcos Paz, filma y hace fichas de todos los que visitamos a los presos políticos. No tengo dudas, la guerra sigue.
¿Terminará algún día? Mientras se insista en juzgar a los actos de guerra con las leyes de la paz, será una historia de nunca acabar. Mientras vayamos por ese camino, no habrá salida.
No habrá reconciliació n ni pacificación, sino más bien todo lo contrario.
Juzgar actos de guerra con las leyes de la paz, no se puede. Ni acá, ni en la China. Ni en Francia, quien enseñara al Estado argentino a combatir el terrorismo de guerrillas. Fue el mismísimo Mitterrand, joven, quien estuvo en Argentina entrenando a las Fuerzas Armadas. Y él mismo luego se hizo el asombrado.
Como decía mi maestra de matemática de tercer grado: No se pueden sumar peras con manzanas.
El tema es que los terroristas de ayer, ahora en el poder, no han podido asumir sus culpas. Ellos han sobrevivido como putos, mientras sus compañeros murieron como Malevos.
Esas culpas tampoco se arreglan con “juicios”. Esas culpan generan resentimientos.
Por eso aún hoy hay miedos de guerra. Y hay silencios de guerra.
Por eso, ni los terroristas de Argentina han desclasificado sus archivos de muerte. Ni las fuerzas del estado que los combatieron, han desclasificado sus archivos de represión.
Todavía hay miedos de guerra. Todavía hay silencios de guerra.
No existe en el mundo una guerra que haya sido juzgada por una justicia que no sea militar. No se puede.
No hay salida de posguerra que no sea política.
Mientras los terroristas no reconozcan que sus combatientes no eran “jóvenes idealistas”, sino combatientes fieros y valientes que asesinaban para tomar el poder, las fuerzas del estado no podrán decir cómo las combatieron. Porque no tiene sentido.
Porque no sirve de nada.
Hay miedos que son de guerra. El padre de un amigo mío de la infancia, es un militar que fue herido en combate, cuando los terroristas del Erp tomaron el regimiento donde él estaba designado. Hoy, toda la familia insiste en negar aquélla batalla. Temen que las leyes de la paz, le achaquen, 30 años después y fuera de todo contexto, “exceso en la legítima defensa”. Silencios de guerra.
Es como si intentáramos juzgar hoy, alguna muerte ocurrida en la batalla de San Lorenzo de alguno de los granaderos de San Martín. Es una insensatez.
El general Heriberto Justo Auel lo explica claramente. Cuando los jueces de hoy, con 25 años de paz y democracia en sus espaldas, le preguntan muy sueltos de cuerpo: ¿No entendieron que “aniquilar el accionar subversivo, era aniquilar a la subversión y no al subversivo?”. Auel les contesta: No conozco el terrorismo abstracto, ¿y usted?.
Más clarito, imposible. Es imposible entender la guerra, desde la lógica de la paz.
Y más imposible resulta intentar juzgarla.
En la guerra, un terrorista tira a mansalva a dos manos, y 30 años después, los jueces no entienden por qué el Estado mató a ese pobre terrorista y no a la entelequia llamada Terrorismo. ¡Es una imbecilidad!
Han pasado los años. Y han llegado al gobierno de la paz y la democracia, los que en la guerra de los 70 sobrevivieron como Putos, mientras sus compañeros murieron como Malevos. Y para aventar culpas profundas, intentan vengar la derrota de la guerra utilizando las leyes de paz. ¡Claro que no se puede! Y ellos saben. Pero no les importa…deben sobreactuar para exculpar sus cuitas. De eso se trata.
Y están entonces los soldados de la Patria. Aquellos que dieron su vida para luchar contra el terrorismo. Aquellos a los que la Democracia ya juzgó. Y luego condenó. Y luego encarceló. Y luego indultó. Y ahora los vuelve a juzgar. Y los vuelve a condenar. Y los vuelve a encarcelar… el eterno retorno. Treinta años después, hay más de cien soldados presos desde hace más de cinco años sin haber sido juzgados. Esta locura prueba lo que todos sabemos: No se puede juzgar una guerra con las leyes de la paz.
Al Malevo Ferreira, el juez insistió en declararlo prófugo a pesar de que estaba en la misma casa desde hacía ocho años. Siempre es buen negocio un poco de circo.
El principal diario de Tucumán lo entrevistó un día antes de que intentaran detenerlo por enésima vez en 25 años. ¿Por qué supone que lo incriminaron? , le preguntó la periodista de LA GACETA al Malevo Ferreira. “Porque ellos necesitan presos, y a mí saben dónde encontrarme”, sugirió. Luego se dirigió virtualmente al juez federal subrogante Daniel Bejas, quien había ordenado su captura, y le pidió que investigara. “Que vaya a la zona de los hechos, ahí todos se conocen; ellos le van a decir. Pasa que cuando hubo gente que cobró, y empezó a comprar tractores y máquinas nuevas, muchos se avivaron”, arremetió.
La guerra continúa, y el Malevo lo sabía perfectamente.
Lo acusaban la camarista federal Alicia Noli (esposa de un terrorista muerto) y la abogada de organismos de Derechos Humanos Laura Figueroa. ¡Vaya imparcialidad!
Tranquilo, el Malevo dijo que detrás de muchas denuncias por crímenes contra la humanidad se escondían intereses económicos: “Cobran $ 250.000 por cada preso por los desaparecidos. Sé de un tipo que se murió pescando, y lo hicieron aparecer como que lo habían desaparecido los militares, y cobraron”.
El Malevo sabía bien lo que decía. Sabía bien que la guerra en la que él combatió desde joven, aún sigue. Y no quiso entregarse al enemigo.
Y se puso la 45 en la cabeza, y frente a las cámaras, y con la Gendarmería entrando a su casa…se voló la cabeza.
¿Un cobarde?, por favor, el Malevo tenía las pelotas así de grandes…y los terroristas lo sabían de memoria. Y la justicia. Por eso prohíben pasar el video de su muerte.
Ojalá que los planes de estudio de la historia argentina, incorporen el video de este suicidio. Así los chicos aprenderán hasta donde nos perseguirá la muerte, mientras la justicia Argentina se disfrace, en busca de venganza. Mientras no superemos los 70.
Salva de honor, para el caído en combate.

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