EL CAMINO QUE NOS SEÑALA COMO BUENO
(Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse) (11/12/2007)
El primer discurso es la oportunidad crucial para dar señales claras.
Repitió casi todo el catálogo de su campaña. También los olvidos.
Ni media palabra sobre seguridad pública. Mucho menos sobre la inflación.
Una humillación innecesaria al Presidente de Uruguay, formulándole la acusación de violar el Tratado del Río Uruguay en un escenario que lo obligaba al mutismo respetuoso y una formal impotencia defensiva.
Erró el tono. La unión nacional debió ser la esencia de sus palabras.
Esquivó detenerse en ese punto como algo primario y central.
Prefirió ser admonitora y atacar, otra vez, a la prensa y a la oposición.
Las expresiones de deseo le ganaron a los anuncios concretos 9 a 1.
Pero las marcas del antes y el después de la asunción, señalan un camino.
En todas las ceremonias que organizó el gobierno, una cosa quedó clara.
Cuales son y cuales deberán ser, los grandes ejemplos a imitar por parte de los ciudadanos argentinos :
1) Hugo Chávez (Venezuela)
2) Rafael Correa (Ecuador)
3) Evo Morales (Bolivia)
4) Hebe de Bonafini (Plaza de Mayo)
No se exagera un milímetro si se afirma aquí que el 80% de los elogios, las promesas y las reciprocidades políticas fueron para ellos.
Tres son presidentes, con sus países en un alarmante grado de inestabilidad política y social. La otra persona, es la señora que fue elegida como madre putativa de estos gobernantes y sugerida al pueblo argentino como madre de todos nosotros.
Es la persona que elogió y tributó homenaje al genocidio ocurrido el 11 de septiembre de 2001 donde murieron miles de personas en Nueva York.
El pueblo festejó toda la asunción de la mujer del presidente en la Plaza de Mayo y a muy pocos se les ocurrió mirar lo que estaban pensando sobre nosotros en todo el mundo. Viendo esa rara selección de paradigmas que había convalidado la nueva presidenta.
Y tal vez imaginar si acaso ella se propone llevarnos de la mano hacia esos escenarios, tan singulares, que decidió elegir como modelos para nuestros destinos.
Ambos piensan lo mismo.
Tienen, hacia esas cuatro personas, una extraña mezcla de admiración e idolatría, según la cual, no trepidan en ponerlos frente a nosotros con un micrófono para que nos hablen a todos de su visión sesgada del mundo.
Para que nos hablen de lo que significa para ellos la liberación social, en términos claros de enfrentamiento cerril con el mundo desarrollado.
Para que nos hablen de igualdad en una parábola confusa que la asocia de un plumazo con el igualitarismo.
Para que nos hablen de Patria, según la visión de una América del Sud que debe mirar para adentro y que debe cerrarse hacia fuera.
Para que nos hablen del modo en que han confundido las Constituciones de sus países con un instrumento del poder, cuando debe ser, en verdad, un instrumento precisamente para limitar el poder.
Para que nos hablen de la audacia fácil, cómoda y abierta de gobernar en medio de sociedades empobrecidas y fracturadas que se han habituado a no exigir un bledo. Ni la decencia de quienes son elegidos, ni mucho menos la competencia de quienes ocupan funciones elementales.
Para que nos hablen de sus conceptos personalísimos sobre sus “verdades reveladas” y de la necesidad “democrática” de la perpetuación en el poder.
Para que nos digan lo que debemos imitarles, para llegar a ser, algún día, tan maravillosos y eficientes como ellos.
Para que nos cuenten la más grotesca ortopedia de la verdad, usada para consumar tropelías o para huir de las culpas o de las incompetencias.
Esos cuatro sujetos, son ahora, nuestros más ilustres ejemplos.
Hebe de Bonafini, en primera fila… y todos estos presidentes “ejemplares”, arrojándole flores, sólo por saber bien que ella es la mascota política de este matrimonio.
Esos personajes, entonces, son y deben ser, la meta a buscar, el ejemplo a seguir, el valor a imitar y la virtud a honrar.
Casi ni hace falta pedir que se presente un programa de gobierno, frente a estos paradigmas a la vista, puestos en el palio como si fueran los más altos referentes de la civilización internacional.
Basta con ver, en detalle, lo que hacen en sus propias casas para conocer el conjunto de políticas públicas que todos deberemos suscribir sin titubeos.
¿Para qué ponernos esos ejemplos si no es para buscar su mismo destino?
Muchos hemos quemado un buen puñado de lustros sumidos entre la ira y la esperanza, empeñados en crear un país más justo y habitable.
Y hoy asistimos, perplejos, a esta formidable ceremonia de paradigmas increíbles en la que dos farsantes quieren señalarnos como “norte” a otros cuatro partisanos, mercaderes de la sociedad y de la verdadera libertad.
Lic Gustavo Adolfo Bunse
gabunse@yahoo.com.ar
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