jueves, 27 de diciembre de 2007

EL AVENTURERO

: EL AVENTURERO ENVIADO
(Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse) (27/12/2007)


La presidente argentina, con su único asesor conyugal, tomó la decisión de confrontar con Estados Unidos. Lo hizo de la noche a la mañana y de un modo intempestivo, para que sirviera a la defensa de su honorabilidad.

Profundizar su amistad con Chávez y enviarle a su esposo para liberar los rehenes que las FARC decidieron entregar vaya a saber a cambio de que, establece un punto de inflexión en las grandes aventuras del matrimonio.

No es tan desencaminado suponer que han pensado en ponerse a trabajar para buscar el premio Nobel de la paz, dicho esto sin la menor ironía.

Pero buscar adrede la confrontación con Estados Unidos, es una idiotez.

Más que eso :

Hay que hacer un esfuerzo para no pensar que todo esto es una aventura.

La vocación de los aventureros es paradójica :

Es la vocación de “no tener vocación”.

Es la vida a salto de trinchera, una trayectoria compuesta solamente de episodios fragmentados. Son hilos zigzagueantes de existencia que no forman finalmente una trama concreta.
Casi a diario se está muriendo a una vida, para renacer en otra.

La presencia cruda del futuro, con todos sus peligros y sus dificultades, nos crea frenos que moderan y retienen el automatismo de nuestros impulsos.

Más aún: esos impulsos no funcionarían habitualmente si no son incitados por un trabajo que nuestra fantasía ha premeditado y ha puesto a su servicio.

Pero los aventureros, en realidad, son personas que nacen y viven casi totalmente “desreglados”.



La persona aventurera viene al mundo con una fantasía anómalamente atrofiada, y en eso consiste todo su infame destino.

Es incapaz de representarse su propio futuro.
Mira al porvenir, aún al más inmediato… y no ve nada.
Por eso carece de vocación.

La vocación, el argumento de nuestra existencia, es en verdad una trama tejida por la imaginación. Si el aventurero fuera solamente esto, no haría nada. Su vida sería paralítica.

Pero esa misma incapacidad para representarse el porvenir, impide que se desarrollen los frenos a su impulsividad, la cual, abandonada a sí misma, crece.

Esto sí que es la persona aventurera : una impulsiva.
No reflexiona, por cuanto reflexionar no es sino imaginar con detalle el futuro… vivir de antemano.

La osadía del aventurero procede, en buena medida, de que no logra representarse los peligros y, muy especialmente, su propia suerte del día siguiente.

La impulsividad es, pues, la que crea mecánicamente los destinos del aventurero. Su vida es una serie espasmódica de disparos automáticos que sus impulsos van ejecutando.

Le pasa igual que a la langosta :

Esta es una infeliz. Un personaje realmente impredecible.
Un ejemplo de ser viviente sin plan.
Un día cualquiera, se halla en un lugar de la pradera sin designio alguno, pero, de pronto, no sabe lo que le pasa y se le dispara el resorte loco de la sinrazón del salto.

Y allá va por los aires … sin saber a donde va, hasta caer en un paraje totalmente imprevisto.
Y una vez allí…, no tiene más remedio que afrontar su “nueva” y su “no buscada” situación desconocida.




Del mismo modo, la persona aventurera, comienza por ejecutar una acción impremeditada, no importa cuál.
Esta acción lo pone en un brete… y afronta el brete. Nada más.

Y así sucesivamente...
En esas personas, lo primero no es reflexionar, sino al revés, hacer algo, (sea lo que sea).
Luego (y sólo luego) averiguan qué es lo que les ha acontecido.

El ejemplo de la langosta es tal vez injusto, acaso por cuanto no se conoce que ninguna de ellas salte por los aires y caiga como una idiota entre las llamas de un incendio o en la boca de un reptil.

Digamos que parecen saber, al menos, hacia qué zona pueden saltar sin correr ningún peligro.

Una señora que es aventurera, y un señor aventurero, en cambio, saltan absolutamente a la bartola.

Pero eso sí… ella es muy solemne cuando lo hace… y se enoja mucho si alguien la cuestiona ó se atreve a objetar esa pirueta loca.

Hay aventureros solitarios cuyo aislamiento les impide hacer daño a nadie con esas decisiones de verdaderos “tábanos sin cabeza”.

Sin embargo, vemos con cierto terror, que hay otros aventureros que no están solos y … más grave que eso, los hay, fatalmente, que tienen mando sobre toda una República.

Y son langostas en todo sentido. Depredan a los saltos

El problema es que cuando saltan esas “langostas”, saltamos todos.


Lic Gustavo Adolfo Bunse
gabunse@yahoo.com.ar

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