La Nueva Provincia - 16-Nov-08 - Opinión
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CRONICAS DE LA REPUBLICA
Comportamientos erráticos en la cima
por Eugenio Paillet
Es muy probable que el gobierno no haya sido advertido del fallo que preparaba la Corte Suprema de Justicia, que acaba de asestar un golpe histórico al monopolio sindical de los viejos y mañosos caciques gremiales. Si es así, y tal parece que así ocurrió, al comprobar la desmedida reacción del kirchnerismo y sus aliados de la central obrera oficial, está bien. En resumidas cuentas, ha sido Néstor Kirchner, durante todos estos años, el abanderado de la decisión de terminar con aquella corte adicta del menemismo y nombrar un tribunal independiente y, por lo tanto, alejado de presiones o chicanas desde el poder político. De manera que suena ilógico el lamento de algunos ministros por haberse enterado de tan trascendente decisión judicial a través de los cables de agencias, y no por cuchicheos de pasillos cortesanos.
Pero ocurre que, anoticiado del fallo, el gobierno reaccionó de manera inusitada, casi insólita, en especial algunos de sus funcionarios y también sus aliados de la CGT. Pareció borrar de un plumazo toda aquella perorata sobre la vieja Corte adicta y sus pecados de origen en la demonizada década de los noventa y las bondades de la actual composición del máximo tribunal. El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, lo primero que hizo fue menospreciar el fallo de los supremos, y enseguida se subió a ese tren su colega de Interior, Florencio Randazzo. Relativizaron los alcances de la decisión, al señalar erróneamente (porque, en el peor de los casos, si algo se ha hecho es sentar jurisprudencia) que es de alcance sólo para un caso de reclamo de trabajadores del sector público. Y recomendaron prudencia frente a la lógica euforia que generó en la Central de Trabajadores Argentinos, que clama, hace años, por su personería gremial, y hasta en la CGT Azul y Blanca de Luis Barrionuevo.
El fallo, hay que decirlo, también abre expectativas en los trabajadores no sindicalizados que, a partir de ahora, podrán competir en elecciones internas por empresa sin la obligación de estar afiliados a gremio o a central obrera alguna. Toda una herejía para dirigentes acostumbrados al buen pasar de la central única, con sus prebendas y privilegios de un gobierno que prefiere tenerlos en esta vereda y no en la de enfrente. No importa si comparta alguno de sus "principios" , casi todos para la tribuna de trabajadores que miran, pero no pueden intervenir para cambiar el destino de las cosas.
Un aliado furioso de los Kirchner, como es el secretario general de los Judiciales, Julio Piumato, que es, además, ladero incondicional de Hugo Moyano, salió más temprano que tarde a acusar el fallo de "desestabilizador" , con la misma incontinencia verbal con la que defiende cualquier causa que le ordenen sus mandantes sindicales. Hubo poco decoro en abogados laboralistas de muchos años de trabajo y análisis, como el diputado ultrakirchnerista Héctor Recalde, en criticar la decisión de los jueces y pronosticar terremotos inexistentes, cuando, al mismo tiempo, prometía estudiar a fondo el texto.
Por si faltara otro botón de muestra, el propio Kirchner, que se ha llenado la boca hablando de la corte independiente, salió al ruedo para hacer saber que se reuniría el fin de semana en Olivos, junto con el ministro Tomada y un grupo de asesores, para analizar el texto y armar la estrategia a seguir. Es decir, un ex presidente que se reúne con un ministro de un gobierno que no es el suyo, en la residencia oficial de los mandatarios, para analizar una decisión del más alto tribunal judicial del país. Todo un completo disparate. Pero se sabe que es cada vez más evidente la decisiva y diaria influencia del santacruceño en la gestión del gobierno. Su esposa ensaya, al mismo tiempo, costosas incursiones internacionales en las que apostrofará sobre lo desastroso que está el mundo fuera de nuestras fronteras y lo bien que nos va a los argentinos, mal que le pese a la crisis.
Lo que salta a la vista es que el gobierno no sabe cómo hará ahora (y por allí habría que convenir que, si el fallo lo tomó con la guardia baja, le provocará un menudo problema) para frenar la oleada de reclamos de las centrales sindicales como la CTA o la CGT disidente, o de aquellos trabajadores que quieran presentarse a elecciones internas en las empresas. Algunos traductores en el oficialismo se animan a reconocer que Kirchner no sabe cómo zafar del entuerto que quita a Moyano y los demás caciques el control absoluto de las internas, de los gremios y, en definitiva, de las cajas sindicales.
El líder camionero, condescendiente con el gobierno cuando aseguró que los despidos y las suspensiones son, también en este caso, una exageración de los medios que complotan contra Cristina Fernández, viró en redondo y desafió con un reclamo que preanuncia lo que puede venir: Quiere, ahora mismo, una ley correctiva del Congreso para evitar la libertad sindical que consagra el fallo. "No haremos nada hasta que analicemos todo, pero, por ahora, no habrá ley", prometen, en despachos de la cartera laboral.
