domingo, 3 de julio de 2011

INTERNAS



- Las internas, ese fantasma
Por Eugenio Paillet

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Para ser sinceros, si se escucha las más de dos voces que hoy imperan en el oficialismo y en el cristinismo puro, cabría decir que Cristina Fernández no sabe bien qué hacer con las elecciones internas y obligatorias del 14 de agosto.


Basta un solo dato para reafirmar esa impresión: un hombre al que se le encargan habitualmente operaciones políticas de todo tipo ha reconocido que la preocupación por los fantasmas de 2009 se han instalado en algún lugar de la cima.

Esto es, que la sociedad decida darse el gusto de castigar en las urnas las elevadas dosis de corrupción y soberbia que al gobierno le brotan por los cuatro costados, en una elección en la que no están en juego cargos ejecutivos ni avales o vetos a administración alguna, sino, simplemente, la ratificación de candidaturas que ya han sido puestas de antemano, tanto del lado del Frente Para la Victoria como desde la oposición.

Es decir, los mismos factores, hasta psicológicos si se quiere, que propinaron a Néstor Kirchner la peor derrota política de su vida, en octubre de aquel año. Para reafirmar el concepto en boca de ese operador, muchos de esos votantes fueron luego los que dijeron que votarían por Cristina en las presidenciales del 23 de octubre de este año, y todavía lo dicen, en la mayoría de las encuestas sobre intención de voto que se conocen, aun de consultoras tenidas por absolutamente independientes. Para todas ellas, si las elecciones fuesen ahora mismo, la mandataria revalidaría pergaminos con un triunfo en primera vuelta.

Existe, entre esos consultores, pero también en despachos del gobierno y entre observadores afianzados, la impresión de que aquel mentado latiguillo impulsado desde la Casa Rosada, tras el aprovechamiento masivo del efecto luto que vistió a Cristina desde el 27 de octubre último, según el cual ella "ya ganó", podría desmoronarse como castillo de naipes, si ese efecto tan ligado a las elecciones parlamentarias de medio tiempo se repite el 14 de agosto. O si, por caso, esa misma sociedad decide del mismo modo castigar a los actuales gobernantes con un alto grado de ausentismo, pese a que los comicios son obligatorios. En ese escenario, la posibilidad de que la presidenta coseche cualquier porcentaje de votos por debajo del 40 por ciento queda a la vuelta de la esquina.

Desde el mismo gobierno, se ha afirmado, durante estos días, que las primarias de agosto serán en verdad una suerte de "primera vuelta anticipada" de los comicios de octubre. Y auguran que la fórmula Fernández-Boudou obtendrá en esa oportunidad más del 45 por ciento de los votos. Algunas encuestas que encarga la Casa Rosada hacen ascender ese porcentaje al cincuenta por ciento. Por lo bajo, reconocen que aquel comportamiento social tornaría utópicas esas cifras. Y allí es donde aparecen algunas alquimias destinadas a plantear, al menos como elevada hipótesis política, la posibilidad de suspender el paso por las urnas de agosto.

El argumento detrás del cual se esconden aquellos fantasmas sería justamente que las diez fórmulas que se han anotado para competir por la presidencia ya han sido oficializadas por sus respectivos partidos y que ninguna tiene oposición interna.

Aníbal Fernández y Florencio Randazzo se han mostrado reiterativos, en los últimos días, tratando de desmentir una y otra vez que esos comicios puedan suspenderse. Hay un argumento de peso a tomar en cuenta antes de ingresar a desmenuzar los pormenores de una historia que de ningún modo tiene un capítulo final escrito. Para anular las internas sería necesario modificar la ley Electoral votada oportunamente por el Congreso. Y eso debería hacerse mediante el apoyo de una mayoría agravada (los dos tercios presentes en ambas cámaras) que el gobierno no tiene ni en sueños.

Existe, sin embargo, en el seno del gobierno, al menos un plan en borrador que supondría dejar sin efecto las elecciones internas para fórmulas presidenciales, no así para el resto de los cargos y hasta para pujas como la que el intendente Mario Ishii promete llevar adelante contra Daniel Scioli por la gobernación bonaerense, o la definición de listas para legisladores en algunos partidos de la Provincia por parte de la alianza entre Ricardo Alfonsín y Francisco de Narváez.

