martes, 1 de marzo de 2011
HISTORIA REPETIDA
QUIEREN REPETIR LA HISTORIA
El proceso político se parece cada vez más al intentado por el camporismo en 1973. Verbitsky, Bonafini, Zannini, Parrilli y Abal Medina impusieron a Cristina que se presente a la reelección. Retiraron el busto del comisario Alberto Villar ubicado en la Central de Policía. También las placas que en las comisarías recuerdan a los caídos en cumplimiento del deber. La idea de reformar la Constitución demuestra la desesperación política de un grupo “que cabe en una combi”, pese a lo cual quiere dominar a la sociedad argentina. Gesto honorable del contraalmirante Castro Madero. Quieren controlar al Ejército con una minoría que provoca un gran descontento en la Fuerza. Los negocios.
Por Carlos Manuel Acuña
Un amigo memorioso nos dijo que el título de este artículo ya lo habíamos utilizado meses atrás, cuando dijimos que se vislumbraba con claridad el aceleramiento de un proceso de descomposición política e institucional que en realidad había comenzado muchísimo antes. De todos modos, hoy es necesario detenernos en este peligroso presente -calificativo al que recurrimos muy a menudo- para reconocer que desde la muerte de Néstor Carlos Kirchner esa descomposición se aceleró notablemente y permitió que aflorara con fuerza la repetición del mismo proceso que llevó a Héctor J. Cámpora a su corta presidencia en 1973. La diferencia consiste en que para ese entonces vivía un Juan Perón que volvió al país para rectificar el rumbo y que el escenario era relativamente distinto. Antes, las Fuerzas Armadas tenían poder material y político y las de Seguridad y Policiales podían ejercer sus funciones con el respaldo oficial. Hoy -consideran los dirigentes de izquierda que rodean a Cristina Fernández-, la situación es distinta y la debilidad militar y la inexistencia de otras figuras políticas de relieve favorecerían la aventura de la reelección y la reaparición más activa de los viejos militantes y sus doctrinas. Más aún, el proyecto se sustenta en un hecho real y fácilmente palpable: la creciente inseguridad pública, que juega un papel político muy parecido al de las viejas organizaciones armadas cuya función consistía en alterar la normalidad social para facilitar un esfuerzo de guerra que les permitiría hacerse cargo del poder por la fuerza.
La similitud con lo que ocurre ahora es notable, excepto que la izquierda controla a la presidente de la República, forzándola a aceptar su posible reelección, en la creencia de que desprendiéndose de su pátina peronista podrá obtener respaldos independientes para ganar las elecciones. Simultáneamente con éstas, lanzaría una propuesta para reformar la Constitución Nacional y abrir el camino hacia una permanencia prácticamente indefinida para el manejo total del poder en la Argentina. Así de simple y así coincidente con lo que consignamos más de una vez: izquierdas primitivas como la Argentina una vez que llegan al poder no lo abandonan jamás, al menos, tratarán de quedarse todo lo posible para usufructuarlo y manejar sus negocios.
Los movimientos realizados para alcanzar este objetivo son interesantes. Primero, obtuvieron un gran volumen de liquidez monetaria para su propio provecho pero también para invertirlo en política. Seguidamente -y sin abandonar el factor comercial en base a negocios con bienes del Estado- buscaron controlar, aunque más no sea formalmente, al Ejército, mediante algunos cambios en la cúpula para disminuir las inquietudes en este campo y por eso la honorable actitud del contralmirante Castro Madero, hijo de quien fue uno de los padres de nuestro desarrollo nuclear, basada en su disconformidad por los ascensos impedidos por “portación de apellido”, haya caído como una verdadera bomba. Finalmente, lo que será la anunciada liquidación masiva de jefes y oficiales superiores de la Policía Federal Argentina constituye un fundado factor de alarma pues aumentará más todavía la acción de la delincuencia. En lo que hace a la bonaerense, se preparan maniobras políticas a partir del asesoramiento de Arslanián, que ya hizo de las suyas, y de la esperada sumisión de Daniel Scioli, pese a que éste ya dio muestras de independencia.
Lo cierto es que los indicios de desorden ideologizado se profundizan hora a hora. En el patio de honor de la sede central de la Policía Federal existía un busto que recordaba al asesinado comisario Alberto Villar, ex jefe de la Institución, cuya lancha -en la viajaba con su esposa- fue volada por los montoneros. La noticia del retiro del busto que lo recordaba no se difundió y nadie pudo explicar la causa, habida cuenta de que Villar, de proverbial trayectoria antiterrorista, fue nombrado por un gobierno constitucional. Es obvio que se trata de una razón política, como lo es también el retiro de las placas que en comisarías y ciertas oficinas registraban los nombres de aquellos policías que cayeron en cumplimiento de su deber. Como si esto fuera poco, desde la semana pasada la policía bonaerense tiene prohibido cargar las armas largas que llevan las patrullas, con munición de plomo, y solamente podrán hacerlo con postas de goma. A esos efectos, los responsables de dar las órdenes debieron firmar un acta para registrar legalmente esta curiosa directiva que sólo derivará en una creciente impunidad de los criminales.
Por cierto, esto es una mala nota para Scioli, que demuestra una vez más que importa más la especulación que el cumplimiento de las normas en una sociedad agredida y aterrorizada. Preocupa más la acción política de las entidades que toman a los “derechos humanos” como una excusa ideológica, que afirmar el poder de la legalidad, otra señal de la decadencia a la que estamos sometidos por unos pocos que, como alguien dijo, “caben todos en una combi”, pese a lo cual aspiran a manejar el País e imponernos ideas, estilos y comportamientos con los que la mayoría no está de acuerdo.
Éste es un punto crucial del nuevo esquema que la izquierda quiere imponer desde la Casa Rosada, lo que habla bien a las claras de la alta responsabilidad que le cabe al gobernador de la provincia de Buenos Aires, en lo que podemos definir como una verdadera emergencia política para la República. Lo mismo puede decirse de Mauricio Macri respecto de Eduardo Alberto Duhalde, pues aparentemente el jefe metropolitano intervino anoche en este panorama para anunciar que no establecerá ninguna alianza con este último, aunque esta clase de afirmaciones, en el enrarecido ambiente de nuestros políticos, puede modificarse en cualquier momento y nuevamente tomar un camino distinto que habla claramente de la profundidad de la crisis. Así lo hizo el presidente del bloque de senadores del cada vez más lánguido Frente para la Victoria, Dr. Pichetto, quien se manifestó contrario a las colectoras que quieren instalar los cristinistas por necesidad. Las tácticas apenas si trepan al nivel de estrategias y éstas reemplazan a las ideas, a las propuestas y convierten a nuestra política en una simple cuestión especulativa.
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