sábado, 26 de noviembre de 2011

RIDIKULECES



Inflation Targeting: Desasnando a Cristina y sus asnos

La banda de genuflexos no descansa. Ellos se encuentran dispuestos a justificar lo injustificable. Y a ponderar aquello que ignoran. Celebran como nuevo, en 2011, un hangar construido en 1972. O aplauden inconsistencias estructurales que anuncia Ella ante supuestos industriales. Aqui una pequeña contribución a semejante demostración de ignorancia colectiva:

"(...) La gente quería vivir mejor y con libertad, pero también con garantías, seguridades, con equidad y con justicia. Cosa que, a partir de lo que parecía una hegemonía global eterna y bajo la luz del Consenso de Washington y las políticas neoliberales, bueno, ya conocemos como se arrasó América latina. (...)

Digo entonces cómo viene esta etapa. Yo la definiría, vos la definiste De Mendiguren, la UIA la definió como la etapa del desarrollo. Me parece una buena definición, pero yo quiero ir un poquito más profundo, yo quiero definirla como la etapa de la sintonía fina. ¿Por qué de la sintonía fina? Porque hasta ahora hemos hablado de industrias, normalmente cada vez que nos encontramos hacemos una referencia a pequeñas y medianas industrias, pero en realidad vamos a tener que comenzar a precisar y a estudiar a cada uno de los sectores bajo un tema central en esta etapa que viene que es la competitividad de la economía argentina, competitividad que solamente es sustentable con inclusión social. Esto lo aclaro porque muchas veces algunos interpretan que competitividad se hace a costa de salarios o se hace a costa de renuncia de impuestos por parte del Estado. Ser competitivo porque el Estado me baja los impuestos, me da exenciones fiscales, me paga subsidios o porque les pago poca plata a los trabajadores, en realidad tampoco parecen formas muy novedosas en materia de innovación para generar competitividad. Por lo cual quiero sentarme en ese concepto de también innovar los comportamientos de cada uno de los sectores. Y yo diría de los 3 sectores fundamentales que conforman este mundo en que estamos aquí, que son ustedes los empresarios, los trabajadores y nosotros, el Estado, como el tercer actor de lo que significa esa trilogía, esa actuación tripartita que ha sido también una de las claves del crecimiento de estos años. El acuerdo que ha sido la política que hemos venido impulsando con las convenciones colectivas de trabajo, con la mejora del salario, con el acuerdo del Estado. Pero ahora hay que comenzar con sintonía fina. ¿Por qué digo esto?
Porque ya no basta con la definición de pequeña, mediana y grande industria. Hay que comenzar a ver por ejemplo en las grandes industrias y sobre todo fundamentalmente en lo que son los grandes temas, inversión, cuestiones salariales, inflación, subsidios, hay que comenzar a hablar y a analizar con sintonía fina. De utilidades, otro tema que tampoco se habla, porque esto también tiene que ver con la economía y creo que a nivel global es una de las claves. Se intenta la fórmula de no tocar utilidades o preservar utilidades fundamentalmente en lo que hace al sector financiero y que la crisis la paguen los que menos tienen. La fórmula de que la crisis se la quieran hacer pagar a los que menos tienen, termina como terminó la Argentina en el año 2001, con la maza pegándole a la pared, no ya el péndulo. Nosotros lo probamos. (...)

Por eso digo la etapa de la sintonía fina, por eso quiero hablarles también a los empresarios del tema de las utilidades. ¿Qué empresario no quiere tener utilidades? Todos queremos ganar plata, lo que vamos a tener que medir en este mundo es una utilidad que tenga un estándar más o menos internacional, pero lo cierto es que las utilidades de las empresas argentinas están todas por encima de los estándares internacionales; no me molesta, les reitero, no me molesta en tanto y en cuanto esa utilidad por encima de estándares internacionales no provoque situaciones como las que viven en Europa o Estados Unidos de un fuerte endeudamiento del resto de la sociedad, porque vamos, el dinero que no está acá se va para allá y entonces hay que explicar parte del formidable endeudamiento de las economías públicas y de las economías familiares precisamente en estas cosas. (...)

