lunes, 2 de marzo de 2009

GENIO Y FIGURA HASTA LA SEPULTURA


GENIO Y FIGURA HASTA LA SEPULTURA

Las palabras de Cristina Kirchner al inaugurar un nuevo año legislativo no se salieron del libreto al que nos tiene acostumbrado el kirchnerismo.

Por Gabriela Pousa (*)

Si, después de 6 años de gobierno, alguien esperaba un discurso diferente de la presidente Cristina Fernández de Kirchner en la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso, quiere decir que la ingenuidad todavía tiene cabida en esta geografía devastada.

Han sido innumerables los signos y gestos que marcaron aquello que desde el vamos se dio en llamar “estilo K”. De hecho se han escrito un sinfín de notas y análisis sobre ese “modus operandi” tan peculiar del quehacer político oficial. En ese aspecto, los Kirchner tienen una coherencia que quizás no la tengan muchos otros dirigentes: son fieles a sí mismos, y obran según sus propias “leyes”. Ahora bien, descubrir después de tanto tiempo que esas “leyes” no responden a las demandas de la sociedad o la lógica básica de los acontecimientos en el mundo entero, es redundante al menos en este espacio donde siempre se advirtió el defasaje entre el decir y el hacer del kirchnerismo, entre su realidad y la realidad de los demás.

Viven en una Argentina distinta que sólo tiene visos de existencia en sus cabezas. Allí, ellos se erigen paladines de la justicia y artífices de la verdad revelada. No hay miseria ni problemas. El matrimonio es la solución a todo cuánto sucede, no sólo en ese país, sino sobre la tierra. Dentro de esa “lógica” se enmarca o se debe enmarcar el discurso de la Presidente. De ese modo puede comprenderse que el gran logro anunciado sea la mayor de las deudas de un progresismo falso: la distribución de riqueza que ya es una anatema.

Por otra parte, creer que la Argentina es la gran maestra que imparte premisas para salvaguardar al planeta de una crisis cuya envergadura no es siquiera sospechada por la primera mandataria suena a fábula o incluso a excesiva mitomanía. No hay forma de encuadrar el relato oficial con la verdad. Los números que se revelan en esas circunstancias causan gracia si acaso no convocan alguna lágrima. Hay hechos que de tan grotescos dejan tiesos, a quienes los presencian, debatiéndose por dentro entre el llanto sincero o la risa para amortiguar.

Las repercusiones de un discurso sin originalidad, a no ser que se tenga en cuenta el tono que ha disminuido en su fervor porque a veces la vergüenza de alguna manera se tiene que expresar, eran también obvias por demás. La oposición, sumando a los “arrepentidos” del “modelo productivo”, emitirían ofuscación por la levedad de la nueva improvisación presidencial. Y los sobrevivientes del oficialismo dirían que es maravilloso todo lo que ha dicho la Presidente porque además lo hace sin leer ni un papelito…

Sin anuncios significativos, sin balances capaces de corroborarse en resultados palpables, y sin atisbos de cambio que permitan vislumbrar un escenario menos problemático se cerró la voz de Cristina Fernández en un recinto que ya no es el de antes. Quizás eso es lo más rescatable de este primer día de marzo donde, la soledad del matrimonio, es lo distintivo para evitar una total similitud con las mismas fechas en viejos calendarios.

En un país donde más de un 50% de los niños no tendrán su primer día de clases con normalidad, dónde la pobreza aumentó un 30% en los últimos años, dónde los habitantes de las villas miseria se incrementaron en cientos de miles en los meses de reinado, y donde la inseguridad continúa haciendo estragos no hay forma de lograr una oratoria capaz de decretar caprichosamente otra realidad.

Por otra parte, un escenario político actual signado por la crisis en y con el campo, que encuentra a la jefe de Estado guardando silencio de radio sobre el futuro de tamaña situación es, por omisión, una declaración de hostilidad más. El rumor que salió adrede del propio gobierno estableciendo la posibilidad de una estatización del comercio de granos es, posiblemente, la afrenta que mejor define la metodología de los Kirchner. Para ellos la política es sinónimo de batalla campal. Si no hay enemigo se lo inventa, de lo contrario no pueden “gobernar”. No resisten la vida en paz, ni la propia ni la ajena desde ya.

Las “sutilezas” con las cuales adelantan sus medidas no alcanzan a ser un enigma que no se revele con el sólo hecho de mirar hacia atrás qué se ha hecho y qué se ha deshecho. Los anuncios de “instrumentos que permitan intervenir en la economía para preservar el trabajo y la actividad económica” no pueden sorprender si desde el 2003 éstos están siendo utilizados. ¿Qué sucedió sino con las AFJP? ¿Qué son los 30 aviones que no volarán pero que insumen millones del erario nacional?

Si el mentado plan de estatización no se ha enunciado es porque ni ellos saben cómo instrumentarlo: son conscientes de que la medida generaría un descontrol capaz de ahuyentarlos antes de cumplirse los 4 años de mandato. No por sesgos golpistas o antidemocráticos sino por la crisis que se les escapa de las manos, y que nada tiene que ver con la burbuja internacional que ha estallado. La economía argentina hace agua desde antes que en Wall Street pase nada. El manejo arbitrario de los tiempos es otra de las características intrínsecas de la manera de operar del matrimonio presidencial.

La sangría de legisladores anticipó las elecciones. Octubre ya no cuenta: Néstor Kirchner insistirá con las encuestas para definir qué rol adoptar. Se juega el 2009 pero también la necesidad de impunidad para que el futuro no los encuentre enrejados.

Mientras millones de argentinos están preocupados por la falta de seguridad y la inflación que en Marzo no menguará, ni una palabra al respecto se escucha en la voz oficial. Cristina Kirchner no aportó un ápice con su discurso inaugural de las sesiones del Congreso, es cierto que tampoco defraudó. Tan sólo dio una señal más de lo que sigue en lo sucesivo: la ratificación del “estilo K” que ya conocen todos los argentinos.

La ceguera aumenta y el relato oficial observa una película que no es la real. Por este tipo de circunstancias, y por la absurda novela que lleva a los medios a repetir, una y mil veces, la imagen del saludo de la Presidente y su Vice como si no fuera un gesto nimio de normalidad y convivencia, pareciera que la CIA se disculpa por diplomacia más que por errar en su creencia.

Los verdaderos democráticos pretendemos que el próximo 1º de marzo sea también Cristina Fernández de Kirchner quien improvise en el recinto, aunque su oratoria se valore no por el contenido sino por los dones de la memoria para aglutinar palabras pese a que no digan nada. Lo que no está del todo claro es que este deseo sea compartido por todos los integrantes del kirchnerismo, y muy especialmente por sus máximos referentes: mujer y marido.

CRÓNICA Y ANÁLISIS

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