lunes, 3 de mayo de 2010

NO ES FARSA, ES TRAGEDIA




Por Malú Kikuchi

Sobre un dicho de Hegel, Karl Marx escribía en “El 18 Brumario de Luis Bonaparte” (1852), “que la historia se repite dos veces, la primera vez como tragedia, la segunda como farsa”. Para Marx, Napoleón fue una tragedia mientras que su sobrino, Napoleón III, fue una farsa.

El jueves 29 de abril 2010, Argentina toda, entre azorada, divertida, distraída, indiferente o preocupada, asistió a un tribunal popular que se arrogó el derecho de hacer un juicio ético y político a ciertos periodistas y a algunos medios gráficos.

Los que se interesaron por el tema, muy pocos, lo calificaron mayoritariamente de farsa, parodia, grotesco, o siguiendo con las definiciones literarias y para ser bien argentinos, de sainete criollo. Desgraciadamente es mucho más que una farsa, es simple y llanamente una tragedia.

Cualquier persona tiene derecho a juzgar políticamente a otra, ya que casi todos los actos humanos son políticos, desde elegir un diario y no otro, a un programa de TV o de radio, pasando por el colegio de los hijos. Pero la ética, es otra cosa.

La ética es una rama de la filosofía que decide sobre lo que es bueno o malo, lo que es correcto o incorrecto y tiene que ver con la moral. Para empezar, ¿quién o quienes le dieron el poder a Hebe Pastor y sus seguidores para arrogarse el derecho de juzgar sobre la ética de ciertas personas?

¿En qué universidades de ética se recibieron? ¿A qué academias de ciencias morales pertenecen? ¿Quiénes son para juzgar a nadie desde la ética? ¿Cómo se permiten juzgar? ¿Cómo les permitimos juzgar? Los juicios por tribunales populares pertenecen a la revolución francesa, muy lejos en el tiempo.

No es una farsa, es tan trágico como la primera vez, cuando los hijos de Hebe Pastor y otros “maravillosos jóvenes idealistas” desde la más absoluta y demencial soberbia, se sintieron con derecho a juzgar y condenar y matar a determinadas personas que no pensaban como ellos y les estorbaban su carrera hacia el poder.

Y lo hicieron en nombre del “pueblo”, pueblo al que no consultaron, pueblo que nunca los votó, ni los eligió para que lo representara. Pura soberbia de violentos que se sentían dueños de una verdad absoluta e inapelable.

Esta vez, sin violencia física, al menos por ahora, con jueza que traía la sentencia escrita desde su casa, con 3 fiscales, testigos varios y ningún abogado defensor, parodiando un juicio legal, osaron juzgar y por supuesto condenar. No es farsa, es tragedia.

Asistió al “juicio”, votó y condenó a los enjuiciados, Néstor Busso, presidente del consejo federal de comunicaciones audiovisuales. Se desconoce si lo hizo en forma personal o en representación del gobierno K, ya que Cristina al día siguiente, asistió a un acto oficial en compañía de Hebe Pastor.

La condena fue para 5 medios y 7 periodistas y el fallo, según Hebe Pastor, fue calificarlos de “traidores al pueblo de la nación argentina” y agregó, “fue un juicio ético y político irrefutable, no se puede apelar”. Remató, “ahora, los jueces”.

Insisten en arrogarse un derecho que nadie les ha dado, el de representar al pueblo. Un pueblo que no odia, un pueblo manso y tranquilo, que sólo quiere seguridad, trabajo, salud y educación para que sus hijos vivan mejor que ellos. El pueblo no edifica su futuro sobre los cadáveres del pasado.

Si empezamos a sumar actos previos del mismo tenor, el terror avanza. Hebe Pastor y su gente reciben millones de parte del estado para construir casas que no se construyen; mantienen una radio trucha, pero permitida por el gobierno, juegan a tener una seudo universidad que lava cerebros con Gramsci como apóstol y se permiten educar en el odio y la violencia.

Ya levantaron una tribuna frente al palacio de Tribunales para insultar a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, se apropiaron del museo de la memoria donde mamá Hebe da clases de cocina (¡qué tierno!), mientras se queja de que en el museo no se exhiban los fusiles usados por sus hijos.

Predica impunemente su apoyo a la ETA, a las FARC, su incondicional empatía con Chávez, Ajmadinejad, Ortega, Evo (que no come pollos) y por supuesto al único, al padre inspirador, fuente de toda razón y justicia, al gran Fidel y su demoledor régimen cubano. Festeja con champagne (gesto muy poco popular) la muerte de 3.000 personas durante el ataque a las torres gemelas. Una madre amorosa, y llena de dulzura, proclamada por Kirchner como madre de todos los argentinos.

Se siente amparada por un gobierno que todavía no ha aceptado la derrota del 28/6/09 y que le adjudica al periodismo esa misma derrota que no admite. Todo muy argentino, muy retorcido y muy de diván. Para dirimir este tema digno de un simposio de siquiatras, mamá Hebe es la colaboradora ideal.

Insisto, no es una farsa para hacer reír y tomárselo a broma, es terror en su fase inicial. Ya lo vivimos, ya lo sufrimos, lo seguimos padeciendo hoy. Ningún pueblo medianamente racional repite errores tan graves y costosos en vidas humanas. Se habla de la inevitabilidad de la tragedia griega, la tragedia argentina puede y debe ser evitada.

¿Qué nos pasa? Esto no es un chiste organizado por un grupito de enajenados mentales. Esto es serio, esto es trágico, esto es profundamente peligroso. Supongo que los primeros que vieron a Mussolini o a Hitler les parecieron payasos inofensivos, quizás hasta graciosos. No lo fueron.

En Argentina es la segunda vez. Y esta segunda vez no es una farsa. Sigue siendo una tragedia y si no lo vemos es porque no queremos verlo. El peligro está aquí, delante nuestro, hacernos los distraídos no ayuda.

Y somos más, muchísimos más los que estamos del lado del estado de derecho, del juicio justo a los acusados de crímenes reales, del lado del debido proceso, del lado de los representantes elegidos por el voto popular.

¿Por qué entonces dejamos que la historia de nuestra patria sea parte de un noticiero visto por TV y no algo de lo cual participamos?

Somos más, somos pacíficos, queremos una patria justa y plural, donde quepan todos los pensamientos que no se aparten de la Constitución Nacional; aborrecemos la violencia, queremos vivir sin crispación el presente y enterrar definitivamente el pasado, para no perdernos el futuro.

¿Por qué no lo hacemos? No es farsa, es tragedia, y la tragedia repetida es doblemente perversa. La serpiente crece dentro del huevo, ¿somos incapaces de verla?

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