domingo, 27 de junio de 2010
MIENTRAS HAYGA
“MIENTRAS HAYGA, QUE LES DEAN”
Por el Lic. Claudio Valdez
Con esta frase algunos de nuestros bisabuelos y abuelos, muchos de ellos inmigrantes, solían querer decir “mientras haya, que les den”. Hombres, varones y mujeres sin instrucción, pero empeñados en realizar un futuro promisorio habían decidido habitar y laborar en la Patria Argentina.
¿Quiénes como ellos?, para saber de penurias por necesidades, dolor y todo tipo de limitaciones. Unos escapados del hambre, otros corridos por las guerras y persecuciones, muchos más invadidos en sus tierras milenarias.
¿Quiénes como ellos?, para saber de amor familiar, solidaridad, coraje, esfuerzo personal y hasta sacrificio heroico para lograr un venturoso porvenir.
¿Quiénes como ellos?, para saber que el esfuerzo puesto en el laboreo y el trabajo es el más eficiente camino para el logro del bienestar. Realizaron de ese modo sus empeños y enseñaron a sus hijos su experiencia.
¿Quiénes como ellos?, para tener fe, para creer en la honestidad, para intercambiar bienes y servicios, para respetar al prójimo, para ayudar al necesitado. Siempre guiados por la firme aspiración de progreso.
¿Quiénes como ellos?, que en su mayoría quizás solo conocían de referencia la obra gauchesca de José Hernández, para saber “Que la tierra no da fruto/ Si no la riega el sudor.” (Martín Fierro. Verso 2922).
Fueron ellos, quienes interpretando la advertencia del refrán popular que rima “Saca y no pon/ Se acaba el montón” nos legaron su sensatez, su prudencia, su vocación de libertad, su lógica de hombres de bien: por eso aquella opinión “mientras haya, que les den” fundamentó el actual promocionado Estado de bienestar, Estado asistencialista. ¡Claro, mientras haya!, caso contrario hay que producir.
Pero producir bienes y servicios necesarios; ¡no deuda pública!. Las operaciones de crédito decretadas, los empréstitos, la emisión de nueva deuda, los impuestos incrementados y la emisión monetaria se tornan productivos para el bien común solo cuando satisfacen justas necesidades de la población. Nunca lo hacen cuando se emplean para gratificación por la compra de voluntades electorales. Se desprecia de ese modo “afianzar la justicia y promover el bienestar general”.
Los “magos de las finanzas”, sean banqueros o políticos, siempre pueden incrementar la deuda pública. Así llegó a multiplicarse por cuatro desde el año 1983 en que se inició el “nuevo régimen democrático”. Esto parece lógico debido a que el sistema tiene como fundamento para su sustento “distribuir”; aunque no haya. Por lo tanto no se distribuye riqueza, sino mentiras.
La última difundida es: unificación de una moneda común con Brasil, que de realizarse sometería a nuestro país a condiciones de mayor endeudamiento (mayor pobreza para la población) con el agregado de la pérdida de cualquier soberana decisión financiera.
Hace no más de cinco años un viejo Contador Público Nacional, de amplia actividad en el medio económico local, opinaba que “no se puede regalar el dinero así”. Dilapidar trae como consecuencia “déficit”. Nuestros políticos “descubrieron financiarlo con préstamos”: pan para hoy, hambre para mañana. Nuestros descendientes podrán confirmarlo.
Primero fue “vaciado” el Servicio Social de Jubilados, luego las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones, también la Administración de Servicios Sociales, últimamente las Reservas del Banco Central; ahora van por “el signo monetario”, ¡y nos cuentan que así se reduce la pobreza en nuestro país!.
Queda muy claro: cuando no hay más “qué rematar”, los politiqueros a cambio de mantenerse entregan el territorio, su gente, e incluso la voluntad política soberana. Nos cuentan que “así nos va a ir mejor”, pero nos ocultan que el bienestar nunca puede provenir de donde “no queda nada”.
Nuestras finanzas nacionales están exhaustas. De esto no se puede dudar por las manifiestas conductas de funcionarios y dirigentes que niegan la mal controlada inflación, aumentan impuestos, inventan moratorias incluyendo canjes de deuda pública y desinforman sistemáticamente las estadísticas oficiales. Aristóteles, filósofo de la antigüedad griega, observaba: “el gasto pequeño, si tiene lugar a menudo, acaba con las fortunas”.
El gasto de nuestro Estado no es precisamente pequeño y tiene lugar desde hace casi 27 años sin sensatez; sin presupuesto, o lo que es peor, enjugándolo con deuda pública. Eso precisamente no es riqueza, no obstante los gobernantes nos cuentan habitualmente cuanto distribuyen: en verdad finalmente miseria a futuro.
Nuestros bisabuelos, a diferencia de los “estadistas de hoy” aunque mal expresados, nunca dudaron como hacerlo.
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