(...) Si ustedes observan la línea argentina nunca la van a ver en la línea de la revaluación de la moneda, siempre la van a ver en la línea de depreciación de la moneda, tal vez no con la intensidad que querrían todos los exportadores, pero entonces que no me vengan a hablar de inflación después, porque si yo no tengo controlada también la variable del dólar, vamos muchachos, dos más dos es cuatro y todos sabemos que terminan referenciando los precios de los bienes y de los servicios en dólares, pongámonos de acuerdo porque no se puede tener la chancha, los 20 y la máquina de hacer chorizos, hay que tener un adecuado timing de cómo se manejan cada una de esas variables. Porque también quiero aclararles que nuestro modelo es un modelo de crecimiento, no de metas de inflación, el modelo de metas de inflación es el método del Consenso de Washington que llevó a la destrucción de la región, nosotros creemos en el crecimiento, en el trabajo y en la inclusión, y vamos a seguir esta línea. (...)".

Cristina Fernández,
Acto de cierre de la Conferencia anual de la 17ª Conferencia Anual de la Unión Industrial Argentina.



CIUDAD DE BUENOS AIRES (Urgente24). El gerente general de Aerolíneas Argentinas, Axel Kicillof, autotitulado en la UBA especialista en John Maynard Keynes, podría brindar, probablemente, más precisiones al respecto.

Pero el concepto de "inflation targeting" u metas de inflación, aparece en un libro de Lord Keynes, publicado en 1923: In his Tract on Monetary Reform (Tratado sobre la Reforma Monetaria).

En ese texto, John Maynard Keynes, quien murió antes que se imaginara el Consenso de Washington que provoca tanta tirria en la Presidente y, evidentemente, Ella no tiene la menor idea de qué se trata, Keynes recomendó una política de flexibilidad cambiaria, segun la oscilación de la inflación internacional, en el confuso mundo posterior a la 1ra. Guerra Mundial.

Hoy día Inflation Targeting se refiere a una estrategia de política monetaria para controlar la inflación: el Banco central proyecta y publica una tasa de inflación proyectada o "target", y luego intenta dirigir la inflación real hacia la meta propuesta mediante el uso de variaciones del tipo de interés y otros instrumentos monetarios.

¿Quién fue el pionero en este modelo? Nueva Zelandia, en 1990. Y mal no le fue. Por eso la imitaron los bancos centrales del Reino Unido (Bank of England, del que ha sido consejero Mario Blejer, otra posible fuente de consulta para Cristina), Canada, Australia...

En la región, lo aplicó inicialmente Chile, en 1991, y Brasil desde 1999: 2 gobiernos no conservadores (el de la Concertación Democrática y el del Partido dos Trabalhadores).

Sí corresponde al Consenso de Washington el llamado fine tuning, cuya traducción literal es sintonía fina. Es más: hay un trabajo de Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía al que han consultado tanto Néstor Kirchner como Cristina Fernández, que lo explica.

Así que, por lo menos, Cristina padece de confusión intelectual, y ninguno de los asnos le explica que está equivocada.

Al respecto, vamos a la nota de Roberto García, en el bisemanario Diario Perfil:

¿Quién habrá sido el consejero económico, elemental y demodé que puso en la boca de Cristina de Kirchner la composición “sintonía fina”? Esa misma que otro disparatado experto, esta vez en comunicaciones, la hizo repartir a voceros de todo tipo por radio, tele y diarios, para que la repitieran como si fuera un distintivo de la nueva etapa del Gobierno, casi una clave publicitaria. Sorprende apelar y servirse de ese recurso, la “sintonía fina”, con funcionarios como Guillermo Moreno, más gustoso de los guantes de boxeo que del uso de los dedos. Suena a dislate: como se sabe, él no ecualiza, sólo prende y apaga. Y no es el único en la Administración. Además, también se sabe, la traducción castellana de fine tuning reconoce, entre otras pocas acepciones, el significado de “ajuste” (Diccionario Collins). Palabra que, como es público, está prohibida en el Index oficialista, sólo la utiliza la Presidenta cuando se muere un obispo.

Cuesta entender, entonces, el mensaje; en consecuencia, surgen detalles menores pero humorísticos sobre la desorientación oficial. Pero hay algo más: cierto desvarío se descubre en la selección del fine tuning como emblema explicativo. En la jerga económica, ese doble término tomó envergadura en algunos papers relacionados con el Consenso de Washington y data de aquellos sombríos 90 tan detestados por Ella aunque bien aprovechados por la pareja. Pero si ese recuerdo indeseable puede ser un desliz, al agudizar la memoria se agrava la caída al barranco: para definir una corrección impositiva que luego lo voltearía a él y a su presidente, De la Rúa, José Luis Machinea utilizó hasta como explicación la “sintonía fina”, abrumó con su utilización en inglés y en castellano, lo repitió hasta la extenuación como ahora reiteran los acólitos de Cristina. No parece, por lo tanto, el mejor antecedente. De ahí que ampararse en la “sintonía fina” revela mal gusto, desaire a la creatividad presidencial con un presagio fúnebre, violación a los derechos de autor y, sobre todo, objeto de burla en toda la comunidad profesional de la economía. Mejor enterrar el fine tuning.

