sábado, 22 de noviembre de 2008

RECONSTRUIR ARGENTINA

Será tarea de hombres y mujeres superiores

por Guillermo Gaudio

El exiguo mercado de capitales argentino ha dejado de existir. Si se hubiese tratado de un ser humano hubiéramos dicho que por fin acabó su sufrimiento. Con el crédito internacional cortado, las AFJP eran la única vía por la cual las empresas argentinas alcanzaban algún grado de financiamiento a través de la colocación de sus bonos y acciones en las carteras de dichas AFJP.

La Ciudad de Buenos Aires había acordado con ellas colocar 500 millones de dólares en bonos para financiar sus obras de infraestructura. Ya no será. La decisión del gobierno de estatizarlas, terminó con el mercado, la seguridad jurídica y el respeto por la propiedad privada.

Con estas reglas de juego difícilmente nadie en su sano juicio quiera volver a invertir en Argentina.

Y Argentina necesitará imperiosamente créditos para reconstruirse. Por donde se mire se observa un país devastado.

Toda la infraestructura logística, esa que une ciudades, provincias y regiones, salvo contadas excepciones, está en un estado de obsolescencia que las convierte en barreras en lugar de vías de comunicación.

La red ferroviaria, alguna vez orgullo nacional y envidia de países vecinos, muestra un grado de deterioro que la convierte prácticamente en inoperable. En los pocos corredores ferroviarios que sobreviven, su deterioro es tal, que las formaciones demoran en completar su recorrido más tiempo que el que tardaban sesenta años atrás. Ramales ferroviarios en las que las formaciones circulaban a cien kilómetros por hora, hoy no pueden hacerlo a más de cuarenta.

En los trenes que sirven en el sector metropolitano de Buenos Aires, subsidiados por el país entero, las condiciones en que viajan los pasajeros son inferiores al del ganado en los camiones jaula.

El estado de las rutas es deplorable. Sus diseños y dimensiones, responden en su gran mayoría a las necesidades de un parque automotor, en cantidad y potencia, de los años sesenta. La cantidad de muertos y heridos diarios que muestran las estadísticas son una demostración elocuente de ello.

El país está desprotegido. Sus Fuerzas Armadas, sin capacidad de respuesta ante una eventual agresión, producto de la falta de material adecuado y capacitación profesional acorde con la evolución de los sistemas de armas, se limitan a cumplir, como pueden, con las tareas de vigilancia y alerta.

La Fuerza Aérea y la Aviación Naval, desguazan aparatos para proveer de repuestos a otros. Su personal no puede recibir el entrenamiento adecuado por falta de recursos, volando un mínimo número de horas en comparación a las necesarias. En el caso de la segunda, la inexistencia de portaviones torna en simbólica su existencia formal.

El destrato que sufre el personal retirado al percibir jubilaciones exiguas, actúa como señal desalentadora para los jóvenes aspirantes, que no avizoran un futuro promisorio, y aún para oficiales de baja graduación, que a poco de egresar deciden pedir la baja para pasar a la actividad privada.

El litoral marítimo argentino y su mar no pueden ser vigilados por nuestra marina con la frecuencia y tonelaje necesarios para reasegurar nuestra soberanía sobre el mismo. Los ejercicios militares conjuntos con fuerzas de naciones hermanas y los planes de contingencia que se elaboran para acciones conjuntas, corren peligro dada la marcada asimetría existente en materia armamentística.

Otro tanto puede decirse de las fuerzas de seguridad. Gendarmería, Prefectura y las distintas fuerzas policiales, que no cuentan con el presupuesto necesario para proveerse de medios para una acción más afectiva. Todo lo que hacen bien, sin desconocer que hay muchas cosas que hacen mal, lo basan en el esfuerzo personal y el coraje que mantienen en base a vocación de servicio.

La educación de nuestra juventud en sus tres niveles, año a año decrece en calidad y aumenta en días en blanco. Si bien la enseñanza primaria y secundaria no dependen del Estado Nacional sino de los Estados Provinciales, el permanente expolio que significa para estos últimos la existencia de impuestos no coparticipables, retenciones a las exportaciones por ejemplo, merman su capacidad financiera para alentar el perfeccionamiento de los sistemas de enseñanza que, de lograrse, daría un resultado casi inmediato, si tomamos como parámetros los éxitos del país y la alta calidad lograda en materia de energía atómica y actividades espaciales (Invap y Balseiro incluidos), sectores en los cuales, con pocos medios se han alcanzado niveles de desarrollo extraordinarios.

