miércoles, 9 de noviembre de 2011
SUBSIDIOS
Los subsidios intemporales
La idea del subsidio es que sea temporal, permita sobrellevar una situación y luego, solucionada ésta, desaparezca. Al menos esa es la que indica la lógica. Pero la lógica está más distante de los argentinos que el SY 2005, un asteroide que acaba de pasar raudamente junto a nosotros sin embocarnos.
Los chinos, gente dedicada a producir proverbios, dicen que a quien tiene hambre no hay que darle pescado sino enseñarle a pescar. Lo que no dicen es que así murieron millones de hambre millones de chinos ya fuera porque no había pique o porque el hambre era mayor que la posibilidad de aprender.
En situación de crisis la ayuda es la única posibilidad. Pero una crisis no puede perpetuarse en el tiempo sin transformarse en una enfermedad crónica. El asistencialismo no puede ser una actitud permanente.
No es la primera vez que lo decimos y posiblemente, como van las cosas, no será la última. Es una realidad palpable que el país atraviesa crisis diversas sobre la piel de sus habitantes, la función del estado es salvar la situación del momento y encausar gente y esfuerzos para que quienes viven esas crisis puedan salir de ellas de manera permanente y el producto de su labor les permita afrontar retos que los pongan en el camino de nuevas realizaciones.
Nuestro gobierno ha hecho del subsidio una institución. Subsidió a quienes no tenían trabajo, a quienes tenían hijos, a quienes estaban en situación de riesgo y a otros en otras distintas realidades. La esencia del subsidio era sortear la crisis, la solución vendría después. Algunos, muchos, venían subsidiados desde antes. Nuestro país tiene ya dos generaciones, sino tres, que nunca han trabajado. Para ellos la cultura del trabajo y el ahorro es tan consistente como una leyenda griega o una saga normanda.
La solución, por lo general, no es otra que la generación de trabajo. Muchos gobernantes y no gobernantes no logran comprender que una persona o un pueblo no se enriquecen por el trabajo que pueda realizar sino por el trabajo que pueda generar para los demás. Gobernar, no sólo es poblar, como decía Alberdi, sino crear fuentes de trabajo.
No sólo se subsidia a cierta gente sino también a empresas. Las empresas también entran en crisis y pueden necesitar ser subsidiadas para salir de ellas. Cuando el verdadero negocio de las empresas pasa a ser el subsidio, sucede como con la gente, pierden la dignidad.
El gobierno ha decidido que recortará ciertos subsidios, no todos, ni de golpe. En una de sus usuales disquisiciones explica que se eliminarán los subsidios pero no se aumentarán las tarifas. Es decir que – tomando el ejemplo del gas – el señor que pagaba $200 por bimestre en una cuenta de $800 acorde a una factura que decía que el estado nacional subsidiaba el servicio haciéndose cargo de la diferencia, a igual consumo deberá pagar los $800 y callarse la boca porque la realidad es que nada aumentó, solamente paga lo que debía pagar. Que ahora disponga de menos dinero es una fatalidad y no la culpa de alguien.
La crisis de los particulares, la crisis de las empresas, es ahora la crisis de un estado que no supo ni quiso generar trabajo y ocupación. El estado olvidó que el subsidio es una prestación pública asistencial de carácter económico y de duración determinada. No se la puede transformar en un aporte permanente.
Nos dan mil explicaciones pero aplican control de cambio; deciden quién puede comprar moneda extranjera y quién no; avisan que se terminan los subsidios pero las facturas no aumentarán. En este panorama nos aseguran que no hay una crisis económica y, lo más patético es que pretenden que les creamos.
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