No sólo carga con mochilas semánticas la mandataria. Basta ver el arsenal de inoportunas disposiciones, escritas o no, que el amateurismo de sus asesores le impuso en los últimos días, quebrando la confianza sobre la guarda de dólares, el establecimiento de diversas categorías de subsidios personales, el engorro de las tarifas múltiples al que le atribuyen inteligencia argentina como si fuera el dulce de leche, la birome o el colectivo. Son señales contradictorias, presuntos desvíos, aunque para desviarse hay que tener una dirección inicial (diría, claro, el ensayista Michel Houellebecq). ¿Habrá alguien capaz de parar esas diferencias internas e insalvables, inquietantes para la gestión que comienza el próximo 10? ¿Podrá, por ejemplo, encargarse de apaciguarlas Carlos Bettini, uno de los pocos amigos de juventud que le quedan a Cristina, embajador en España, cercano al rey y eventual socio de Felipe González, llamado de urgencia y emergencia –al menos, para él– hace 48 horas?

Dudoso. Más bien, si le corresponde un ascenso superior, debería instalarse en la Cancillería, Interior o Justicia, área en la que supo triscar en el pasado. No está para administrar los variados intereses que pueblan el mundo económico, menos en ese ministerio que se tambalea como sus números. Aunque el problema superior son las riñas: ya debe haberse enterado de la batahola ocurrida –dicen– en la quinta de Julio De Vido, por la ribera de Zárate, en la que los gritos cruzaban al Uruguay, como de allí vienen los malos olores de Botnia. Con demasiados testigos y más de un helicóptero en la vecindad. Según las versiones, Moreno se atacó oralmente con el dueño de casa, descomedido, como si él fuera un par del anfitrión. No se contaron las causas del desafío, pero alerta sobre la compleja continuidad de ambos en el Gobierno: estarán juntos pero enemistados, como buena parte de los últimos años. Aunque ahora con un conflicto más tortuoso por la falta de recursos. Y con otros participantes vecinales de ambiciones manifiestas, cada uno con un libreto distinto: Mercedes Marcó del Pont, Débora Giorgi, Ricardo Echegaray y la decaída línea de funcionarios que aún responden al ministro Amado Boudou con Hernán Lorenzino en el frente.

No se incluye en la ciega batalla el avance temerario de La Cámpora, ahora de festejo majestuoso por el sostén de la mandataria a la gestión de Mariano Recalde en Aerolíneas Argentinas (bueno, se supone que ella conoce los números y el negocio de la aeronavegación). Tanta escaramuza interna ya parece haber decretado premios y amputaciones. Por ejemplo, si De Vido se muda a Economía o es jefe de Gabinete ampliará su red de poder pero le podarán algún brazo (la responsabilidad sobre Finanzas). Está bajo sospecha en ese rubro, al menos así piensan Moreno y Marcó del Pont. Por otra parte, empezar averiado congratula a La Cámpora, ese núcleo que no le profesa cariño, lo mira de reojo y lo ha incluido en esa lista negra que integran Scioli, Massa, Moyano, algún gobernador y otros (nunca olvidar a Alberto Fernández).

En la prioridad de esos blancos fijos Boudou encabeza la nómina, hoy trémulo y blanquiñoso desde que lo castigaron, según pudo verse en las pantallas complacientes de la TV a las que acudió para desmentir que estuviera en crisis. O devaluado, o depilado. Casi nonato vicepresidente, ausente en las medidas económicas que le corresponden como titular del Ministerio, pertenece al sino particular que en su próximo cargo establecieron los Kirchner: si Néstor se equivocó con Julio Cobos –ni hablar de Scioli–, ahora parece que la viuda tropezó antes de empezar su nuevo mandato con la misma piedra.

De ahí que, a partir del 11, el lenguaraz Boudou padecerá la inclemencia de quienes no lo toleran como inmediato apoyo de la Presidenta: puede ser un desterrado del poder. Y esa glacialización tal vez arrastre a quienes él había empujado para avanzar con una política más ortodoxa. Perdón por la palabra, aunque sería más correcta que la sintonía fina.

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