martes, 29 de junio de 2010

AJUSTE E INFLACIÓN


AUNQUE CRISTINA NO LO QUIERA DECIR, EN LA ARGENTINA SE VIVE EL AJUSTE A TRAVÉS DE LA INFLACIÓN

Por Enrico Udenio (*)

Días atrás, en ocasión de la última Cumbre del G-20 en Canadá, la presidente argentina, Cristina Fernández de Kirchner, intentó dar “cátedra” sobre economía. Lo inverosímil de la situación (justamente la Argentina es uno de los países que menos “pergaminos” puede mostrar a la hora de enseñar a las naciones más desarrolladas de lo que hay que hacer para generar crecimiento socio económico) hace suponer que, desde hace mucho tiempo ya, los discursos en el exterior de nuestra presidente están dirigidos a alimentar a sus adherentes en el mercado interno y no tienen como destinatario a los funcionarios extranjeros. Éstos, a su vez, la ignoran –salvo que se sientan agredidos, como fue el caso del presidente francés- porque conocen que la verdadera situación del país está muy lejos de lo que ella promueve y de lo que los índices estadísticos oficiales intentan afirmar.
Ahora bien, entre las distintas expresiones que derramó Cristina, paradojalmente, se encuentra la de denostar las políticas de ajuste que están promoviendo los países desarrollados en su afán de superar la grave crisis financiera internacional, cuando el Gobierno Nacional está implementando en la Argentina un ajuste ya muy conocido por aquellos argentinos que aún gozan de buena memoria: el ajuste por inflación.

Se trata de un tema muy interesante y que me hace recordar a una nota anterior publicada en este diario el 26 de febrero pasado: “La inflación como ajuste”. Creo conveniente reiterarla ahora:

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En el campo de la economía, un ajuste es un conjunto de medidas que adopta un gobierno para equilibrar el presupuesto. Se torna indispensable recurrir a él cuando los excesos de los gastos públicos y privados generan un déficit que se prolonga en el tiempo y ya no se puede sostener. El ajuste puede ser estructural, cuando acciona a través de reformas tributarias y arancelarias, y/o presupuestario, cuando se ocupa de reducir drásticamente los gastos.
Las medidas más habituales que se aplican en general son: restringir la base monetaria, aumentar las tasas de los intereses, congelar o bajar salarios, reducir subsidios, administrar el gasto de manera más eficiente, y promocionar las inversiones nacionales y extranjeras.
Sus principales metas son: equilibrar el presupuesto, aumentar las inversiones e ingresos genuinos, y controlar la inflación.

Los problemas que genera este tipo de ajuste son de índole social y se presentan durante la primera etapa del mismo debido a un aumento del desempleo y a una reducción de la capacidad de consumo de la población, con la consiguiente baja de las ventas en general. Por ende, sus medidas son muy impopulares.
Sus principales ventajas son la rapidez de recuperación de la economía, el sinceramiento del mercado y el seguro aumento de las inversiones.

Fuera del ajuste en sus formas habituales, se da en la práctica que una alta inflación genera de hecho otro tipo de ajuste. En éste, se intenta equilibrar la economía a través de la inflación y la devaluación de la moneda.

Su metodología consiste en aumentar el gasto público e incentivar el consumo mediante tasas de interés bajas, sostenidas con una lenta devaluación de la moneda y una constante emisión monetaria. Como la recuperación de los salarios e ingresos personales es sustancialmente más lenta que la escalada inflacionaria que producen estas medidas económicas, el ajuste se ejecuta automáticamente.
Sus problemas más graves son: el peligro de caer en desbordes inflacionarios, la fuga de capitales, la ausencia de inversiones, y la enorme dificultad que tiene -por ser un proceso muy lento- en recuperar y mantener el equilibrio de la economía.

Su gran ventaja es que su ejecución enfrenta una menor resistencia social. Todas las experiencias de nuestro pasado nos indican que la pérdida del salario real, por efecto de la inflación y la devaluación, es la que mejor absorbe el pueblo argentino. Cualquier otro intento de disminuir sus ingresos significó y significará grandes conflictos sociales. Por ello, este tipo de ajuste en el que se asegura la lenta licuación del ahorro y del trabajo del pueblo, resulta el método preferido por los gobernantes argentinos a la hora de verse obligados a equilibrar el presupuesto fiscal, porque permite disimular un poco los efectos adversos del ajuste en una primera etapa, aunque vaya mostrando sus nefastas consecuencias en el mediano plazo y catastróficas en el largo.

