viernes, 14 de diciembre de 2007

EXTRAÑA SENSACIÓN

SENSACIÓN DE INSEGURIDAD

From: Ricardo S. Curutchet

Lo que se transcribe a continuación es la carta que envió Federico Curutchet , mi hijo, a su familia, contando lo que le sucedió el miércoles 5 de diciembre pasado en pleno barrio Norte de la ciudad de Buenos Aires, en un lugar donde se mueve y vive muchísima gente. Supuestamente, uno de los más tranquilos y seguros de la urbe. La transmito, modificando las referencias personales sólo entendibles para sus conocidos, porque me parece que refleja el estado de inseguridad que allí se vive.
Y porque me parece un breve pero excelente relato de “humor negro", adecuado a nuestros tiempos.
Para los que no estén "en autos", la referencia a la "sensación" es porque desde el Gobierno se ha dicho que en realidad no hay inseguridad sino sólo una "sensación de inseguridad" promovida por los medios de comunicación.
Ricardo S. Curutchet.
San Rafael, Mza., 14 de diciembre de 2007.

Les cuento que ayer a la noche (a eso de las 9) fui atacado por dos jóvenes idealistas o mejor dicho, me dejé llevar por la “sensación de inseguridad” a la que los argentinos nos hemos hecho adictos.
Fue en Juncal entre Coronel Díaz (¡siempre hay un represor de por medio!) y Bulnes. Iba a lo de un amigo, abogado, que estaba enfermo y me tenía que firmar un escrito. Acababa de cortar con mi mujer, con quien hablaba por celular para decirle que hacía firmar el escrito e iba para casa; y buscaba el número del edificio de mi amigo cuando estas dos víctimas del capitalismo (de entre 18 y 20 años) salieron de las sombras y mientras uno me inquiría para que “le dé todo o me quemaba”, el otro me empezó a propinar golpes en la cabeza con un garrote de fierro o algo similar, sin darme tiempo siquiera a cumplir con lo que su compañero de ilusiones me requería (que era lo que tenía pensado hacer pues no me pensaba resistir!). Luego de unos segundos (que para mí fueron horas) de forcejeo y cuando logré acomodar un poco las ideas (pocas pero más confusas a causa de los golpes) y, por ejemplo, solté la bolsa (ya vacía porque su contenido -un tupper, el escrito a firmar y mi libro- estaban esparcidos por la vereda) que tenía en mi mano izquierda como para repeler el ataque, estos buenos muchachos, que sólo me querían demostrar que no hay que apegarse a los bienes materiales, se dieron a la fuga, yo quedé un poco aturdido y magullado, claro, los pobrecitos no advirtieron que los golpes en la cabeza de vasco que he heredado (¡gracias a Dios!), no me hicieron ni marearme (sólo me atontaron y sorprendieron) . Seguramente su intención era desmayarme.
Resultado: perdí la alianza (que tal vez me la robaron o tal vez voló por los aires en el forcejeo por sacarme el reloj) y recibí una buena tunda (¡tengo la cabeza llena de chichones!!) , pero ¡no me robaron nada más!, el celular estaba en mi mano derecha (acababa de colgar con mi mujer), al reloj no me lo pudieron arrancar, la billetera estaba en el bolsillo interno del saco encajada en mi sobaco derecho ¡a causa de los mismos golpes que me propinaron! Lo casi burlesco del asunto es que, del otro lado de la puerta de ingreso del edificio de mi amigo, estaba el guardia de seguridad del edificio, cual espectador privilegiado de la “sensación” que estaba experimentando yo, quien me explicó que no puede salir del edificio, que sólo puede intervenir si pasa dentro del edificio!.
Bueno queridos familiares, ¡gracias a Dios estoy todavía!, bastante bien dentro de todo y la cosa no es para lamentar nada!, pero les aseguro que esta “sensación” no es ni lejanamente ¡“sensacional”! .
Fede

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