domingo, 19 de diciembre de 2010

EL ESPANTO


Por Eduardo Linares

Extractado de “La clase obrera va al paraíso y la muerte de Néstor Kirchner”

http://www.demodirecta.blogspot.com/





Hoy día, miércoles 27 de octubre, día del censo nacional, a las 9 de la mañana, Néstor Kirchner se murió en El Calafate. La pasión política de este hombre que había crecido con la fuerte contradicción de ser nieto de Karl Kirchner, el abuelo suizo que había financiado la Liga Patriótica en la Patagonia, usurero, fotógrafo de los “revoltosos” anarcos detenidos y fusilados por el Ejército, colaborador de los militares que se dedicaron durante la década del 20 a reprimir el movimiento sindical anarquista, fuerte contradicción que él había expresado como pudo actuando de extra en el filme “La Patagonia rebelde”, haciendo, justamente de anarquista, le estalló en las venas, el corazón, la cabeza. Él fue consecuente con ese mandato ancestral. Murió como el político argentino más rico de la historia, de toda la historia, los 200 años; reprimió los movimientos de protesta cuantas veces quiso, siempre, recurriendo a “Ligas Patrióticas” de barrabravas, lumpenaje fascista. Sí, es cierto, Mariano Ferreyra se lo llevó puesto.



El creciente misterio que genera el velatorio con el ataúd cerrado, la violenta discusión que sostuvo con Hugo Moyano cuando el camionero lo llama por teléfono para increparlo por no parar la investigación de Oyarbide en la causa de los remedios truchos el día anterior a su muerte, conversa que había terminado de forma cortante, ante una amenaza extorsiva del gremialista (el año pasado los muchachos del chaleco verde habían paralizado durante un mes el yacimiento minero de San José-Huevos Verdes, en donde los Kirchner tienen una importante presencia accionaria; ni qué hablar de los acuerdos “secretos” con la Barrick Gold, toda esta información en manos de Moyano con lujo de detalles), -durante el velatorio Cristina no lo saluda a Moyano, este tan sólo atina a apoyarle una mano en el hombro-.



El cúmulo de sospechas que se generan a partir de una supuesta compra de una parcela en el cementerio de Río Gallegos unos 20 días antes del día del censo, la hipótesis del balazo ante el hecho irreparable de una muerte segura, la inexistencia de una foto del cadáver, de su autopsia, el entorno familiar nunca con llantos, ni siquiera de la hija, la pose desafiante, de ganador, de su hijo, los rostros de su entorno, con una inexplicable expresión de victoria, saboreando el impacto mediático y la encuesta para lanzar a Cristina para el 2011 durante el mismo velatorio, el duelo transformado en murga jotapé, como victoria política, van a dar para investigar, editar, publicar y mucho a gente que se ocupa bien de estas cosas.http://www.periodicotribuna.com.ar/7669-nestor-kirchner-sabia-que-iba-a morir.html. Que cada cual saque las conclusiones que mejor la parezcan. Las mías me las reservo. No el análisis. Grabo un epitafio. “Vivió y murió sobreactuando”.



Los medios, el mismo día del censo, al grito de “aura” - las acciones del Grupo Clarin en New York ese día treparon un 40% - hicieron un giro copernicano con la convicción de que “muerto el perro se acabó la rabia”. Así las cosas, abrieron las canales para que ante cientos de cámaras desfilara un pueblo “agradecido” ante un líder que había dado la vida por un proyecto revolucionario (sic). La tregua indudable a la guerra contra el Grupo Clarín y La Nación, encontraba en ambos grupos mediáticos una inteligencia que veía en la figura debilitada de la Presidente un “bocato di cardinale”. Llamaron a cerrar filas y el clamor, el panegírico y la alabanza, llenaron señales de aire y cable con una mermelada tan sintética como empalagosa. Las reglas del juego a partir del culto a la muerte declarado por los dioses argentinos iban a ser seguramente otros. Alberto Fernández, hombre clave de Magnetto, se encargó de ser más que claro con el mensaje. Néstor Kirchner había sido el mejor presidente de la democracia, eso sí, líder irremplazable. En los medios oficialistas, la batucada llegaba al paroxismo de la misa criolla. Los cierres de los programas 678 y Duro de matar, evocaban mateadas y fogones al sordo grito de “Mon-to-neros, carajo....”. Sainete con un nivel de surrealismo político insuperable. Una falta de respeto a la inteligencia de millones de argentinos de ambos bandos.



La crisis de 2001, colapso terminal del sistema representativo neoliberal-progresista, crisis de deconstrucción y búsqueda en el 2002, durante el medio año del movimientos de protesta autoconvocado de las Asambleas, conculcado por la violencia política de Eduardo Duhalde con los asesinatos de Santillán y Kostecki, abrió paso al reinado patagónico de los K, summun de aspiración totalitaria de un modelo que se había propuesto avanzar sobre los otros poderes del Estado, vetando leyes sancionadas por el Congreso, negando la aplicación de resoluciones de la Suprema Corte, amenazando con la “nacionalización” de los medios, desafiando a la Iglesia con una provocación legislativa tan innecesaria como desgastante, al campo, único movimiento productivo auténticamente nacional y plural, con confiscaciones escandalosas, retenciones aduaneras sancionadas durante la última dictadura, diseñadas pura y exclusivamente para pagar año a año una deuda externa fraudulenta, la cual se comprometieron a honrar como ningún gobierno en la historia, sea cual fuere el costo social del endeudamiento, pergeñando formaciones armadas especiales para la construcción del “socialismo”, en el orden internacional, usando la tribuna de la ONU para azuzar a la República Islámica de Irán con los infundios de un atentado de falsa bandera, al tiempo que le negaba a la Justicia de Chile la extradición de un jefe guerrillero acusado de haber asesinado a un senador en democracia, atentado de falsa bandera perpetrado por una célula de ex agentes de la DINA infiltrados en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez.