En el Congreso hay, al mismo tiempo, al menos un proyecto de la oposición que propone anular lisa y llanamente las internas de agosto, con aquel argumento de que se han convertido en letra muerta. ¿De qué lado están los bloques del oficialismo? Hay quienes, en el primer piso de Balcarce 50, aseguran que "están mitad y mitad". Y que ese mismo sentimiento anida en el seno del gabinete nacional. De un lado, los que dicen que es un riesgo mostrar ese domingo a una Cristina anémica en votos, por debajo del 40 por ciento. Y del otro, aquellos que, en cambio, sostienen que la presidenta debe someterse a esa compulsa, para demostrar efectivamente que "ella ya ganó".

Eduardo Duhalde ha sido de los primeros en advertir sobre esas maniobras en ciernes, y ha dicho en privado que lo que Cristina Fernández no quiere es encontrarse el 14 de agosto con la sorpresa de que sólo recogió el 35 por ciento, o menos, del voto ciudadano. Duhalde, como Ricardo Alfonsín, está convencido de que la estrategia del "Cristina ya ganó" se derrumbaría sin remedio y que la definición en segunda vuelta de las elecciones de octubre sería algo más que una expresión de deseos. El ex mandatario interino ha dicho que el que salga segundo en agosto, y él confía en reunir un 30 por ciento del electorado ese día, captará el "voto útil" del resto de los competidores y forzará una segunda vuelta.

"No lo dicen, pero si tienen dudas de que Cristina saque el 40 por ciento de los votos pueden buscar cualquier argumento para no hacer las internas, porque se les cae la cantinela de que ella ya ganó la elección", dicen en esos cuarteles.

Otro frente de tormenta por ese lado puede provenir desde los sectores del peronismo, y hasta del propio kirchnerismo, que quedaron enojados y desencantados por haber sido dejados afuera del armado de listas, en las que Cristina Fernández ha dado muestras terminantes de que ella no le debe nada a esos viejos representantes de la política y del partido, y que se va a recostar en sus más incondicionales aliados del sector joven que representan La Cámpora y la generación sub-40.

"Los intendentes del Conurbano no olvidan y mucho menos perdonan, y en una interna como la de agosto, en la que no se juega nada, te pueden mandar a votar en contra", dice un peronista que supo estar con todos los gobiernos de ese signo desde Carlos Menem para acá. Conviene rescatar por esa vía un botón de muestra: Hugo Curto, uno de los más vetustos barones del Conurbano, que en público ratifica su alineamiento con el modelo, no tembló al decirlo por lo bajo el sábado por la noche, después de que se conociera que Boudou sería el candidato a vicepresidente: "Bancarnos a Mariotto como vice de Scioli, y encima este muchacho de la Ucedé con Cristina, es como demasiado", despotricó.

Duhalde, hay que decirlo, pero le cabría lo mismo a De Narváez, desde el otro costado del peronismo disidente, tiene preparadas sus ambulancias para recorrer la provincia de Buenos Aires y otros distritos del país para recoger los heridos que dejará la decisión de Cristina. El ex presidente ha dicho que con esa cosecha (presunta, es cierto: en política nada está dicho de antemano) logrará arrimarse al 30 por ciento de los votos en agosto. Después, en el mismo tren de análisis, supone que recibirá el apoyo del resto de las fuerzas para ir a un balotaje con Cristina, que podría no alcanzar el 40 por ciento de piso que necesita, y diez puntos de ventaja sobre el segundo, para quedarse con la reelección en primera vuelta.

¿Qué hará Cristina si sospecha que las internas del 14 de agosto pueden convertirse en una trampa que podría tenderle la propia sociedad que está harta de un gobierno con tintes monárquicos, y que aprovechará que "no se vota gestión" para castigarla? Florencio Randazzo jura que la fecha sigue en pie. Carlos Zanini, por la diagonal, deja abierta la puerta a una ley del Congreso.

Fuente: La Nueva Provincia (Bahía Blanca)

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