miércoles, 4 de marzo de 2009

DISCURSO Y REALIDAD


Segunda Opinión - 04-Mar-09

EL DISCURSO PRESIDENCIAL Y LA REALIDAD ECONÓMICA Y POLÍTICA

por Héctor B. Trillo
En estos días en los que la crisis económica y financiera mundial se ha acentuado de manera peligrosa, se hace necesario mantener la cabeza fría e intentar por todos los medios recurrir a los que saben, despojados de consignas ideológicas tanto como se pueda.

Probablemente este comentario que sigue sea más político que los que le han precedido en todos estos años. Después de todo en la Facultad nos enseñaban “Política Económica” y es obvio que la vinculación entre una cosa y la otra termina por refundirse cuando la escalada ha sido lo suficientemente importante como convertirlas en la misma cuestión.

El discurso de la Presidenta en el Congreso en oportunidad de la apertura del período de sesiones tuvo la característica de ser una enumeración más o menos taxativa de los sucesos acaecidos a lo largo del año que transcurrió desde el 1º de marzo del año 2008. La enumeración estuvo cargada de subjetividades producto de lo que podríamos llamar la opinología tan cara al gobierno del matrimonio Kirchner.

Nos centraremos en aspectos económicos intentando así y todo dejar de lado cuestiones meramente políticas, como el llamado al diálogo a la oposición, una especie de chanza casi de mal gusto, si se nos permite, dados los antecedentes.

La tendencia presidencial a sermonear a los opositores y a los díscolos, intentando reflejar su punto de vista como la verdad incontrastable dista mucho de acercarse al criterio de unidad política que mínimamente debería privar si es que se intenta acordar algo con quienes no piensen exactamente como nuestros gobernantes. Lamentable este es un aspecto que conforma parte del estilo de gobernar de los Kirchner y probablemente no se modifique, lo cual no queda sino lamentar. Esto de reemplazar un supuesto pensamiento único por otro no creemos que colabore en absoluto en cuanto a contar con una unidad basada en acuerdos programáticos básicos que permitan, de a poco, ir restaurando las instituciones y por consiguiente el Estado de Derecho.

El evidente desconocimiento sobre temas económicos y financieros hace incurrir a la Dra. de Kirchner en innúmeras fallas de razonamiento. Y afirmaciones tales como esa de Los que toda la vida pronosticaron lo que iba a pasar sobre nosotros, sobre ellos, sobre el mundo y sobre la historia, no aciertan en ninguna de las medidas... no toman en cuenta que no solamente muchos pronósticos de conocidos economistas, como el caso del argentino Guillermo Calvo cuando pronosticó el llamado Tequila, sí acertaron y sobradamente. Al tiempo que la propia presidenta no acertó cuando en EEUU dijo muy suelta de cuerpo que el mundo desarrollado necesitaba un Plan B y nosotros los argentinos no, siendo que es obvio que la sucesión de manotazos de ahogado de estas horas indica exactamente lo contrario al menos en lo que a la Argentina se refiere. Es más, el propio Néstor Kirchner creyó que acertaba cuando apostaba sus fichas a Domingo Cavallo en tiempos de Carlos Menem.

Es verdad que muchos diagnósticos han sido equivocados. La economía es considerada una ciencia social y por lo tanto sujeta a los vaivenes de las reacciones humanas, siempre impredecibles por más sistemas econométricos que pretendan deducirlas. Pero no es cierto que todos los pronósticos hayan fallado. A lo largo de la historia de las últimas centurias el acierto político económico norteamericano es un dato incontrastable, por más que sea políticamente incorrecto decirlo. Y si se trata de recordar desaciertos debemos empezar localmente por decir que el economista Remes Lenicov pronosticó un dólar de $ 1,40 a comienzos de 2002 y un mes y medio después lo teníamos a $ 4.-. Luego podremos hablar sí de los economistas liberales que no acertaron al decir que el billete norteamericano llegaría en ese año a $ 10.-, algo muy reiterado por los economistas adherentes a este grupo gobernante. Economistas que por otra parte incursionaron en el periodismo en un diario económico y financiero cuyo eslogan es que defiende lo nuestro, como si esa fuera la función de un periódico, y no la de informar.