LAS VENTAJAS DE LA INFLACIÓN

En un principio, la inflación produce beneficios y éstos minimizan sus consecuencias negativas. Estos beneficios lo reciben una buena parte de los empresarios, la cúpula del sindicalismo y el mismo Gobierno.

El empresariado, porque disfruta de una demanda artificial ya que, con devaluación, inflación y créditos a tasas bajas subsidiadas por el Estado, el consumidor medio y alto se lanza a comprar bienes para aprovechar el deterioro real de la cuota a través del tiempo de financiación. Hay que comprar hoy porque mañana será más caro.

La cúpula del sindicalismo porque las discusiones salariales pasan a ser esenciales dada la pérdida del poder adquisitivo de sus afiliados. Por ende, la dirigencia sindical acrecienta su importancia, y su influencia en el poder, gracias a las constantes negociaciones con el gobernante de turno. Por el contrario, con una inflación anual pequeña, la relevancia de las negociaciones salarias es notablemente menor y disminuye, de esa manera, la influencia de la dirigencia sindical sobre sus afiliados.

Finalmente, el Gobierno obtiene ventajas por varias razones:
1) Porque con la inflación aumenta su control sobre los sindicatos, los servicios públicos y los empresarios, ya que concentra en sus manos la posibilidad de que unos u otros obtengan mayores o menores ingresos. Cuando más alta sea la inflación, más elevada será la influencia del Estado para compensar las consecuencias negativas de la misma.
2) Porque como los salarios y gastos siempre van bastante por detrás del aumento de precios, en la práctica, inflación y devaluación equivalen a un ajuste. Como dije más arriba, este tipo de ajuste ofrece menor resistencia social, aunque sus daños sean más profundos y permanentes que el otro.
3) Porque el conocido impuesto inflacionario (1) le reporta automáticamente mayores ingresos.

LA EMISIÓN MONETARIA PARA SOLVENTAR EL GASTO PÚBLICO

En los últimos días se tomó conocimiento de que el Gobierno emitiría el dinero que necesita para financiar el aumento del gasto público. Lo haría a través del Banco Central y serían unos $ 25.000 millones de pesos (equivalentes a 6.500 millones de dólares), los que serían volcados al mercado mediante financiamiento de obras, consumo y gastos sociales.

Esta emisión se sustentaría técnicamente sobre la base de que se trata de utilidades del BCRA. Para conocimiento de los lectores, estos beneficios del BCRA son, básicamente, ganancias contables del balance anual, que corresponden a la suba en pesos tanto sea de las monedas extranjeras como de los bonos públicos que el banco tiene en su cartera. Estas subas se generan por efecto de la devaluación, la inflación y la fluctuación de los valores en el mercado bursátil y cambiario.

En los hechos prácticos, el Gobierno negocia cada año el giro de las utilidades con el directorio del BCRA, y usualmente acuerda pases de fondos sensiblemente menores al superávit contable, porque se trata de utilidades sólo "teóricas" y no reales, ya que se convertirán en efectivas recién el día en que el banco venda los bonos o los dólares. Mientras esto no suceda, son sólo utilidades “potenciales o posibles” ya que estos beneficios contables no se pueden asegurar fehacientemente debido a las constantes fluctuaciones de los valores de bonos y monedas en los mercados bursátiles y cambiarios.

Pero ahora, el Gobierno ha insinuado que requerirá todo el saldo del superávit contable y la nueva presidenta del BCRA, Marcó del Pont, una firme aliada a los Kirchner, ya adelantó que no tendría problemas en emitir esa impresionante masa de dinero y cederla al Tesoro Nacional. Aclaremos que deberá emitirla –imprimir billetes- porque, como es una ganancia solo contable, no existen esos billetes en la realidad.

Esto hace suponer que pronto se incrementará la circulación monetaria en 25 mil millones de pesos.
A su vez, si a esta impresionante cifra se le llegara a agregar la del Fondo del Bicentenario (los 6.500 millones de dólares todavía detenidos por la Justicia y el Congreso), alcanzaría los 50 mil millones de pesos.

