miércoles, 16 de marzo de 2011

PALABRA MALTRATADA


Pueblo, una palabra maltratada

por Mauricio Ortín
Profesor de Filosofía (UNSa)

El recurso económico más valioso del que dispone un país no es su pueblo, sino algunos pocos individuos fuera de lo común. Aquellos que se destacan del resto por su inteligencia, talento y dedicación para producir riqueza. Todos los países los tienen, más o menos, en la misma proporción. La diferencia estriba en que hay sociedades (pueblos) que los aprovechan, los ignoran o los persiguen. En rigor, el uso político del término “pueblo” no designa algo preciso: es equívoco. ¿Quiénes son el pueblo? ¿Las masas de obreros son el pueblo?¿Son los patrones parte de él? ¿Los militares? Acaso, ¿solamente son pueblo los pobres y la gente de izquierda? Esta última es la tesis (falsa) que enarbolan los “progres”. Se dice, por ejemplo, que “fulano ganó las elecciones porque lo votó el pueblo. Entonces, los que votaron al que perdió (aún por un voto), ¿son el antipueblo? El concepto “pueblo”, cuando se lo usa para excluir a una parte de la sociedad, no es otra cosa que propaganda fascista. También lo es cuando se lo instala como entidad con voluntad propia, por encima de los individuos. Decir, por ejemplo: “El pueblo nunca se equivoca” es equivalente a decir: “El planeta Marte está aburrido”. No existe un ser que se llama “pueblo” y que actúa según su libre arbitrio. Tal término sólo es lícito usarlo cuando izquierda y derecha, ricos y pobres, militares y civiles, judíos y cristianos, etc., están incluidos en toda su extensión.

En el plano estrictamente económico, el pueblo como recurso no significa nada. Lo que interesa, más bien, son ciertas y específicas capacidades con que cuentan una masa crítica de individuos, y la posibilidad de que éstas puedan ser desarrolladas. Me refiero, en primer lugar, a los empresarios. A aquellos que por herencia genética, conjunción astral, talento natural o suerte han sido favorecidos con la virtud para crear riqueza donde no la había. Ellos son, fundamentalmente, los que hacen rico a un país. El hecho de que los anime la ambición de riqueza o la solidaridad con sus trabajadores es, a los efectos económicos, indiferente. El radical contraste que distingue a los países ricos de los países pobres es el número de empresarios en proporción a la cantidad de habitantes. Un país puede exhibir científicos sobresalientes, atletas insuperables, escritores geniales, militares brillantes, ingenieros nucleares, etc., mas, si tiene pocos o ningún empresario -necesariamente-, es un país económicamente pobre. Fue el caso la ex Unión Soviética, es el de Cuba castrista y, también, el de absolutamente todos los experimentos fracasados de la izquierda. Eliminar a los empresarios es el objetivo primordial del socialismo (Bueno... se comprende que, en el apuro, también a uno que otro no empresario). Stalin, con la participación de Lenin, Trotsky y el resto de los bolcheviques, asesinó primero a los burgueses. Luego, exterminó a los dirigentes de los otros partidos. Acto seguido, acabó con los enemigos internos de su Partido (Trotsky, Radek, Piatakov, etc.). Por último, para coronar su trayectoria, asesinó también a sus amigos y aliados partidarios (Zinoviev, Kamenev, Bujarin, etc. Lenin se salvó porque tuvo la prudencia de morirse antes, de un derrame cerebral). Sin empresarios, sólo con obreros y burócratas, el estado socialista ha demostrado que exclusivamente produce miseria (eso sí, equitativamente repartida). Más aún, Fidel Castro y sus burócratas ceden, generosamente, la parte que les toca a su querido pueblo.

El resultado de cien años de socialismo marxista se podría resumir en esclavitud, miseria y cien millones de muertos. Sin embargo, no acusamos recibo de la lección, ya que en este país despotricar superficialmente contra los empresarios es un deporte nacional que se practica en las universidades, en los medios de comunicación y en los partidos políticos. Apoyar, en cambio, a tiranosaurios como Fidel Castro, Hugo Chávez o Ahmadinejad está bien visto. ¿Acaso no es incompatible, con la decencia más elemental, el abogar por el sujeto, presidente de Irán, que declaró que “Israel debe ser borrado del mapa”?

Pregunto: ¿El Che Guevara es un buen modelo para nuestros hijos? Respondo: ­Me quedo mil veces con Bill Gates!

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