El mismo razonamiento es válido para restablecer sistemas de salud provinciales que sirvan a la población, a los prestadores y que además se destaquen por su calidad y sus resultados. Argentina cuenta con antecedentes exitosos al respecto. El plan de Alvarado en Jujuy es un ejemplo. Y el accionar de Carrillo y Oñativia son otros.

Las actividades productivas principales, sean agricologanaderas, industriales o extractivas, sufren una verdadera exacción impositiva que convierte para muchos pequeños productores agropecuarios e industriales, en antieconómico su trabajo, sobre todo ahora que se han desinflado los precios internacionales.

Con lo que el estado extrae de la genuina ganancia de los productores, subsidia numerosos servicios que utiliza el grueso de la población.

Medios de transporte y energía, ya sea eléctrica, gasífera o de combustibles líquidos, son abonados por los usuarios a precios inferiores a los que rigen, como comparación, en países limítrofes, lo que es producto de la obstinación de ponerles un valor en origen, sea en boca de pozo o usina generadora, por el producto lo que el producto vale, siendo necesario, como en el caso del gas importarlo a precio cuatro veces superior a través de gasoductos u ocho veces superior cuando de barcos regasificadores se trata.

Argentina cuenta con un sistema gremial paralizante. Los gobernantes innovadores deben tener muy en cuenta a los dirigentes sindicales cuando de modificar algo se trata. A lo largo de los años, dicho sistema gremial produjo, numerosos dirigentes prósperos y pocas conquistas reales, en materia de bienestar, salud y educación, para los asalariados cuyos intereses deberían defender.

Este poder que se expresa en base a movilizaciones y violencia callejera en diversos grados, ha sido un freno para la tarea de modernizar el país en materia de educación, salud, transportes etc.…No pocas veces tal parálisis aparece ligada, sospechosamente, a intereses económicos contra los que dicen oponerse.

La gente no tiene confianza en la moneda argentina. Busca acopiar divisas que les aseguren estabilidad al valor de sus ahorros. Pero tampoco creen en los bancos, chivos expiatorios, en este caso, de decisiones del Banco Central y del gobierno nacional. Por lo tanto atesora su dinero fuera de las vías de circulación del mismo, afectando los mecanismos de crédito que no funcionan por falta del lubricante.

Aún existen bonistas damnificados por el default declarado en el año 2002. Nada menos que 24.000 millones de dólares, sin contar los intereses acumulados. Y la deuda con el club de Paris. Como si eso fuera poco ahora nos echaran sobre los hombros la deuda con las AFJP y los titulares de la cuentas.

Pero lo peor de todo es la pérdida de la cohesión entre los habitantes de la Nación. A la inexistencia de gobiernos, desde hace mucho tiempo, que hayan aceptado someterse al imperio de la ley y la Constitución Nacional, cada argentino ha desarrollado el instinto de autodefensa.

El ¡sálvese quien pueda! ha ido extendiéndose como mancha de aceite, minimizando el interés por el bien común (se ve claramente en las conductas urbanas) y relegando el sentimiento de patria al más recóndito de los rincones. Y este es el más grave de todos los problemas que sufrimos.

¿Cómo devolverle a la gente el orgullo de ser argentinos? Fácil. Revirtiendo el daño moral y material infligido al conjunto de la Nación. ¿Cómo? Además de reconstruir los bienes materiales deteriorados y construir los que faltan, como la red patagónica de ferrocarriles y nuevas centrales nucleares de energía, entre otras cosas, lo más importante será recuperar la confianza del mundo para que vea en nosotros un país confiable y los financistas y empresarios del mundo se atrevan a invertir nuevamente en Argentina, sin buscar retornos exorbitantes en el corto plazo.

Para eso se necesitan hombres y mujeres que nos gobiernen y que cuenten, o se ganen, el respeto internacional con su conducta. Hace poco recordábamos a Ernesto Tornquist que alguna vez avaló con su fortuna personal una deuda que contraía la República Argentina. Allí tenemos un ejemplo a seguir.

No hay comentarios: