miércoles, 12 de diciembre de 2007

REPÚBLICA SIN GUARDIÁN

Por Gretel Ledo

Dios está en su santo templo; desde su palacio celestial vigila a la humanidad entera

Salmo 11:4

El filósofo y sociólogo Michel Foucault (1926-1984) tomó el modelo de Bentham diseñado en 1791 para comprender la lógica de la vigilancia en la prisión. El Panóptico es una figura arquitectónica que esboza un modelo de cárcel. La periferia es una construcción en forma de anillo y en el centro se ubica una torre dividida en celdas con dos ventanas. Una da a la torre y la otra al exterior para que entre luz. La plena luz y la mirada constante de un vigilante crean las condiciones necesarias para que la trampa de la visibilidad se desenvuelva cómodamente: el prisionero es visto pero él no ve. Es objeto de la información pero jamás sujeto de la comunicación. Aquí está la garantía del orden, no hay peligro de complot. El mayor efecto es llevar al detenido a un estado consciente y permanente de visibilidad garantizando así el funcionamiento automático del poder.

La vigilancia puede hacerse extensiva al sistema republicano. El Artículo 1° de nuestra Constitución Nacional establece: “La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa republicana federal”. Sin duda la noción de República encierra en sí misma el espíritu que le da origen a toda Nación. Cada poder desempeña un papel indelegable e intrínsicamente esta tríada habla del contralor mutuo. Este sistema de frenos y contrapesos es el sólido basamento para construir una República.

Ahora bien, si colocamos bajo la lupa el traspaso del mando presidencial que operó en estos días, en términos formales resulta inobjetable. Ella es una persona física distinta a él. Pero en términos morales mucho podemos decir. El ungimiento matrimonial dedocrático denota que el poder hoy es ganancial. El fortalecimiento de la figura presidencial ya tiene un lugar intrincado en la historia de nuestro país. Un 6 de Mayo de 1816 el mismo Manuel Belgrano defendió ante el Congreso de Tucumán la triste idea –compartida por José de San Martín y Martín Miguel de Güemes- de implantar una Monarquía Incaica. Quizás los mismos argentinos son los protagonistas a la hora de convalidar un hiperpresidencialismo.

La nueva composición en ambas cámaras pone en tela de juicio el escaso margen de maniobra de la oposición. Tanto obtuvo este Gobierno que fácilmente podría alcanzar la mayoría especial para reformar la Constitución y entronizarse por siempre. Pero la sociedad venezolana no se lo permitió a Chávez. En algún punto la cooptación de todos los poderes encuentra su freno en el pueblo mismo. Y en Argentina, ¿dónde está la vigilancia si no existe división de poderes?

Ya Hans Kelsen y Carl Schmitt discutían acerca de quién debería ser el Guardián de la Constitución. Para Kelsen una norma es válida cuando se basa en otra norma válida. ¿Y la Constitución en qué basa su validez?... en la Norma Hipotética Fundamental. Se trata del espíritu que movió a nuestros constituyentes de 1853 a construir un ideario de país. La misma Carta Magna además de fijar las atribuciones de cada poder establece en su Art. 99 inc. 3 que está prohibido para el Poder Ejecutivo arrogarse facultades legislativas bajo pena de nulidad absoluta e insanable.

Si consideramos que la mayoría de las iniciativas que llegan al Congreso de la Nación provienen del Ejecutivo, sumado a ello, la fidelidad obsecuente que presentan los legisladores del oficialismo hacia el Gobierno y, la reforma operada al Consejo de la Magistratura, observamos que tristemente se ha quebrantado la Norma Hipotética Fundamental. La República está enferma de debilidad.

Las estrategias de desguace partidario iniciadas en 2003 lograron llevar a buen puerto el navío personalista. La oposición quiso jugar el mismo juego con idénticas estrategias. No menguó en su yo personal para alcanzar un yo colectivo que fortalezca al partido político. El Príncipe maquiavélico de hoy, en Argentina no es el partido político, es literalmente un sujeto de carne y hueso. Ahí radica el vicio de todos los males. El brote mezquino de ambición desmesurada de poder y figuración coadyuvó a ennoblecer la tarea del oficialismo.

A pesar de la construcción de liderazgo que supo llevar adelante Cristina, la crisis de representación política sigue en pie. Recordemos que 30 boletas hubieron en el cuarto oscuro. Y aquí surge el interrogante: las 30 boletas, ¿representan a la disparidad de afinidades políticas de la sociedad civil o se representan a sí mismas? Está a la vista que hoy por hoy, los partidos se auto-representan: en sus intereses y en aspiraciones a determinados cargos. La esfera política está totalmente deslindada del mundo privado de los individuos. El proceso de individuación creciente se traduce en la existencia de habitantes y la ausencia de ciudadanos. El sistema partidario no afrontó con éxito la crisis de credibilidad de 2001. No existen candidatos por internas sino acuerdo de cúpulas que opera de arriba hacia abajo y surgen nuevos partidos no agrupados en una boleta unificada.

Por su parte la crisis de hegemonía pretendió ser sorteada por el Presidente a través del discurso. En términos de Bourdieu se traduce en el uso del monopolio de la violencia simbólica que construye o dibuja una realidad. Un discurso “por fuera de la política”. Esto alimenta la anti-política. Es, un sistema político sin estructuras partidarias. El discurso de Cristina sin duda marcha hacia igual rumbo. ¿Pretenderá el kirchnerismo inaugurar una era partidaria sin partidos?

Una República que pierde su Guardián, pierde su vigilancia, pierde en definitiva, su esencia. Deja de ser...

(*) Abogada con especialización en Derecho Administrativo. Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (UBA). Politóloga con especialización en Estado, Administración y Políticas Públicas. Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Está finalizando la carrera de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Ha sido Primera candidata mujer a Legisladora (2005). Analista Política. Directora de Relaciones Institucionales del Periódico Interdisciplinario Conexión 13.
FTE. CRÓNICA Y ANÁLISIS

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