Otro aspecto que hay que señalar es el de la amenaza de más y más intervencionismo a la que hizo referencia la presidenta, cuando dijo que enviaremos al Congreso todos aquellos instrumentos que las épocas y los tiempos (como si se tratara de conceptos diferentes) exijan. Si tenemos en cuenta que en la Argentina funcionarios de segundo o tercer orden prepotean a la gente, dibujan índices de precios, prohíben exportar carnes o granos o leche, envían listas de precios máximos sin membrete al Mercado de Liniers, etc. no queremos ni imaginar qué cosas pueden llegar a ser necesarias ni cómo se implementarán en caso de que el Congreso no quiera aprobarlas. Supuesto, claro está, que se envíen antes de firmar los consabidos decretos de necesidad y urgencia para luego solicitar entonces una ratificación.

Es decir, que el cuadro intervencionista-violador de la Constitución en el que nos encontramos no hace presagiar lo que se ha dado en llamar un clima de negocios. Más bien sigue sin hacerlo presagiar. Y tal vez, hace más agorero cualquier presagio.

Estamos en manos de gobernantes que son capaces de hacer cualquier cosa con el dinero, con las AFJP, con el sector rural, con las exportaciones, con los planes de canje, con el manejo de fondos públicos sin rendición de cuentas, con lo que se les ocurra. Esta es la realidad que nos toca vivir.

La mención a la resolución 125 estuvo tan fuera de lugar como de tiempo y espacio, ya que ésta vencía a fines de octubre de 2008. Mencionar que hubiera sido beneficiosa cuando el propio gobierno hubo de modificarla al menos dos veces antes de enviarla al Congreso nos lleva a pensar a cuál de las variantes de la resolución se refiere, por otra parte.

La realidad es que todo aquello de positivo que los sectores oficialistas pudieran encontrar en el gobierno actual, se topa con esa otra realidad que dice que hay abundante arbitrariedad, sobrada descalificación del pensamiento de los demás, ataques insólitos y vergonzosos a la prensa, manejo discrecional de fondos, confiscaciones de ahorros de futuros jubilados, mentira recurrente en la elaboración de índices, sostenimiento de funcionarios psicóticos de armas llevar que se hacen proteger en la plaza pública por pintorescos campeones de un símil del boxeo, piqueteros ex funcionarios que toman a trompadas a indefensos ciudadanos que se manifiestan (y encima desde atrás), blanqueos de capitales luego de haber prometido traje a rayas para los evasores, etc. etc.

Mientras tanto el mundo, a nuestro juicio, intenta apagar el incendio arrojando más nafta al fuego. Porque la verdadera causa de la crisis ha sido el exceso de crédito a tasas artificialmente rebajadas por las políticas de los bancos centrales, en especial de la Reserva Federal norteamericana. De manera que la inyección de moneda tiene un efecto similar al que ha venido produciendo en la Argentina, justamente. El intervencionismo no hace más que desviar las verdaderas motivaciones de las voluntades humanas, y por lo tanto altera innúmeras variables hasta provocar el derrumbe. Esto pasó en los años 30, pasó también en la Unión Soviética. Y pasó muchas veces entre nosotros, como por ejemplo con el llamado rodrigazo, luego de la inconcebible inflación cero de Gelbard, o con el plan Bónex, o con el fin de la llamada convertibilidad.

Una buena parte de la población mundial prefiere ahorrar en dólares y quedarse en ellos, debido a la confianza que imprime la dinámica de la economía norteamericana, que es de lejos la más versátil del mundo. Y en esa parte de la población estamos también los argentinos, incluso el ex presidente Kirchner al sacar los fondos de Santa Cruz en los años 90. Así, el mundo financia gratuitamente el enorme déficit norteamericano, que tiene esencialmente un origen bélico.

Pero las políticas que los líderes del G 7 intentan implementar no constituyen ni de lejos la forma de corregir los malos créditos, sino de transferir a los acreedores las pérdidas que deberían asumir los deudores.

En momentos de escribir estas líneas tenemos una real declinación de la actividad económica en la Argentina, en parte provocada por la crisis internacional, y en otra proporción tal vez bastante más alta en la increíble política llevada a cabo con el sector rural, en todos los sentidos, en todos los aspectos casi sin excepción. Y no de ahora, ya que esta política que podríamos denominar anticampo la inició el furibundo Dr. Lavagna y su insólito camino de penalizar con mayores retenciones a quienes no bajaran los precios. Una forma de proceder que jamás hemos visto en ningún texto serio de economía. Vienen a nuestra mente los calificativos utilizados por el insigne ex ministro para referirse a los dirigentes agropecuarios: primates, ignorantes en materia económica y otras lindezas.

No cabe sino concluir con el viejo adagio tan reiterado entre profesionales: en economía se puede hacer cualquier cosa, menos evitar las consecuencias.

HÉCTOR BLAS TRILLO

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