Para brindar una idea de lo que significa la magnitud de este monto, basta recordar que la actual masa monetaria del país asciende a unos 115 mil millones de pesos. Por lo tanto, se estarían enviando al mercado una cantidad de billetes argentinos equivalentes a casi la mitad de la base actual, lo que constituye una verdadera locura.

Como este gran aumento de la circulación se realizaría sin tener una conexión con la economía real (los superávit fiscal y comercial derivados de una mayor producción de bienes), será imposible evitar un incremento de la ya alta inflación que padece el país (hoy ya estamos entre las cuatro naciones del mundo con mayor índice inflacionario).

El oficialismo sostiene esta actitud con un concepto que trae recuerdos ingratos a los argentinos: la inflación puede ser también motor del crecimiento. Durante décadas nuestro país adhirió a esta idea del ajuste constante y, a pesar de que en lugar de crecimiento sufrimos cincuenta años de decadencia, todavía hay políticos y economistas que insisten con aplicarla interpretando de manera muy particular las reglas de la economía.

Los Kirchner forman parte de esta tendencia y accionan como si la fenomenal expansión monetaria que proponen no tuviera nada que ver con la inflación. Pero para muchos analistas, el matrimonio presidencial genera de manera premeditada esta inflación para lograr el indispensable ajuste que necesita la economía del país. Para defender esta acción sin nombrar la palabra ajuste (económica y políticamente mal vista), argumentan que necesitan de esta expansión para fomentar las inversiones porque ahora no hay suficiente oferta para responder a la creciente demanda.

Ahora bien, esta idea -evidentemente original- hace agua por varios lados.

Por ejemplo, si el problema es que, según lo declarado por el Gobierno, no hay suficiente oferta, da por verdad que hoy las industrias están produciendo al máximo posible de sus capacidades. Pero, si esto fuera así, ¿por qué éstas no están invirtiendo en bienes de capital o de trabajo para aumentar su producción? Ningún empresario es esquivo en invertir para incrementar sus beneficios. En cambio, sucede todo lo contrario. En lugar de incrementarse las inversiones, lo que aumenta es la fuga de capitales (Nota de hoy: Desde enero del 2007 hasta mayo 2010, la salida neta de dinero ya superó los 52 mil quinientos millones de dólares. (2)

Es evidente que los productores, en lugar de invertir en la Argentina, lo hacen fuera de ella, y los profesionales y ahorristas resguardan sus dineros en dólares o euros en sus casas o en el exterior.

Lo que sucede es que los resultados de una economía están mucho más allá de la voluntad de los políticos. Hay deberes económicos que un Gobierno debe cumplir sí o sí, caso contrario los empresarios, profesionales, especuladores y ahorristas en general, defenderán siempre su bolsillo poniéndolo fuera del alcance del Gobierno. Tendrán la misma motivación que tuvieron los Kirchner cuando en su momento enviaron al exterior el dinero de las regalías petroleras de la Provincia de Santa Cruz: cuidarlo.

LOS PELIGROS DE LA INFLACIÓN ACTUAL

Sin posibilidades económicas y políticas para aumentar los impuestos (en 2009, el Gobierno nacional y las provincias recaudaron en total el 44,6% del PBI, el porcentaje más alto en la historia argentina), el gran aumento del gasto público argentino (desde que asumió Néstor Kirchner en el 2003 hasta hoy, se cuadriplicó en dólares) genera un alto déficit fiscal que el Gobierno debe cubrir con endeudamiento o con emisión monetaria, porque tampoco le alcanzan los excepcionales fondos que recaudará gracias a la gran cosecha del “yuyito” de la soja.

En los dos años anteriores, fracasado el intento de aumentar las retenciones a las exportaciones agropecuarias, el matrimonio Kirchner se apropió de todo el dinero ahorrado por los jubilados en las AFJP y, desde ya, de todas las cajas públicas del país, como la Anses, el Banco Nación, el Pami, y una parte del Banco Central, además de recurrir al blanqueo de capitales más amplio realizado en la historia moderna mundial. Todas estas medidas disimularon el fuerte déficit fiscal de los últimos tres años, pero ya no resultan suficientes para afrontar el incremento de los gastos de este año y del próximo. Para cubrir todas sus necesidades, el Gobierno necesita hacerse del manejo del Banco Central para, de esta manera, poder emitir moneda y cooptar parte de sus reservas.

