viernes, 28 de diciembre de 2007

ANTONINI................

ANTONINI… ¿QUÉ?
Por Vicente Gonzalo Massot (*)
Es posible que, con cuentagotas o a borbotones, desde Miami sigan llegando a estas playas nuevos detalles de la operación que tenía al venezolano–americano Antonini Wilson como mascarón de proa. Pero más allá de las perlas que eventualmente aparezcan y se hagan públicas, el escándalo que estalló en las narices de Cristina Fernández —pocos días después de su asunción— tiende a desaparecer de las primeras planas de los diarios y de la consideración de la gente.
En realidad y tal cual lo adelantamos, cabía la posibilidad de que el sonado caso de la valija con 800.000 dólares siguiera el mismo curso que el de Skanska, del cual, a esta altura del partido, nadie se acuerda. Si, como todo lo hace prever, en dos o tres semanas más el de Antonini Wilson será uno de esos nombres que sólo recordarán algunos memoriosos, el gobierno se habrá salido con la suya.
Bien es verdad que no podrá torcer el sentido que a la investigación le impondrá la justicia de Miami y que tampoco podrá —por mucho que lo intente— tapar por completo las noticias que saldrán a la luz en el juicio a ventilarse dentro de poco. Sin embargo, la flamante presidente contará, a su favor, con dos grandes ventajas. Por de pronto, enero es un mes de vacaciones. Con posterioridad al último viernes del año en curso nada que no sea playas, sierras o montañas contará para el argentino medio, al cual, además, el único tema que le quita el sueño es el de la inseguridad. La segunda de las ventajas es la apatía ciudadana respecto de los casos de corrupción publica. Dicho sin vueltas: en un país en donde las instituciones no existen, por qué razón cuestiones como los famosos depósitos clandestinos de dólares en el exterior por parte de Kirchner —cuando era gobernador—, la de Skanska o la de Antonini Wilson, iban a crear una conmoción. Lo contrario es cierto y por el ello al matrimonio gobernante cuanto digan los testigos, acusados, imputados, los fiscales y hasta el juez de la causa lo tiene sin demasiado cuidado.
Claro que a las dos ventajas ya enumeradas habría que agregarle una tercera de otra índole que, seguramente, obrará el efecto de distraer a la opinión pública por espacio de algunos días: el papel de garante que desempeñará en el drama de los rehenes colombianos el ex–presidente Néstor Kirchner. Su presencia en ese país, por el significado que reviste la liberación de unos prisioneros emblemáticos en manos de las FARC, tendrá entre nosotros una trascendencia enorme y eclipsará sin lugar a dudas a cualquier otra noticia, por importante que fuese.
Entre la temporada estival, el tradicional desinterés argentino por las instituciones y el reconocimiento que le ha sido hecho al santacruceño por expreso pedido de Nicolás Sarkozy, el tema de Antonini Wilson que preanunciaba desatar una verdadera tempestad ha quedado reducido a una ventisca.
También han bajado los decibeles de su disputa, por momentos abierta y por momentos soterrada, los jefes de las dos principales tribus sindicales de la Argentina: Hugo Moyano y Gerardo Martínez. Cuando parecía que, finalmente, este último había nucleado a su alrededor la tropa suficiente como para desafiar con posibilidades de éxito el reinado del camionero en la CGT, ahora son todas declaraciones de paz y buenos augurios entre uno y otro. Martínez, sin decir agua va, se bajó de la pelea mientras Moyano, para no ser menos, y sin ponerse colorado, aseguró que el mandamás de la UOCRA era un viejo amigo.
¿Qué sucedió? En la disputa que se veía venir y que a nadie convenía menos que al gobierno, terció Néstor Kirchner y logró que los rivales fumaran la pipa de la paz. Conviene no creer ni en su amistad ni tampoco en que hayan depuesto, para siempre, sus ansias de combatir a brazo partido por el dominio de la CGT. En público Moyano y Martínez dirán una cosa y en privado lo contrario, pero en la medida en que estén bajo control el gobierno podrá encarar en los próximos dos o tres meses el más complicado de los problemas que tiene en su agenda: las negociaciones salariales. Con una CGT dislocada y los dos gremios más poderosos del país en pie de guerra, estas negociaciones —cruciales pasa determinar el derrotero futuro de la inflación— podían tornarse inmanejables.
En una palabra, la condición necesaria para que, a cambio de innumerables canonjías, privilegios y subsidios, el sindicalismo organizado peronista aceptase —como lo hace disciplinadamente desde el 2003— el tope de aumento que le fija la Casa Rosada, era evitar la pintura de guerra en el rostro de Moyano y de Martínez. Eso lo logró, haciendo las veces de honesto componedor, el santacruceño que no en balde sigue siendo el hombre más poderoso de la Argentina. Felices vacaciones y hasta la primera semana de febrero.
Hasta la semana próxima.
(*) Crónica y Análisis publica esta nota por gentileza del autor - Dr. Vicente Gonzalo Massot - Director Ejecutivo de "La Nueva Provincia", Analista Político, Doctor en Ciencias Políticas, UCA, Ex viceministro de Defensa, profesor de Relaciones Internacionales.

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