La intemperancia del discurso oficial y la ausencia de diálogo en el país ponen en evidencia el carácter de facción con el cual actúa el oficialismo. Pero este espíritu parece contagiar también por momentos a toda la dirigencia. Podemos perfectamente asistir en los próximos meses a una cadena de necedades: el que gana no organiza nada, con el objeto de que siga el actual estado de cosas hasta mejor ocasión. Secretamente, otros también quieren que siga Kirchner para que luego las circunstancias los vuelvan a buscar. Otros no se reúnen con nadie y ponen más vocación en la objeción que en la unidad. Etc., etc.
Poco puede esperarse de un gobierno que se asume y actúa como una facción. Es al conjunto al que le cabe la obligación de establecer la agenda de la Argentina. Si esto es posible, el futuro presidente será quien encarne este mandato. Pero si este mandato no está claramente establecido, el próximo presidente será el representante de la facción –oficialista o no- de mayor tamaño.
Y facción contra facción, podemos pensar de momento que tendrá mayor chance la facción instituida. En consecuencia, todos los demás serán co-responsables de no haber contribuido a aprovechar las circunstancias tan favorables a los intereses nacionales que ofrece el mundo de hoy.
Parafraseando a Alberdi, el principal crimen de este gobierno es haber sustituido la imaginación por el rencor en la conducción de los destinos del país. Pero, si la oposición se limita a “un acuerdo de no agresión”, habrá incurrido en el mismo pecado. Pues lo que la Argentina necesita es “un acuerdo de imaginación”.
Por su contundente triunfo en la Ciudad de Buenos Aires, Macri es quien mejor colocado estará para dar la señal de arranque de esta convocatoria.
Para la conformación de un ámbito que reúna a todos aquellos dirigentes que, más allá de su signo ideológico o partidario, contribuyan con sus ideas e iniciativas a cambiar la realidad en el sentido de las aspiraciones y expectativas de nuestra sociedad. De modo tal de poder establecer una agenda de la Argentina. Una agenda de temas de Estado que, como en los Pactos de la Moncloa firmados en España en octubre de 1977, consagre la supremacía del conjunto sobre los intereses de la parte.
Ricardo A. Romano
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