domingo, 13 de noviembre de 2011

QUE LA INOCENCIA TE VALGA KRETINA







Por Carlos Berro Madero



“Todo el mundo mira con atención para ver muestras de aprobación y admiración en las miradas de los demás. Huelga decir que la base para la autoestima que proporcionan dicha aprobación y admiración es siempre notablemente débil”

-Jean Claude Kaufmann











Que las demandas de reconocimiento desbordan a muchas personas es un secreto a voces. Casi todo el mundo busca seducir a los demás prodigándoles atención protocolar y alguna simpatía, para apuntalar así su tambaleante sentido de sí mismo y sacar alguna ventaja.

En estas redes ha caído recientemente -una vez más-, nuestra Presidente, que ha vuelto de la reunión del G20 en Cannes, con “un poquito de orgullito” (sic) por los supuestos elogios recibidos de Barack Obama (de los cuales, dicho sea de paso, la prensa internacional no ha dicho ni “mu”).

No ha comprendido todavía que el mundo se ha convertido en algo tan saturado de tensión que las recepciones de esta índole sirven primordialmente para reducir algunos desencuentros y están presididos por gestos de simple cortesía.

Por lo tanto, los arrebatos de magnanimidad que se “prestan”, están despojados de obligaciones prácticas, y se adaptan al ego de cada quien.

Días después del “orgullito”, vino el “palo”: Estados Unidos volvió a votar en contra de conceder nuevos préstamos del Banco Mundial a la Argentina (uno de los cuales era, entre paréntesis, “para remodelar el Ministerio de Economía”<¿>) y el vocero del Departamento de Estado Frank Tonner insistió en que debemos pagar a todos nuestros acreedores si queremos normalizar nuestra relación con el mundo.

Cristina parece ignorar que las manifestaciones de devoción a alguien, aunque sean ardientes e intensas, se detienen ante el “sacrificio”. En el caso que analizamos, solo han tenido como objetivo el que una posición irreductible del gobierno argentino impida cobrar a acreedores internacionales que tienen sentencias judiciales firmes a su favor.

Tampoco ha comprendido que debe dejar de “interpretar” cómo se gobierna el mundo si no sabe hacerlo y no dar lecciones a sus interlocutores. La verdadera preocupación debería ser CÓMO SE GOBIERNA ELLA MISMA.

¿Qué “orgullito” le puede dar el papelón que ha armado con el dólar, los Bancos y las importaciones?

Pero no hay caso, como una “remake” de Alicia en el País de las Maravillas, Cristina se regodea siempre como si fuera la destinataria de elogios que no entiende se le brindan solo porque representa a la Argentina y, fundamentalmente, para que su gobierno no “saque los pies del plato” y terminemos como Venezuela, Cuba o Ecuador.

La triple frontera, la fabricación de drogas sintéticas, el contrabando impune y los desbarajustes de una economía fantasiosa llena de subsidios absurdos e insostenibles, son motivos más que suficientes para que una potencia como Estados Unidos trate de “dorarle la píldora” a quien nos representa, con el fin de mantenernos del lado considerado “correcto” para ellos.

Y por qué no decirlo, correcto también para muchos de los que vivimos aquí y estamos pasmados ante tanta estupidez de quienes insisten en ver nuestra realidad al mejor estilo de “My way” (A mi manera), la inolvidable canción de Paul Anka inmortalizada por Frank Sinatra.

No hay duda alguna que hay vértigos emocionales que desbaratan muchas veces el equilibrio psicológico de determinadas personas.

Lo peor es que no aprenden nunca, ni se corrigen.

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