De tal palo, tal astilla
De nuestra fuente idiosincrática, surgen los líderes y partidos políticos que tenemos. Aunque reneguemos de ellos, son la fiel representación de que en la Argentina está autorizada cualquier maniobra “astuta” o “pícara” a fin de conseguir satisfacer los intereses individuales. Nuestra vida política está llena de casos que ilustran este comportamiento y advierten sobre sus consecuencias en la sociedad. Un primer ejemplo es la omisión de la verdad o la mentira descarada que los líderes cometen ante los ciudadanos, ya sea a travésde los discursos políticos o por el manejo de la publicidad e información estatal. Según un estudiorealizado por la Asociación por los Derechos Civiles (ADC) y el Instituto Open Society (IOP),existe en nuestro país una cultura enquistada de abuso persistente por parte de los funcionarios públicos respecto a la manipulación de la distribución de publicidad en función de objetivos políticos y personales. Los gobiernos utilizan sus recursos de publicidad como“garrotes” o “zanahorias” financieras, según los casos, para llevar a la quiebra a una publicación molesta o influir sobre su contenido. Devuelta: esto no ocurre sólo en la Argentina, pero ocurre mucho más y goza de impunidad mientras que en otros países más desarrollados tales actividades son menos frecuentes y son sancionadas de una u otra manera.
A nivel nacional, incluso, “los funcionarios de alto rango habitualmente hacen objeto de presión e intimidación inaceptables a los propietarios de medios, editores, e incluso a periodistas individuales para que morigeren las críticas al gobierno o para que se manipule la cobertura de noticias a su satisfacción”. Esta triste realidad ha sido puesta en cifras por PODER CIUDADANO durante el 2005, a pesar del presupuesto asignado de 88 millones de pesos, el Poder Ejecutivo nacional gastó más de 127 millones de pesos en publicidad sin presentar ningún criterio objetivo respecto a su distribución.
Otro claro caso de la viveza política nacional es la manipulación delas instituciones democráticas por parte de los políticos argentinos. En los últimos veinte años, hemos realizado 38 reformas electorales y 32 reformas constitucionales a nivel provincial; hemos manipulado la Justicia a través de la composición de las Cortes, el debilitamientodel poder de los jueces y el retaceo presupuestario; y hemos provocado innumerables cambios y acomodos en las organizaciones públicas. El daño causado por este tipo de manipulaciones es difícil de cuantificar, pero quizás otro ejemplo muy reciente sea todavía más ilustrador. En estos meses, el kirchnerismo hizo una “jugada política” en el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC),un organismo estatal independiente del gobierno supuestamente generadorde informes y estadísticas veraces. El Presidente designó una nueva directora en el Área de Precios y modificó la metodología de análisis de la institución. Mientras que el Gobierno dice que la decisión se debe a la escasa confiabilidad de la información y los intereses corporativos del INDEC, sus funcionarios y directivos sostienen que el objetivo del Gobierno es la mera manipulación de los índices de inflación y, enconsecuencia, el valor de la canasta básica y los niveles de pobreza e indigencia (indicadores fundamentales para el cumplimento de los compromisos de deuda, el otorgamiento de nuevos préstamos y la eficiencia de las políticas sociales).
Este desfachatado intento para promover la mentira corresponde a una larga historia de gobiernos nacionales de interferir en los órganos estatales y manipularlos para justificar su gestión y garantizar su futuro político. Es cierto que hay condicionantes estructurales y vicios del propio sistema que promueven estas tendencias políticas en nuestro país. Pero lo que me interesa mostrar es que, en nuestra idiosincrasia, la mentira es siempre una estrategia posible, aunque esto repercuta negativamente en el conjunto de la sociedad a través dela desmoralización del pueblo, el desprestigio de las instituciones democráticas de gobierno y la evaluación negativa del mercado y del sistema político argentino a nivel internacional.
Las consecuencias sociales
Como dijo Arturo Jauretche, los vivos “somos inteligentes para las cosas de corto alcance,pequeñas, individuales, y no cuando se trata de las cosas de todos, las comunes, las que hacen a la colectividad”. Esto trae aparejadas gravísimas consecuencias para la sociedad: cuando se practica colectivamente, la “viveza criolla” genera amnesia, anomia y corrupción, en un círculo vicioso que es muy difícil de cortar. Enraizada en esa “viveza criolla”, la sociedad argentina es la sociedad más individualista de América Latina. Esto genera, entre otras cosas,una grave tendencia a la amnesia política. Es cierto que cuando se descubren mentiras en la Argentina -o al menos algunas mentiras- se genera una gran alarma en la población. Pero la alarma tiende a ser pasajera, una conciencia esporádica que lejos de buscar soluciones de raíz y producir cambios significativos, actúa como una catarsis colectiva que una vez finalizada abre paso a la resignación (sí,aquella del viejo Vizcacha) y permite a todos volver sin culpa a la rutina del individualismo.
En el 2001, por ejemplo, tras la fuga masiva de capitales y la congelación de los depósitos bancarios, la ciudadanía no sólo se expresó con un alto índice de abstención electoral y el llamado “votobronca”, sino que la inconformidad llevó a una crisis social generalizada que provocó la renuncia del Presidente. Y al coro de “quese vayan todos” se organizaron cacerolazos y asambleas barriales, surgieron nuevos representantes y actores políticos y se colocó la “reforma política” como una prioridad de la agenda. Sin embargo, una vez aliviadas las tensiones,la reforma política quedó en el olvido y no sólo no se fue nadie sino que se quedaron todos, aun los peores. Ejemplos parecidos son, entre otros, los de Cabezas, las inundaciones de Santa Fe, la desnutrición en el Norte, todos casos de gran cobertura mediática en un momento y rápido olvido en el siguiente. Cuando descubre la mentira, el país vive episodios de horror y súbito descubrimiento de la realidad. Entonces se refuerzan los lazos comunitarios y se rearma la comunidad. Pero la autocrítica y el esfuerzo colectivo pasan tan rápido como aparecen nuevos personajes en “Bailando por un Sueño”, se crean nuevos subsidios estatales o la Argentina gana algún campeonato. La cultura de la“viveza criolla” no impide descubrir la mentira, su efecto es aún más nocivo: permite olvidarla.
Practicada en gran escala, esa viveza también produce anomia,en el sentido de la omisión, alteración o reemplazo generalizado de las normas de acuerdo a la conveniencia individual. Esto genera un orden social einstitucional que no es respetado ni por los ciudadanos ni por los dirigentes, y en el cual el Estado es incapaz de imponer su autoridad.Tanto es así que de acuerdo a un estudio realizado en 2005 ,los argentinos opinamos que somos individualistas (72%), no respetamosla ley (77%) y que valoramos los caminos fáciles (73%). Y, según los datos de la Encuesta de Cultura Institucional,el 41% de los argentinos piensa que hay momentos en que es necesario desobedecer la ley, el 38% sostiene que si cree que tiene razón está dispuesto a ir en contra de lo que manda la ley y el 23% que no está dispuesto a obedecer una decisión que no le gusta aunque esta haya sido adoptada por la mayoría.
Una consecuencia directa de esta anomia social es la corrupción en todas sus formas: prebendas, apropiación directa de fondos públicos,clientelismo, mala asignación de los recursos estatales o beneficio de los funcionarios sobre el interés público. Según Transparencia Internacional, la Argentina está entre las naciones más corruptas del planeta. No sólo somos más corruptos que los latinos europeos sino que nos encontramospor debajo del promedio del continente americano (3,8 puntos), donde,por ejemplo, países como Colombia y Perú resultaron ser más transparentes que nosotros. Lo cierto es que en los últimos años, el país ha soportado más de un escándalo por corrupción. Por mencionar algunos: el contrabando de armas, la estafa del oro, el lavado de dinero, el caso IBM-Banco Nación, los contratos de DNI con Siemens, las coimas del senado o el contrato de Hidrovía por la concesión del peaje del dragado y balizamiento del Río de la Plata. Entre otros.
Claro, como advierte la ONG Centro de Investigación y Prevención de la Criminalidad Económica (CIPEC), debemos reconocer que “detrás de cada funcionario corrupto hay un empresario que corrompe”. Tal es así que, según su base de datos,el perjuicio atribuido al Banco Velox alcanzó los 2.000 millones de dólares y el Banco de Italia está involucrado en una causa por un fraude de 744 millones de dólares. Al Banco Alas se le atribuye un perjuicio de 140 millones de dólares, y se han denunciados el Citibank, Multicrédito y el Banco Mercurio. Enrique Piana todavía carga con la causa de la mafia del oro, con 19 millones de dólares en juego. Y Ciccone Calcográfica está acusada por un fraude de 72 millones de dólares y asociación ilícita.
La “viveza criolla” es mentirosa, y practicada a gran escala es corrupta, viciosa e ineficiente. Es por esto que Carlos Nino (Un país al margen de la ley, 1992) se refirió a la anomia argentina como una anomia “boba”, en la que todos violamos la ley hasta tal punto que, por hacerlo, nadie obtiene ventajas sobre otros y todo se transforma en pérdidas. La trampa generalizada solo trae desorden,pérdida de recursos, tiempo y de energía. Y es por esto, en gran medida, que seguimos atados a la inestabilidad social, política y económica: la viveza criolla y su mentira nos anclan en elsubdesarrollo.
El papelón internacional
Vale la pena mencionar que nuestra idiosincrasia no sólo nos trae problemas internos -los que ya son suficientemente graves si los medimos en términos de pobreza o desigualdad, por ejemplo- sino que nos provoca incómodos roces internacionales. Hay anécdotas “menores”, como las de los nuestros turistas argentinos. Como todos sabemos,hemos amasado mala fama mediante infinitas avivadas de poca monta, como robar los ceniceros del restaurante, quedarse con los cubiertos del avión o las toallas de los hoteles y “pinchar” teléfonos. Pero hay también momentos más álgidos y muy negativos en nuestras relacionese xteriores. Quizás el episodio más ilustrativo sea la suspensión del pago de la deuda externa anunciada en el 2001 por el entonces presidente interino Adolfo Rodriguez Saa, recibida por muchos con algarabía. No sólo estafamos entonces a nuestros propios tomadores de bonos y a los ahorristas perjudicados luego por la pesificación, sino que mentimos y robamos a miles de ahorristas e inversores extranjeros. Tras el default y la consecuente reestructuración de la deuda todos -inversores locales y extranjeros, ahorristas individuales, empresas y futuros jubilados-perdieron el 75 % del capital invertido en bonos del Estado nacional.
Un retrato más actual es el conflicto de las papeleras. Tal como sostiene Eduardo Montes Bradley en su documental “No a los Papelones”, este problema tiene su origen en las mentiras con raíces en la idiosincrasia argentina. La causa del problema es "la paranoia de los argentinos con esa sensación de que nos quieren saquear”, porque “si no son los yanquis que se quieren robar el agua, son los judíos que se quieren robar la Patagonia o los brasileños las Cataratas o los chilenos la Cordillera”. Coincido con Montes-Bradley cuando dice que para los argentinos “siempre es el otro”. Como con el gol de Maradona, nuestras avivadas necesitan de un victimario. Por eso acusamos a los uruguayos con argumentos pseudo-ambientalistas o explicamos la estafa de los bonos culpando de usureros a los ahorristase inversores. Nos excusamos con una mentira que nos permite evitar nuestra responsabilidad y continuar con nuestra viveza boba.Lamentablemente, olvidamos que no estamos solos en el mundo y que hay pueblos (e inversores) que sí tienen memoria.
Hacia el 2008…
En tanto promueve la deshonestidad, la “viveza criolla” ha dejado deser una costumbre ocasional argentina para convertirse en un grave defecto moral y cultural que ha corroído nuestros parámetros éticos y ha instalado una tragedia en nuestra sociedad. Mentimos porque nos creemos vivos y no nos damos cuenta de nuestra torpeza. Es así que estamos atrapados en un callejón sin salida: queremos un gobierno democrático, pero no estamos dispuestos a comportamos como demócratas para alcanzar sus beneficios. Queremos ser un país rico, pero no respetamos la legalidad que esto requiere. Demandamos estabilidad institucional y transparencia política, pero no somos capaces de asumir individualmente estos valores. Queremos ser Martín Fierro pero nos comportamos como el viejo Vizcacha. En esa indecisión, la mentira sigue rondando y devastando nuestra riqueza y nuestras posibilidades de un futuro digno. Mientras sigamos festejando el gol de Maradona,continuaremos acusando de navos y perdedores a quienes eligen elcamino de la honestidad. Mientras sigamos estafando con mentiras,continuaremos alimentando la desmoralización de quienes quieren hacerlas cosas con decencia y están dispuestos a esforzarse para lograr el progreso de sus familias y del país.
Estamos sufriendo las consecuencias de nuestras propias mentiras y las de nuestro autoengaño. Es cierto, Argentina vale oro, pero está cubierta de barro. Para que brille, para mostrarla al mundo y ser “más”, debemos arremangarnos todos y limpiar este enchastre que hemos hecho juntos. Es hora de que dejemos de acusarnos mutuamente, de buscar víctimas o espectadores de nuestras acciones. Debemos comenzar a pensar en plural y a hacernos responsables de nuestro propio desarrollo.
No creo que se haya elegido Presidente a Cristina Fernández de Kirchner para tener una persona a quien podamos luego culpar de nuestras desgracias sino a nosotros mismos como hacedores y beneficiarios de un nuevo mandato constitucional.
Hugo Sirio
Idea: Martín Varsavsky
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