Una de Ripley’s
Carlos Mira
La reacción del gobierno argentino frente a las noticias sobre la investigación impulsada por los Estados Unidos por el caso de la valija con 800.000 dólares que llegó desde Venezuela fue realmente sorprendente e increíble.
“¡Aunque usted no lo crea!”, decía el locutor hablando con esa típica tonada de castellano neutro, al terminar cada capítulo de “Ripley’s, Believe it or not”. Se acababa de escuchar y de ver una historia de ribetes fantásticos que, de no ser por las pruebas visuales y la infaltable frase final, pocos hubieran creído. Eso mismo parecieron decir las autoridades norteamericanas que se refirieron, sobre el fin de la semana pasada, al caso del “maletero” Antonini Wilson y a la detención en Miami de tres ciudadanos venezolanos y uno uruguayo, acusados de amenazar a la familia de Wilson si no asumía como propia la valija llena de dólares que se descubrió en la madrugada del 4 de agosto entre el equipaje de un avión rentado por la empresa argentina Enarsa para trasladar a un conjunto de funcionarios del gobierno K y de Chávez. De acuerdo a la investigación, el dinero tenía como destino la campaña presidencial de Cristina Fernández. La presidenta acusó a la Administració n de George Bush de montar una operación de inteligencia, liderada por la CIA, para desacreditar a su gobierno y para lograr un alejamiento entre Buenos Aires y Caracas. La respuesta norteamericana, entre sorprendida y docente, explicó que de acuerdo al sistema de gobierno de los Estados Unidos, el Poder Judicial es independiente del Ejecutivo y que la presente investigación estaba en manos de la Justicia Federal (la misma que se llevó puesto a Richard Nixon), que tiene entre sus atribuciones el hacer cumplir la ley de los EE.UU. de acuerdo a procedimientos legales preestablecidos, en total desconexión con el gobierno y tratando de esclarecer un caso criminal cometido en territorio norteamericano por ciudadanos extranjeros. Los comentarios agregaron que las manifestaciones sobre el destino de los fondos encontrados en la valija “de” Antonini, correspondían a uno de los detenidos, el ciudadano venezolano Franklin Durán, y que la ventilación del caso en la prensa seguiría los pasos habituales de los hechos policiales en los EE.UU. Si bien se leen estos párrafos, no quieren decir otra cosa que: “Muchachos argentinos, nosotros podemos llegar a comprender que a ustedes les parezca increíble que en algunos países los poderes judiciales sean independientes de la administració n y que los casos que pasan por las manos de los jueces no estén sujetos a las operaciones del gobierno. Es más, entendemos que simplemente no entiendan la idea de un gobierno sin “operaciones”. Pero aunque ustedes no lo crean, es verdad. No todo el mundo es como ustedes, muchachos. Ni tampoco todo el mundo se mueve por los métodos que son comunes en su país. En el nuestro, la Justicia investiga por su cuenta. Puede ser que sus comentarios sobre los hechos –incluidos los de la presidenta– obedezcan al hecho de que crean que todo el mundo es igual a ustedes. Pero no. Nosotros no somos así y no usamos los métodos que acostumbran a usar ustedes. Lo crean o no”. En realidad, fue un enorme bochorno y, en el fondo, una humillación gratuita que nos ligamos porque el actual gobierno argentino no concibe la realidad sin “operaciones”. Y como no la concibe para sí mismo, cree que la realidad es mundialmente inconcebible sin operaciones. Si alguien maneja las cosas de un determinado modo, no se debe a que es serio, a que respeta la ley o a que sigue procedimientos preestablecidos. No, no, no: se debe a que responde a una operación. Como así se manejan ellos, así creen que se maneja el mundo. Por lo demás, ¿qué operación montada por la CIA emplearía un avión contratado por Enarsa? Si había una operación de inteligencia extranjera para cortar el eje Buenos Aires-Caracas, ¿para qué despedir a Uberti y exigirle unas disculpas a Chávez como hizo el gobierno de Kirchner ni bien revelados los hechos? Todos estos sinsentidos fueron superados con amplitud por el comentario del Jefe de Gabinete, Alberto Fernández, que dijo que la “operación”, dirigida desde Langley, Virginia, se había concebido por el rol que la Argentina estaba dispuesta a jugar en el intento de liberación de ¡Ingrid Bentacourt! Muchachos, muchachos… ¿no será mucho? Intentar convencer a media sociedad de que el imperialismo yanqui, viendo con preocupación la solidificació n de un eje invulnerable de desarrollo, riqueza y sofisticación entre la Argentina y Venezuela, esté dispuesto a aniquilarlo, puede resultar más o menos tragable según sea la posición que cada uno tenga respecto de los Estados Unidos. Seguramente aquellos que los aborrecen, tenderán a creerlo. Los que no, descubrirán la primaria burdez del argumento. ¡Pero decir que la operación fue montada porque la Argentina quiere la liberación de Betancourt, después de que la suerte de esa pobre mujer y de otras decenas de secuestrados por los terroristas nos ha entrado por una oreja y salido por la otra durante décadas (por no decir siempre), es directamente un insulto al sentido común! Si tan solo pudiéramos entender que porque la Argentina haya decidido vivir sin ley y sujeta a los humores de los hombres eso no quiere necesariamente decir que todo el mundo haya decidido lo mismo, tal vez no solucionaríamos nuestro triste problema de incivilizació n, pero al menos nos evitaríamos algunos papelones internacionales frente a los que todo el mundo serio se ríe por no llorar. © www.economiaparatod os.com.ar
domingo, 23 de diciembre de 2007
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