Como no se vislumbra que el Gobierno argentino vaya a tomar a la brevedad medidas fiscales restrictivas, muy probablemente el país enfrentará los peligros de una escalada inflacionaria, ya que no se podrán sostener el exceso de emisión de dinero y los altos niveles del gasto público sin una contrapartida de aumento de las inversiones y/o un ingreso de fondos desde el exterior, ambos vedados por el default y la adulteración de los índices del INDEC.

Muchos adherentes a los Kirchner minimizan la expansión monetaria argentina comparándola con la descomunal emisión de moneda que ha hecho los Estados Unidos desde la aparición de la crisis financiera internacional.

Se trata de una errónea comparación, ya que se olvidan o ignoran deliberadamente el hecho de que la Argentina no es Estados Unidos. Lógico o ilógico, racional o irracional, lo cierto es que la mayoría de las naciones compran y mantienen en sus reservas bonos de la Reserva Federal norteamericana. No hay ninguna que tenga en sus reservas bonos argentinos. La gran mayoría de los economistas confían en Estados Unidos. En cambio, en todo el mundo, incluido un gran porcentaje de los propios argentinos, se desconfía de la política económica de los Kirchner, por lo que nuestro país no puede darse el lujo de emitir moneda o deuda de la misma manera que lo hace la gran nación del norte.

LAS LOCURAS ECONÓMICAS DE LA ARGENTINA

“Locura es seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes.” Albert Einstein (1879-1955). Científico considerado como el más importante del siglo XX.

Recordemos que nuestro gran gasto público de estos últimos años se originó principalmente con el objeto de evitar el sinceramiento de la economía, manipulada artificialmente desde el colapso financiero y la pesificación asimétrica del 2002. Pero ya han pasado más de siete años y no se pueden seguir evitando las consecuencias internas del aumento internacional de los precios de los commodities argentinos, y del subsidio para mantener artificialmente bajas las tarifas de los servicios. Esto, sumado a los constantes reclamos por aumentos salariales, generarán inevitablemente presiones inflacionarias, las que tarde o temprano, deberán ser trasladadas a los consumidores.

Si bien me preocupan las consecuencias sociales y económicas que deberemos enfrentar por causa de la inflación, debo confesar que más me preocupa pensar en el tiempo que deberá pasar para licuar el daño producido y en cuál será el nuevo invento económico con el que el gobernante de turno intentará solucionar esta compleja situación.

(1) Equivale a una transferencia desde los poseedores de dinero al gobierno. La tasa de impuesto es la tasa de inflación. Se produce por el efecto que genera la mayor emisión de moneda sin que tenga una contrapartida de un equivalente aumento en los bienes. Esto reduce el valor de todo el resto de moneda circulante y el gobierno se queda con la diferencia.
(2): La compra de dólares realizada por el Banco Central de la República Argentina continúa en baja lo que es un claro indicador que se estuvo acelerando la caída de capitales privados durante Febrero. El BCRA compró aproximadamente USD 30 millones por semana y como el superávit comercial del Banco es actualmente USD 300 millones por semana, debería haber comprado esa misma cantidad para sostener el tipo de cambio. Por lo tanto, cada semana se está fugando del país la diferencia existente. Esto está implicando que la salida de capitales se incrementó sensiblemente a un ritmo que oscila entre los USD 600 y 1.200 millones mensuales.

(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo por gentileza de su autor Enrico Udenio, asesor económico y especialista en comercio exterior, se ha desempeñado como empresario comercial e industrial desde 1965. De nacionalidad italiana, arribó a la Argentina, país en el cual reside, siendo niño. Sus compañías en Argentina y en el exterior desarrollaron diversos proyectos comerciales e industriales, algunos de ellos muy conocidos, como fue el caso de la radicación de Honda Motor en el país. A principios de la década del ’90 cerró todas sus empresas para dedicarse al asesoramiento, la docencia y la investigación en política y economía. Autor, en 1981 de los libros "Corazón de Derecha Discurso de Izquierda" y “Diario de un Divorciado”. En cuanto a su postura ideológica, se define a sí mismo como un pragmático independiente, comprometido con la filosofía holística y el construccionismo histórico como forma de mirar a la realidad.

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