lunes, 9 de marzo de 2009

LA PEOR DE LAS DERROTAS



Joaquín Morales Solá
Para LA NACION

Hay cosas peores para un político argentino que perder una elección. Una de ellas consiste en que personajes como Luis Barrionuevo y Ramón Saadi lo destraten, después de haber simulado ser sus aliados, antes de la propia elección. Las tres cosas le sucedieron a Néstor Kirchner en muy pocas horas: perdió en los comicios de Catamarca, tuvo a Barrionuevo y a Saadi como aliados y, encima, éstos se distanciaron de él no bien olfatearon que los aguardaba la derrota.

El domingo amargo tuvo el condimento adicional del primer triunfo electoral de Julio Cobos sobre Kirchner. El vicepresidente está dispuesto a cosechar todo lo que el matrimonio presidencial siembra tenazmente en favor de él. Vale la pena citar un ejemplo: Cobos pudo viajar a Mendoza el fin de semana, para asistir a la Fiesta de la Vendimia, en un avión de línea, como lo hace siempre que vuelve a su provincia. Pero prefirió someterse, inmutable, a la nueva humillación que le infligieron los Kirchner. Lo hicieron esperar varias horas en el aeropuerto para finalmente obligarlo a volar en un avión oficial a hélice, que demoró una eternidad hasta llegar a Mendoza.

Cobos resiste con la paciencia de los monjes estoicos. Su contrincante no es Cristina Kirchner, sino Néstor Kirchner, el autor de todos sus tormentos políticos y morales. El vicepresidente intenta mantener un duelo encerrado entre límites partidarios y fuera del ámbito institucional, pero ¿podrá extender ilimitadamente ese combate que, en el fondo, lo enfrenta con quien corporiza otro poder del Estado, la propia Presidenta?

Puede ser que, a veces, se vislumbren las líneas difusas de dos corrientes en la administración, lideradas por cada uno de los integrantes del matrimonio que manda. Es una ilusión pasajera, porque la Presidenta termina siempre haciendo suyas las políticas que establece su marido. Cristina y Néstor Kirchner confluyen sin excepciones dentro de un mismo haz.

El problema más grave es que el esposo presidencial parece haber perdido la sensibilidad política. ¿Qué réditos hubiera conseguido Kirchner aun en el caso de una victoria en Catamarca, que fue siempre improbable? Barrionuevo andaba aconsejando dejar de robar antes de quemar urnas en la propia Catamarca. Barrionuevo y Hugo Moyano, enemigos perennemente circunstanciales, son la cara y la contracara del opulento, viejo y desprestigiado sindicalismo.

Saadi nunca pudo recuperar el control político de su provincia, un viejo feudo liderado por su padre, desde que Menem no tuvo otra alternativa que intervenir su gobernación en medio del monumental escándalo por la muerte de María Soledad Morales. Kirchner cayó en los brazos del impopular político que Menem había expulsado y, de alguna manera, contribuyó a legitimarlo otra vez en la política argentina. La única conclusión posible es ésa, guste o no.


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¿Por qué, a pesar de todo, Kirchner se metió con notable ceguera en una pelea desahuciada, desafiando el instinto político y todos los pronósticos? ¿Por qué, en última instancia, permitió que lo enfrentaran con un bloque de políticos presentables, con el propio Cobos a la cabeza? ¿Era necesario? Ninguna victoria es necesaria cuando viene acompañada por la certeza de que, en cualquier caso, será una derrota.

Dicen que el rencor de Kirchner hacia Cobos es más grande que cualquier noción de lo político y de lo impolítico. Es probable. Desde su crucial voto en el Senado, que significó el rechazo de la resolución 125, Cobos no ha hecho más que crecer hasta convertirse en el político argentino que cuenta con más simpatía popular; sólo Carlos Reutemann está cerca de sus índices de popularidad.

Cobos habla y escribe como un político moderado, consensual y comprensivo. Está en el otro extremo de lo que expresan los Kirchner. Quizás se trata de una estrategia. Nada es para él, con todo, más importante que la ayuda política que recibe del matrimonio presidencial, desplegada en el destrato, la ofensa y el desprecio a la figura vicepresidencial. En un país donde ahora ser popular requiere una considerable distancia del apellido Kirchner, a Cobos lo sorprendieron las circunstancias justo en el lugar indicado.

Sin embargo, la explicación de la obstinación de Kirchner en Catamarca no puede limitarse sólo al resentimiento hacia Cobos. Hay mucho de aislamiento y de desinformación detrás de las indescifrables decisiones del ex presidente. Todo jefe político necesita una sucesión de anillos protectores que lo vayan apartando de los riesgos. Hace mucho tiempo que Kirchner carece de esos círculos protectores, porque su irascible temperamento terminó por crear un temor generalizado en el gabinete y entre sus principales asesores. Sólo escucha lo que quiere y sólo le dicen lo que quiere escuchar.

Hasta los encuestadores hacen mediciones especiales para conformar el humor del ex presidente. Un renombrado encuestador ya pagó con el despido por acercarle cifras sinceras, aunque ingratas. Kirchner no acepta, por ejemplo, ninguna encuesta que sitúe a su esposa y a él por debajo del 60 por ciento de aceptación nacional. Pero están superando, apenas, el tercio de esa cifra.

Fuentes oficiales señalan que Kirchner recibió el consejo, y el pedido, de su ex cuñado y nuevo patrón del peronismo catamarqueño, Armando Mercado, para ir a Catamarca a jugarse a suerte y verdad. Sólo él podía, le aseguró, cambiar el curso de la victoria inevitable de Cobos y Brizuela del Moral.

Sin consultar con nadie, Kirchner se metió en un avión para terminar cerrando la campaña catamarqueña en un acto en el que hasta su aliado Saadi se dio el lujo de no subirse al palco. "Tengo diferencias con ese señor", explicó en alusión al propio Kirchner, mientras anunciaba que será el próximo senador peronista que se irá del bloque del oficialismo.

Barrionuevo se lamentó, al mismo tiempo, de que Kirchner los haya conducido a la derrota en Catamarca. Tan patético como eso. Después de ventilar las conversaciones reservadas entre Julio De Vido y Hugo Biolcati, de dejarlo a Cobos huérfano de granaderos y de aviones y de haberse metido en el limo peronista de Catamarca, ¿dónde y cuándo cometerá Kirchner su próximo error político?

El estremecido temor de su entorno impide que le llegue la información limpia y clara, y eso sólo augura nuevos y mayores aislamientos.

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