Para aportar todavía más a un curso errático, y en punto a los daños que provocará la crisis, ahora Kirchner reconoce, con todas las letras y desde la propia Casa Rosada, que las esquirlas han llegado hasta aquí y que se registran algunos despidos y suspensiones, aunque aislados, en varios rubros. Y dijo que sería "ridículo" no reconocer que la debacle financiera mundial no afectará a la Argentina, por lo que reforzó la idea de "tomar medidas". Fue durante el homenaje a Héctor J. Cámpora, al que asistieron varios de los que hoy despotrican contra la Corte porque desestabiliza a los gremios y en los años setenta ponían bombas contra la "burocracia sindical" que ese fallo viene a desmontar. Al mismo tiempo, la presidenta, en evidente rol protocolar, insiste con el argumento de que la crisis es de otros y que, si bien puede impactar en el país o en la región, nosotros estamos mejor preparados que el resto.
Se puede decir, sin exagerar el concepto, que en ese verdadero aquelarre que han armado entre una presidenta que no parece serlo y su esposo que no quiere dejar de ser presidente, lo único que logran es generar más desconfianza que la que dicen querer evitar.
Si hubiese que pintar la impresión de estos días, Cristina Fernández aparece más preocupada por saber cada mañana, de boca de sus asesores, si Barack Obama le contestó aquella larga carta de salutación, o divertida y apasionada con el nuevo sistema de videoconferencias que le instalaron en Olivos, que le permite hablar con el interior sin moverse de la quinta, mientras Kirchner deja correr graciosamente la impresión de que es él quien gobierna y concentra la toma de decisiones, y no su esposa.
Kirchner estuvo, este viernes, en Santiago de Chile, junto a un panel de referentes de partidos progresistas del continente. La impresión de enviados especiales argentinos y de asistentes al foro fue que se movió como un presidente hecho y derecho. El santacruceño, lástima, desperdició una buena oportunidad de hablar hacia delante, de plantear alguna idea sobre las soluciones que se requieren. Su turno ante el micrófono terminó en una nueva vuelta de tuerca hacia el pasado, con recursos tan gastados como despotricar contra los Estados Unidos, echar la culpa de todo al neoliberalismo "que nos vendía recetas y ahora se cae como castillo de naipes", a los empresarios y las consultoras que pagan esos mismos empresarios para amargarlo con encuestas varias, y al periodismo, que no lo quiere y que busca sólo desestabilizar al gobierno argentino.
Resulta paradójico, pero esos desaguisados del ex presidente y el gobierno se dan en un marco de recuperación política o de poder por parte de los Kirchner. Si se mira bien, es lo que sale a la luz después de la contundente victoria que el oficialismo viene de obtener en la cámara de Diputados, con el proyecto de ley que elimina la jubilación privada.
La pregunta de aquellos días por parte de varios observadores acerca de si el kirchnerismo estaba recuperando su liderazgo, después de la dura derrota por el campo, tiene asidero afirmativo en ese resultado. Y lo tendrá aun más esta semana, cuando el Senado apruebe la norma tal como le llegó desde el otro recinto, sin tocarle una coma, y con un número que le sobrará holgadamente para ganar esa definitiva batalla, por más que, en esta oportunidad, la sociedad en general se ha mantenido al margen del debate, mientras la oposición se ahogó en sus propias contradicciones, cuando no en flagrantes indiferencias.
Del mismo modo, resulta paradojal que, en medio de esa recuperación del oficialismo y de la defección de los bloques opositores, tal vez por estas horas como nunca antes, desde que los Kirchner llegaron a la Casa Rosada, dos incipientes modelos de oposición al oficialismo, capaces de ensombrecer los renacidos pronósticos de victoria que se escuchan en la Casa Rosada y en el Congreso de cara a las elecciones del año que viene, parecen alumbrar en la escena política.
Dependerá de la Unión Cívica Radical y de la Coalición Cívica, por un lado, y del bloque peronista disidente que armará desde esta semana Felipe Solá, por el otro (que de ellos se trata), si son capaces de alumbrar sendas alternativas serias, con propuestas y programas y con planes concretos de acción conjunta en el Parlamento, donde reina el kirchnerismo sin querellas ni pudores, que impliquen algo más que una mera jugarreta con tufillo electoral. En todo caso, si de armar frentes electorales se trata, con la idea de pelear el centro de la escena al kirchnerismo en 2009, y tal vez en 2011, nunca deberán poner el carro delante de los caballos. De no hacerlo, se la dejarán servida en bandeja a Kirchner y sus seguidores, como ya lo han hecho sin esperar ninguna constatación, como el caso de Randazzo, para acusarlos de sólo querer reeditar la nefasta experiencia de otra Alianza.
lunes, 17 de noviembre de 2008
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