Proyecto político hegemónico que hace 3 meses proclamaba el difunto en cancha de Ferro, precisaba de 15 años en el poder más para lograr la justicia distributiva, se iba al fondo del tacho, al igual que el de Eduardo Duhalde, luego del asesinato de militantes en donde el Poder quedaba por demás expuesto con complicidades políticas, en el caso de Mariano Ferreyra, explicitando de manera obscena la trama de la burocracia sindical empresarial y las patotas con polígono de tiro en los talleres del Roca en Constitución, asociación ilícita con todas las letras del Código Penal.



El fin de la mascarada de dos grandes simuladores había comenzado. Eso sí, forzando al peronismo al tránsito trágico de definir el poder político entre la patota sindical, los burócratas que se enriquecieron durante los 90 con el menemato y las privatizaciones, que alguien me diga por favor el nombre del anterior secretario general de los Camioneros, y el movimiento neomontonero apañado por largos años de impunidad, imposturas, manipulaciones de la historia, confusión ideológica, la mentira como método. Última y sangrienta interna del peronismo. Despedida de una historia maldita que comenzó con una traición el 23 de mayo de 1946, -día en que Perón suprimió por decreto al Partido Laborista que lo había sacado de la cárcel el 17 de octubre para hacerlo presidente meses más tarde- y terminará en poco más de año y medio, con una trágica reacción en cadena de delaciones, traiciones, ajustes de cuentas.



Como supuestamente la historia se repite como tragedia, no sobrevendrá luego de esta hecatombe de cabotaje ningún tipo de golpe de derecha. No, esta vez no será ese el destino colectivo de los argentinos. Porque si hay algo que faltó (o sobró) al silogismo categórico de Marx y Engels en esa escueta filosofía de la historia, es que cada historia es sólo idéntica a si misma; la tragedia argentina (1976) nunca puede volver a repetirse como tal. Ni siquiera como comedia. Especular con que Menem fue el segundo postulado (trágico) del apotegma y Kirchner el tercero (cómico), es tan aventurado como el predecir la instauración de la dictadura del proletariado en el Río de la Plata a fines del siglo XIX, otro disparate del profeta germánico. Sobre todo no puede volver a repetirse porque aquéllos se amasijaron en serio y estos son unos payasos, dignos discípulos del Pierrot que ha muerto. Y porque lo que está en juego para la mafia sindical no es la toma del poder, sino una mugre de negocios y el evadir la fatalidad de terminar presos. Dura 72 horas la guerrita civil de estos impresentables.



Nosotros, de más está decir, hemos crecido en estos últimos 8 años. La próxima vez no vamos a salir a la calle con cacerolas ni a juntarnos en las esquinas para permitir que nos vuelva a infiltrar una vanguardia revolucionaria marmota que aprendió a armar y desarmar una revolución en un curso por correo. Vamos a organizarnos en serio. Casi en silencio.



El último fotograma de esta película, crónica apasionada de una semana que conmovió la Argentina, iniciada con la cita del filme de Elio Petri, “La clase obrera va al Paraíso” (1972), se cierra con la del filme de Ettore Scola, “Nos habíamos amado tanto” (1974). Este pueblo generoso, sensiblero, cholulo, mediático, adolescente, familiero, amiguero, futbolero, abonado a la perversión, la mentira y el maltrato, servil, chupamedias, acomodaticio, exitista, tinellizado, maradonizado, mal educado, mediocre, acostumbrado a bancar traiciones, desprecios, abandonos, cuernos, clientelar; malgastado por décadas de decadencia material y moral, con frustraciones casi crónicas, habituado a sobrevivir en estado de necesidad, incapaz de reconocer sus pasiones y deseos, mucho menos de comprometerse con ellos, desesperado en la búsqueda de tanto padre abandónico, necesitado a como sea de liderazgos, de chupetes módicos, de lata, de cartón, de madera; pendejada rolinga, cumbiancha, ricotera, guevarista, falopera, con el balero hecho un barullo de vacío, tetra, porro y analfabetismo político, fácil de llevar y manipular, de estimular a lo pavlov, emotiva. Pueblo raro el nuestro, berreta, despidió a Kirchner como a un Padre de la Patria. Pueblo que supo ser cristiano y hoy aboga por una fe laica, la de los derechos humanos, con la única convicción de que al quinto infierno sólo pueden ir asesinos de gorra y bota, nunca un abogado vendepatria, simulador, violentista, manipulador, avariento, autoritario, corrupto, fascistoide, homicida.



Un cronista de telefé lo citaba al Turco Asís, siempre tentado por una pátina de pseudo genialidad literaria, “era más fácil contra él que sin él”. Más allá de que lo detesto, cito a Borges: “no los unió el amor sino el espanto, será por eso, que lo querían tanto”. Argentina necesita con desesperación creer en sus falsos ídolos. Lo contrario, implica el compromiso recio de crecer, de autodeterminarse, de hacerse un pueblo de hombres y mujeres, adultos, sin más vueltas, con la firme decisión de ser libres y dignos. Esa es la cuestión. El ser o no ser nacional. En ello, como está a la vista, se nos va nada más ni nada menos que la vida.

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